martes, 9 de marzo de 2010

Zapatero al rescate de Garzón

El lamentable doble rasero judicial que exhibe Zapatero da pie a pensar en que, quizás, no tenga más remedio que hacer lo que ya ha hecho: ponerse en un clamoroso ridículo que ni sus terminales mediáticos pueden dulcificar.

Lo que empezó como un triunfo de unaa Justicia que, por fin, estaba empleándose con Baltasar Garzón por sus innumerables irregularidades, se ha terminado convirtiendo en un indigno sainete político-judicial. Y todo a causa de las repetidas injerencias de Zapatero que, como ha afirmado el portavoz de la Asociación Profesional de la Magistratura, da fe de "una irresponsabilidad absolutamente supina y difícilmente superable". Es, aparte de inédito, inconcebible que el mismo presidente del Gobierno salga a la palestra para defender a un juez que se encuentra frente a tres querellas y muy desprestigiado de cara a la opinión pública.

Los jueces, por descontado, no deben ser inmunes a la crítica; de hecho es saludable si ésta proviene de la sociedad civil y está avalada por los hechos, pero esa crítica es inadmisible si quien la ejerce es el poder político, que, al menos en España, tiene en sus manos la elección de los miembros del Consejo de Gobierno de los jueces. Se trata, pues, de una amenaza velada sobre sus miembros y una intrusión injustificable en uno de los poderes del Estado, que deberían ser completamente impermeables a la política por una cuestión de elemental higiene democrática.


El cable que ha echado Zapatero a su juez predilecto tiene, además, trampa y cartón. Destacando los méritos del magistrado en la lucha contra la ETA, el presidente del Gobierno oculta los méritos en sentido contrario, como las decisiones que tomó a favor de la banda cuando el Gobierno se encontraba enfangado en plena negociación, o la dilación en el caso Faisán. Esa es la trampa, el cartón consiste en que ninguna de las tres querellas que enfrenta Garzón en el Supremo tienen que ver con la lucha antiterrorista. La primera es por el intento de abrir una causa general contra el franquismo, la segunda por la inadecuada instrucción del caso Gürtel, y la tercera por haber recibido fondos del Santander durante su estancia de estudios en Nueva York entre los años 2005 y 2006 sin reconocer más adelante ningún conflicto de competencias para enjuiciar a sus benefactores. De las tres, dos de ellas sirvieron en su momento como pantallas judiciales para la acción del Gobierno.

Pero como las desgracias nunca vienen solas, Zapatero no sólo se mete donde no le llaman y donde no puede meterse, sino que se abstiene de intervenir donde sí debe de hacerlo, como es el caso de los duros ataques que otro juez, Eloy Velasco, ha sufrido por parte del Gobierno venezolano. Nicolás Maduro, ministro de Exteriores de Chávez, ha dicho bien alto que Velasco está vinculado con "la mafia de Aznar", un intolerable insulto para un miembro de la judicatura española con una hoja de servicios impecable. Pero Zapatero, tan solícito por defender a Garzón, no ha dicho nada respecto a Velasco, realmente ultrajado, y no por la Justicia, sino por un Gobierno extranjero y dictatorial.

El lamentable doble rasero judicial que exhibe Zapatero da pie a pensar en que, quizás, no tenga más remedio que hacer lo que ya ha hecho, poniéndose en un clamoroso ridículo que ni sus terminales mediáticos pueden dulcificar. Son bien conocidos los dosieres que han hecho de Garzón el juez más poderoso y temido de España. Una defensa tan apasionada del magistrado, aparte de los la afinidad ideológica que pueda tener con el Gobierno, da realmente que pensar.


Libertad Digital - Editorial

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