viernes, 2 de abril de 2010

Los delirios de Gómez. Por Alfonso Ussía

Tomás Gómez, ese ser anodino que se mueve por Madrid en nombre del socialismo, no sabe qué hacer para arremeter contra Esperanza Aguirre.

Ahora ha tenido la ocurrencia de hacerlo utilizando al profesor Neira, lo que da idea de su poca clase y peor gusto. Gómez va de un lado al otro despotricando mientras la ciudadanía no se interesa por la identidad del despotricador. Lo primero que tendría que hacer Gómez para que sus despreciables exabruptos tuvieran impacto y acogida es colgarse del cuello un cartel en el que pudiera leerse sin faltas de ortografía el siguiente y fundamental mensaje: «Soy Tomás Gómez». De esa manera, la buena gente de la calle, o al menos, una parte de ella, tendría opción de preguntar a la persona más cercana en ese preciso y circunstancial momento. «¿Quién es Tomás Gómez?».

Así, poco a poco, llegaría a los aledaños de las elecciones con un mediano porcentaje de conocimiento popular, que en estos momentos es bajo. Claro, que una cosa es el conocimiento y otra la popularidad y la aceptación social, insignificantes ambas en la persona de Gómez. Preocupados andan en el PSOE con el candidato que eligieron para Madrid. Tan preocupados que todavía no es ni candidato oficial. Para mí, que no voy a votar a las listas socialistas ni con una pistola besándome una oreja, que es mejor candidata Maru Menéndez, la rellenita. Tiene algo de pechugona y castiza que gusta al pueblo. Es arrabalera y faltona, muy del agrado de las viejas corralas y rincones de mentideros. Sucede que entre las corralas y los rincones de los mentideros de Madrid no se alcanzan ni quinientos votos, y de esos quinientos, cuatrocientos son para el Partido Popular. Madrid se le ha atragantado al PSOE, y el PSOE se atraganta aún más con sus precipitaciones en busca de la persona adecuada para combatir a la mujer liberal del Partido Popular. Un tipo que insulta y da lecciones a un ciudadano ejemplar como el profesor Jesús Neira para herir el prestigio de Esperanza Aguirre no tiene nada que hacer.

Por lógica, cuando un «progresista» intenta envilecer la figura de un hombre que ha defendido a una mujer de una agresión machista, y por defenderla bordea durante meses la muerte, sufre innumerables intervenciones quirúrgicas, vegeta en una Unidad de Vigilancia Intensiva y combate diariamente por una recuperación total casi imposible, los colectivos feministas «progresistas» tendrían la obligación de salir en su defensa. Pero no. A las feministas profesionales les parece muy bien –de acuerdo con su silencio estremecedor–, que al profesor Neira le hayan dado una paliza por defender a una mujer maltratada –que salió batracia, pero es mujer–, y que Gómez se ría del defensor. Estas feministas son muy raras, y tengo para mí que antes que feministas son mujeres sometidas y humilladas por las dependencias y las mamandurrias. Para una feminista de verdad, el profesor Neira habría de ser un icono intocable, porque pocos hombres exponen su vida para salvar la de una mujer –salió batracia, pero es mujer– desconocida.

Y Gómez, el que no se pone el cartel, además del desprecio le da lecciones de constitucionalismo al profesor Neira. «Veo clarísimo que Jesús Neira no está de acuerdo con la Constitución». ¿Quién es Gómez para ver clarísima semejante tontería? ¿Quién es Gómez para, en caso de verla, hacerla pública con tan descarada indecencia social? ¿Quién es Gómez para poner en duda la calidad ciudadana de un ciudadano admirable? Y sobre todo y ante todo: ¿Quién coños es Gómez?
Urge el cartel.


La Razón - Opinión

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