No es que no haya hoja de ruta, guión o partitura; a eso ya nos habíamos acostumbrado. Lo que no hay es pianista.
SI algo ha quedado claro tras la votación de las resoluciones del debate sobre el Estado de la Nación es la soledad del Gobierno y su falta de independencia. Un Ejecutivo sometido a un doble protectorado, el franco-alemán en lo económico y el nacionalista vasco y catalán para su supervivencia política. ¿Es éste el Gobierno que España necesita? ¿Es éste el Gobierno que nos puede sacar de la mayor crisis económica de la democracia? ¿Es éste el Gobierno fuerte que puede reformar el mercado de trabajo y el sistema financiero y cerrar el modelo autonómico? No son preguntas menores, porque, a menos que alguien se las tome en serio, en el propio Partido Socialista y en los partidos que de forma oportunista sostienen al Ejecutivo con su voto puntual, nos perseguirán los próximos dos años y lastrarán cualquier rebrote de confianza nacional e internacional.
El argumento más serio en contra de la convocatoria adelantada de elecciones es la sensación de inseguridad y vacío de poder temporal que generan. De hecho, es el único argumento, porque la lógica y la ética democrática obligarían a convocarlas cuando un gobierno se desdice radicalmente de su programa electoral, aunque sea por causas sobrevenidas. Pero la fuerza de este argumento de vacío de poder desaparece cuando vemos al Gobierno tambalearse y jugarse su futuro en cada votación. Vamos a estar dos años en pleno vacío de poder. No es que no haya hoja de ruta, guión o partitura; a eso ya nos habíamos acostumbrado en estos seis años de improvisación y tactismo. Lo que no hay es pianista, y no lo puede haber porque tiene que andar mendigando un piano cada vez que hay actuación.
El discurso oficial es últimamente siempre el mismo: la situación exige responsabilidad y sacrificio y no es momento de hacer valer intereses electorales. Pero es un discurso que se compadece mal con los hechos, y peor con los cálculos aritméticos permanentes en los que se entretienen los vicepresidentes. Los hechos son que el Gobierno solo se sostiene porque CiU y PNV lo encuentran rentable electoralmente. Y que lo dejarán caer en cuanto no tengan nada más que rascar. CiU, porque su escenario ideal para las elecciones catalanas es un presidente del Gobierno de España rendido y un PSC maniatado en Madrid. No hay ninguna grandeza ni altura de miras en esa actitud. Tampoco nada condenable. Solo la suerte de un calendario propicio y la experiencia de saber utilizarlo. El PNV no puede esperar recuperar el poder en el País Vasco a corto plazo, pero sí mantener el que tiene, que es mucho, en las diputaciones. Cualquier otro escenario en el Gobierno central, una gran coalición o la alternancia, sería peor para sus intereses de partido, porque fortalecería la posición negociadora del PP en el País Vasco.
Esto es lo que vimos en el Congreso. Y lo que veremos todos los días que queden de legislatura. Por mucho que el presidente Zapatero se empeñe, y por muy eficaces que sean sus propagandistas, no es pensable que la población se crea en cada oportunidad —ajuste fiscal, límite de gasto, ley de cajas, reforma laboral, etc.— que de no apoyar al gobierno, España y Europa entera se irán al desastre. Puede funcionar una vez, pero si uno grita fuego todos los días al entrar en un cine sin numerar para elegir las mejores butacas, lo normal es que a la cuarta película el personal siga comiendo palomitas. Y que el aprendiz de pirómano sea expulsado de la sala.
El discurso oficial es últimamente siempre el mismo: la situación exige responsabilidad y sacrificio y no es momento de hacer valer intereses electorales. Pero es un discurso que se compadece mal con los hechos, y peor con los cálculos aritméticos permanentes en los que se entretienen los vicepresidentes. Los hechos son que el Gobierno solo se sostiene porque CiU y PNV lo encuentran rentable electoralmente. Y que lo dejarán caer en cuanto no tengan nada más que rascar. CiU, porque su escenario ideal para las elecciones catalanas es un presidente del Gobierno de España rendido y un PSC maniatado en Madrid. No hay ninguna grandeza ni altura de miras en esa actitud. Tampoco nada condenable. Solo la suerte de un calendario propicio y la experiencia de saber utilizarlo. El PNV no puede esperar recuperar el poder en el País Vasco a corto plazo, pero sí mantener el que tiene, que es mucho, en las diputaciones. Cualquier otro escenario en el Gobierno central, una gran coalición o la alternancia, sería peor para sus intereses de partido, porque fortalecería la posición negociadora del PP en el País Vasco.
Esto es lo que vimos en el Congreso. Y lo que veremos todos los días que queden de legislatura. Por mucho que el presidente Zapatero se empeñe, y por muy eficaces que sean sus propagandistas, no es pensable que la población se crea en cada oportunidad —ajuste fiscal, límite de gasto, ley de cajas, reforma laboral, etc.— que de no apoyar al gobierno, España y Europa entera se irán al desastre. Puede funcionar una vez, pero si uno grita fuego todos los días al entrar en un cine sin numerar para elegir las mejores butacas, lo normal es que a la cuarta película el personal siga comiendo palomitas. Y que el aprendiz de pirómano sea expulsado de la sala.
ABC - Opinión
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