miércoles, 30 de junio de 2010

El cristal con que se mira. Por José María Carrascal

Los españoles seguimos sin saber si el nuevo Estatut es constitucional o no, que era lo único que pedíamos.

«¿ES de oro tu Rolex?», preguntaban los amigos al dueño del reloj, en el chiste del añorado Eugenio. «Pues unos días lo es y otros, no», respondía el atribulado propietario. «¿Es constitucional el Estatuto catalán?», hemos preguntado al Tribunal pertinente. «Pues unos artículos lo son, otros, no y bastantes, depende», nos ha respondido. Con lo que nos quedamos más confusos que estábamos, con unos considerando que la sentencia avala el estatuto y otros, que ataca la dignidad catalana. Resultado de un texto ambiguo que adopta el color del cristal con que se mira. Acepta el término «nación» para Cataluña, pero le quita toda validez jurídica; reconoce la bandera y el himno como símbolos nacionales de Cataluña, pero sólo como «nacionalidad»; elimina el «uso preferente» del catalán en las Administraciones públicas, pero lo admite como lengua en la enseñanza; acepta una Comisión Bilateral en las relaciones Generalitat-Estado, pero sin alterar las competencias de éste, y así sucesivamente. Un sí, pero no en todo menos en un terreno: el judicial. Ahí, los señores magistrados se han plantado: nada de Tribunal Superior de Cataluña al nivel del Supremo español. Nada de Consejo General del Poder Judicial catalán, ni de Defensor del Pueblo. En esto, se han mostrado inflexibles. Tampoco han dado luz verde a la Generalitat en impuestos. El resto, autorizado o interpretable, que es el camino más corto al infierno de las controversias.

Si tenemos un Tribunal Constitucional es para que nos diga qué se ajusta y qué no se ajusta a la Constitución, no para que lo deje en el aire. Para eso nos bastan y sobran los partidos. Todo apunta, sin embargo, que fiel a su tradición, el TC nos ha ofrecido otra sentencia política. Nos lo confirma la reacción de los partidos, tratando de llevarla cada cual a su molino, con la vista puesta en las próximas elecciones. Los nacionalistas catalanes enarbolando el viejo victimismo, pues estos señores no se contentan con menos que todo. El PP, satisfecho, porque ve la posibilidad de aliarse con CiU para repartirse el poder, y el gobierno Zapatero, soltándonos sin el menor rebozo que «la sentencia es un completo aval del Estatuto» y «una derrota en toda la línea del PP». No es que no sepan contar. Es que tras perder el sentido de la verdad, han perdido el de la vergüenza. En fin, que los españoles seguimos sin saber si el nuevo Estatut es constitucional o no, que era lo único que pedíamos al encargado de aclarárnoslo. Aunque, a la luz de la sentencia, puede que tampoco el Tribunal lo tenga del todo claro.

Y así queremos andar por el mundo. Bueno, a gatas.


ABC - Opinión

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