El triunfo de España en el Mundial se lleva por delante, o al menos los aparca, los problemas reales o artificiales de la agenda nacional. Nos hacía falta un chute de autoestima y en eso estamos desde el domingo por la noche, gracias a Casillas, Iniesta, Del Bosque, Villa, Xavi, etc. En torno a lo que nos une y que llamamos España. El milagro desencadenado por el triunfo de nuestra selección en Sudáfrica nos lleva, por ejemplo, a mirar con otros ojos los tirones segregacionistas. Los gritos de “¡Yo soy español, español, español…!" neutralizan en una buena parte, la más artificial, la más ficticia, ciertos climas de opinión sobre el retroceso de la idea de nación común.
Los Reyes en el Palacio de Oriente, con especial protagonismo de las infantas Leonor y Sofía, y el presidente del Gobierno en Moncloa, con fiesta reservada a los funcionarios y sus familiares, fueron los teloneros del baño de multitudes televisado para España. Y para el resto del mundo, por cierto, porque nunca fue tan verdadero referirse a Madrid como el centro del universo. Y así fue ayer, con las imágenes del homenaje a veintitrés futbolistas y un entrenador repicadas en las principales cadenas mundiales de televisión.
En la aldea global costará más ver a España como un país primo-hermano de Grecia en la lista negra de los malos alumnos del mercado. Si hemos de asumir la importancia de los componentes intangibles de una crisis económica internacional como la que nos devora, la selección nacional de fútbol ha hecho más por la marca España que el reciente ejercicio de presidencia rotatoria de la UE. Pero también hay quien lo lleva a los ámbitos de la contabilidad. Algunos análisis de amplia circulación endosan al triunfo en el Mundial un incremento de entre cinco y siete décimas de aumento en el PIB.
Trabajar unidos
Nada comparable, de todos modos, al maravilloso espectáculo de ayer en las calles de Madrid. Explosión de españolismo en torno a nuestros jugadores después de escuchar al Rey sin quitarse la camiseta roja. No hubo tiempo para rescatar los trajes de la bodega del avión que les había traído desde Johannesburgo. Ni falta que hacían para tomar nota de lo que les dijo don Juan Carlos.
Precisemos. Aunque don Juan Carlos les habló de la importancia que tiene hacer las cosas en equipo, y de que los españoles pueden conseguir lo que se propongan si trabajan unidos, por razones obvias, el recado no iba a dirigido a ellos, que han hecho los deberes. El emplazamiento ya ha cundido entre los jugadores y entre millones de españoles de a pie. Ahora hace falta que cunda entre la clase política, dividida y enfrentada incluso con las cosas de comer: la crisis económica y los desafíos del nacionalismo periférico.
Hace sesenta años la selección española se clasificó en cuarto lugar en un Mundiales (1950, Rio de Janeiro). Desde entonces nunca habíamos subido tan arriba. Ahora estamos entre los únicos ocho países que han ganado el título. Pero, por suerte, no es fútbol todo lo que reluce. Por mejor decir, lo que reluce es bastante más que fútbol. Si alguien no lo sabía, lo sabe desde ayer.
En la aldea global costará más ver a España como un país primo-hermano de Grecia en la lista negra de los malos alumnos del mercado. Si hemos de asumir la importancia de los componentes intangibles de una crisis económica internacional como la que nos devora, la selección nacional de fútbol ha hecho más por la marca España que el reciente ejercicio de presidencia rotatoria de la UE. Pero también hay quien lo lleva a los ámbitos de la contabilidad. Algunos análisis de amplia circulación endosan al triunfo en el Mundial un incremento de entre cinco y siete décimas de aumento en el PIB.
Trabajar unidos
Nada comparable, de todos modos, al maravilloso espectáculo de ayer en las calles de Madrid. Explosión de españolismo en torno a nuestros jugadores después de escuchar al Rey sin quitarse la camiseta roja. No hubo tiempo para rescatar los trajes de la bodega del avión que les había traído desde Johannesburgo. Ni falta que hacían para tomar nota de lo que les dijo don Juan Carlos.
Precisemos. Aunque don Juan Carlos les habló de la importancia que tiene hacer las cosas en equipo, y de que los españoles pueden conseguir lo que se propongan si trabajan unidos, por razones obvias, el recado no iba a dirigido a ellos, que han hecho los deberes. El emplazamiento ya ha cundido entre los jugadores y entre millones de españoles de a pie. Ahora hace falta que cunda entre la clase política, dividida y enfrentada incluso con las cosas de comer: la crisis económica y los desafíos del nacionalismo periférico.
Hace sesenta años la selección española se clasificó en cuarto lugar en un Mundiales (1950, Rio de Janeiro). Desde entonces nunca habíamos subido tan arriba. Ahora estamos entre los únicos ocho países que han ganado el título. Pero, por suerte, no es fútbol todo lo que reluce. Por mejor decir, lo que reluce es bastante más que fútbol. Si alguien no lo sabía, lo sabe desde ayer.
El Confidencial - Opinión
0 comentarios:
Publicar un comentario