sábado, 8 de mayo de 2010

Victoria complicada para Cameron

EL veredicto de las urnas en Gran Bretaña ha sido indiscutible: los electores han dicho que no están dispuestos a seguir gobernados por los laboristas y han señalado mayoritariamente al candidato conservador, David Cameron, como el preferido para ocuparse del país.

Según el reparto de escaños, sin embargo, se ha producido el temido parlamento «colgado» o, más bien, «suspendido», que es una opción que tradicionalmente no ha encajado en la mentalidad de los británicos. En anteriores ocasiones se convirtieron en una situación transitoria hacia unas nuevas elecciones anticipadas que jugaron el papel de una especie de segunda vuelta para confirmar la tendencia señalada en la primera. Por ello, no vale la pena que el primer ministro saliente, Gordon Brown, se aferre a sus prerrogativas alegando que los conservadores no han logrado la mayoría absoluta, porque es evidente que los electores le han dado la espalda a él. La tarea que tiene ante si David Cameron es, pese a todo, muy complicada. Las encuestas que hace un año predecían que ganaría con mucha diferencia pueden haber sido la causa de que descuidase la intensidad de la campaña en los últimos meses, lo que ha permitido al primer ministro laborista mitigar su derrota.
Sin embargo, la verdadera derrota es la que ha cosechado el partido liberal-demócrata de Nick Clegg, sobre todo si se tienen en cuenta sus expectativas iniciales, y, paradójicamente, aparece como el factor más ineludible de cualquier combinación para una coalición mayoritaria. En esta situación, Cameron ha ganado pero no se atreve a cantar victoria, Brown ha perdido, aunque todavía sueña con salvar la situación, y el único que tiene claro que ha sido derrotado resulta ser la pieza clave de todas las combinaciones. Probablemente, el elemento central de las negociaciones de los liberal-demócratas en una eventual coalición de gobierno será un cambio de la ley electoral, cuando el resultado de estas elecciones es la prueba indiscutible de que la reforma que pretenden los liberales y que los laboristas están dispuestos a escuchar serviría para garantizar que situaciones como ésta, es decir, los parlamentos «colgados», fueran la norma y no la excepción como hasta ahora. Por contra, una coalición entre conservadores y liberales basada en fórmulas razonables para resolver los principales problemas del país parece de lejos la opción más conveniente para el Reino Unido y para Europa.

ABC - Editorial

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