lunes, 1 de marzo de 2010

Subir el IVA es un camino fallido

RECUPERAR el crecimiento económico debe ser el objetivo central de la política económica. Sólo así se podrá crear el empleo necesario para recuperar tasas de paro compatibles con un Estado social de derecho que no se quede en un puro formalismo jurídico. Y sólo así se podrá garantizar la sostenibilidad de las cuentas públicas amenazadas de una trayectoria explosiva por mor del descontrol del gasto público y la cultura del gratis total en la provisión creciente de derechos ilimitados. Hay unanimidad entre los analistas sobre ese objetivo. Por tanto, es necesario juzgar cualquier medida de política económica por su contribución al crecimiento. Subir impuestos en una recesión provoca más recesión. Es un hecho establecido en la literatura económica y en la práctica política.

Se puede comprender y hasta compartir la preocupación del Gobierno por el déficit público. También se puede y se debe criticar que su despertar a la realidad haya sido tan tardío y su gasto tan ineficiente. Pero es evidente que déficits por encima del 10 por ciento del PIB durante varios años son insostenibles y, en este sentido, la necesidad, hasta la urgencia, del ajuste fiscal no puede hacernos olvidar que la forma en que se realiza el ajuste es determinante de su resultado. No vale todo. Subir el IVA es un error. Lastrará el consumo y la incipiente recuperación. Y además no se conseguirá aumentar la recaudación fiscal. Ya pasó en España en los noventa cuando otro gobierno socialista intentó el mismo tipo de ajuste. Lo ha vuelto a repetir la Comisión Europea y lo saben sin duda los técnicos de Hacienda. Si se instala en la mente de consumidores y empresas que el futuro nos depara inevitablemente más impuestos, porque el Gobierno -todos los gobiernos incluidos los autonómicos y locales- no tienen el coraje político suficiente para recortar el gasto público, el daño está hecho. De nada valdrán invitaciones al optimismo; la gente es racional y si los impuestos van a subir es mejor ahorrar y prepararse. Al hacerlo soluciona su problema individual, pero pone en marcha un ajuste aún más recesivo. Una cosa es subir el IVA para reducir las cotizaciones de la Seguridad Social, lo que no aumenta la presión tributaria aunque la desplaza, pues se reducen los impuestos a la creación de empleo y equivale además a una devaluación porque incentiva las exportaciones. Y otra muy distinta es subir el IVA porque es la única forma que entiende el Gobierno de cerrar la brecha fiscal, dada su incapacidad para hacer las reformas necesarias. La subida del IVA puede acabar con toda esperanza de recuperación y arruinar el último vestigio de confianza para luchar contra la crisis.

ABC - Editorial

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