Pepe Sin Tierra ha visitado a su primo Pepe Luis Sin Tierra, por ahora domiciliado en Madrid. Pepe Sin Tierra nació en la provincia de Córdoba, emigró a Cataluña, y ahora es nacionalista catalán. Pepe Luis es de Valladolid, se hizo un hombrecito en León y ahora nadie sabe lo que es y menos aún lo que pretende ser. Los dos primos están de acuerdo en que Cataluña es una nación y que España es un molesto problema que sólo puede solucionarse fragmentando su Historia y su territorio. Es lo moderno. Los socialistas soportan muy mal la idea de España, de su unidad y de su Constitución. Tan mal, que Pepe Luis ha recibido a Pepe para ponerse a su disposición y chingarse en el Tribunal Constitucional. –Todo lo que tú quieras, Pepe–; –moltes gracias, Pepe Luí–.
Se creen los dos primos, el alto y el bajo, el de Valladolid y el de Córdoba, el domiciliado en Madrid y el afincado en Barcelona, que uno y otro pueden hacer con España y con una parte de España, Cataluña, lo que les salga de las narices en sus charlitas particulares e íntimas. Para ellos las leyes no existen, y menos aún, los tribunales. Todo esto es consecuencia de la osadía de Pepe Luis, que llegó al Gobierno de rebote, gracias a un terrible atentado, impulsado por los graves errores terminales de un Partido Popular que se desnortó y apoyado por un PSOE que lo encumbró para culminar sin gloria su travesía del desierto.
Inesperadamente, unas bombas asesinas y la reacción de una ciudadanía más sensible al momento que a la reflexión, le concedieron el poder. Y en el poder instalado, decidió gobernar de la mano de la vulgaridad, la osadía y el resentimiento.
Necesitado de los votos de los socialistas del PSC –muchos de ellos, con su complejo de charnegos, más nacionalistas e independentistas que las posaderas de Carod-Rovira, independientes la una de la otra–, centró su labor de Gobierno en la mentira y la sumisión ante Cataluña. Sin ellos, no gobierno. Si no gobierno, no soy nada. Con ellos, lo soy todo. Solución: que se fastidie España y se salve Zapatero. Y así estamos. Fue el que alentó el nuevo Estatuto de Autonomía y hoy es el que, siendo Presidente de todos los españoles, busca alcanzar acuerdos trucados para imponer su voluntad por encima de la sentencia del Tribunal Constitucional. En otros idiomas, menos sutiles que el español, a quien se comporta de esta manera se le llama traidor. Aquí se le dice «progresista».
Mientras Pepe Luis y Pepe se creen que España depende exclusivamente de ellos, España asiste al espectáculo deprimida por las consecuencias de la otra gran mentira de Pepe Luis. La economía. Pepe Luis llegó a acusar de traidores a los que le afearon que ocultara en la última campaña electoral la catastrófica situación económica de España. Todo flores, todo promesas, todo sonrisas y muchos tontos le dieron el triunfo. Después se desdijo y pidió perdón, como siempre, y como siempre tarde y mal. La influencia del gran asesor del líder de la Oposición, Mariano Rajoy, Arriola o algo parecido, también ha contribuido a la permanencia del Zapatero gobernante. Es muy difícil hacerlo peor. Rajoy fue elegido a dedo para gobernar, y lo habría hecho muy bien, porque tiene experiencia, es culto, moderado y sabio. Pero no está hecho para dirigir la Oposición. Su educación con estos gamberros de gobernantes resulta excesiva y contraproducente. Arriola o algo así, es el que manda. Y aquí estamos. Pepe y Pepe Luis se tratan como dos mandatarios de dos naciones diferentes y España se desmorona. Un juego para ellos. Una tragedia para los españoles.
Inesperadamente, unas bombas asesinas y la reacción de una ciudadanía más sensible al momento que a la reflexión, le concedieron el poder. Y en el poder instalado, decidió gobernar de la mano de la vulgaridad, la osadía y el resentimiento.
Necesitado de los votos de los socialistas del PSC –muchos de ellos, con su complejo de charnegos, más nacionalistas e independentistas que las posaderas de Carod-Rovira, independientes la una de la otra–, centró su labor de Gobierno en la mentira y la sumisión ante Cataluña. Sin ellos, no gobierno. Si no gobierno, no soy nada. Con ellos, lo soy todo. Solución: que se fastidie España y se salve Zapatero. Y así estamos. Fue el que alentó el nuevo Estatuto de Autonomía y hoy es el que, siendo Presidente de todos los españoles, busca alcanzar acuerdos trucados para imponer su voluntad por encima de la sentencia del Tribunal Constitucional. En otros idiomas, menos sutiles que el español, a quien se comporta de esta manera se le llama traidor. Aquí se le dice «progresista».
Mientras Pepe Luis y Pepe se creen que España depende exclusivamente de ellos, España asiste al espectáculo deprimida por las consecuencias de la otra gran mentira de Pepe Luis. La economía. Pepe Luis llegó a acusar de traidores a los que le afearon que ocultara en la última campaña electoral la catastrófica situación económica de España. Todo flores, todo promesas, todo sonrisas y muchos tontos le dieron el triunfo. Después se desdijo y pidió perdón, como siempre, y como siempre tarde y mal. La influencia del gran asesor del líder de la Oposición, Mariano Rajoy, Arriola o algo parecido, también ha contribuido a la permanencia del Zapatero gobernante. Es muy difícil hacerlo peor. Rajoy fue elegido a dedo para gobernar, y lo habría hecho muy bien, porque tiene experiencia, es culto, moderado y sabio. Pero no está hecho para dirigir la Oposición. Su educación con estos gamberros de gobernantes resulta excesiva y contraproducente. Arriola o algo así, es el que manda. Y aquí estamos. Pepe y Pepe Luis se tratan como dos mandatarios de dos naciones diferentes y España se desmorona. Un juego para ellos. Una tragedia para los españoles.
La Razón - Opinión
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