viernes, 2 de abril de 2010

El retorno de Cascos. Por M. Martín Ferrand

NI sus más encarnizados adversarios políticos, que los tiene dentro y fuera del PP, podrían decir que Francisco Álvarez Cascos sea un personaje vaporoso, inconsistente.

El que fue secretario general del partido que refundó José María Aznar, es un hombre sólido y nada vanilocuente. Es decir, lejano de la fauna militante y rectora de la que, con pocas excepciones, se ha rodeado Mariano Rajoy en su larga carrera hacia ninguna parte. La compañía de los fuertes y cabales es incómoda para los líderes sin hambre de victoria y, quizás por eso, Cascos pudo ser un perfecto lugarteniente de Aznar, el hombre que estructuró el gran partido del centro derecha español, y difícilmente podría dormitar en el balneario político en que se han instalado quienes parecen preferir el sosiego de la oposición a la abrupta dureza del ejercicio del poder.

Escondidas en la paz más vacacional que procesional de la Semana Santa, suenan voces que anuncian el retorno de Álvarez Cascos a la política activa. En Asturias ya dan por hecho que será la cabeza del PP en la próximas elecciones autonómicas. Según sus íntimos, no anda escaso de ánimo y, militante disciplinado, sólo aguarda el modo y las formas oportunos para volver por donde solía.


No seré yo quien se entrometa en asuntos de familia, que estas gentes del PP son díscolas con los próximos, lejanas con los cercanos y especialmente arisca con quienes les recuerdan que representan a más de diez millones de votantes y constituyen la alternativa que sustenta la democracia en la que estamos instalados.

La vuelta de Cascos sería una buena noticia en nuestra lánguida vida política en la que cada cual, como en el juego de Antón Perulero, atiende a su juego. A Rajoy, como se comprueba en sus seis largos años de jefe de la oposición, no le gustan las compañías bravas y enérgicas, capaces y tozudas. De hecho, las ha ido apartando y neutralizando como principal constante en su quehacer partidista; pero la guerra necesita combatientes y la Nación, líderes capaces de ilusionar a los ciudadanos y pretender metas de progreso y bienestar. Supongo que, en la calle Génova de Madrid, el aparato funcionarial de la gaviota estará temblando, pero no tiene por que inquietarse. Cascos, si es que vuelve, lo hará para ser presidente del Principado y culminar una larga historia familiar de presencia astur. En Génova podrán seguir sesteando.


ABC - Opinión

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