jueves, 25 de febrero de 2010

La pertinaz Salgado. Por M. Martín Ferrand

SI, como sospecho, Elena Salgado tiene un psicoterapeuta argentino que le masajea las meninges, me gustaría conocerle para contratar sus servicios.

Su eficacia, si es que existe, resulta notable y capaz de convertir a la vicepresidenta segunda de un Gobierno inane e incapaz en un ser inerrante, incapaz para las equivocaciones que resultan comunes entre los seres humanos. A Salgado le perjudica únicamente el conocimiento que tenemos de ella en pasados tiempos socialistas, especialmente en el más rabioso felipismo; pero en la actualidad, tras haber traspasado los ministerios de Administraciones Públicas y Sanidad como la luz lo hace por los cristales, vive en estado de gracia y a punto de alcanzar la levitación. No es para menos.

El miércoles es el día fijado por José Luis Rodríguez Zapatero para el desahogo parlamentario del PP y, eventualmente, de algún otro de los partidos en presencia. Ayer, en ausencia de Zapatero, llamado a grandes misiones europeas, y de María Teresa Fernández de la Vega, que no quiere ser ninguneada por Soraya Sáenz de Santamaría, Salgado corrió con el gasto socialista en la mal llamada sesión de control al Gobierno. A preguntas de la portavoz del PP, la vicepresidenta y ministra de Economía y Hacienda dijo, con gran entereza y mayor desparpajo, que el Gobierno ha incrementado el gasto público para mejor enfrentarse a la crisis y -¡pásmense!- que no se arrepiente de ninguna de las medidas, bien sean de estímulo económico o de protección social, abordadas por el Gobierno en el que ella se engarza.

Quien no esté en el secreto de la realidad española presente y tratara de evaluarla por lo que dice Salgado podría sospechar que tenemos un Gobierno perfecto, firme en sus convicciones, resuelto en sus soluciones y brillante en sus resultados. Por otra parte, ¿cómo podría arrepentirse Salgado, pobrecita, de unas medidas que nunca se tomaron? El más firme antídoto gubernamental contra la crisis, un proyecto de ley de economía sostenible, fue anunciado por Zapatero en la pasada primavera y todavía no ha tenido entrada en el Congreso. Lo impalpable, como decía Baura, nunca es rugoso. De lo que, en todo caso, no se arrepentirá la pertinaz Salgado es de no hacer nada, la gran política de su líder y maestro. Tal es la confianza presidencial en que el tiempo lo arreglará todo que más parecen un taller de relojeros que un equipo de Gobierno.


ABC - Opinión

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