viernes, 5 de junio de 2009

MAJADERIA GALACTICA. Por Ignacio Camacho

AUNQUE aún quedan unas horas será difícil que nadie pueda batir el récord de mentecatez de esta desquiciada campaña, ganado con toda legitimidad por doña Leire Pajín y su ya célebre bobada «planetaria», momento estelar y refulgente del peloteo universal cuyo luminoso eco aletea en el firmamento de la galaxia. Pero aunque algún candidato consiguiera proferir esta noche una botaratada mayor, una gansada más sandia, una memez más estupenda, lo haría probablemente desde un cinismo sobreactuado, desde esa impostura demagógica, esa enfermiza pulsión por la barbaridad y el disparate que en estas elecciones ha convertido a ciudadanos más o menos respetables en charlatanes de barraca y ventrílocuos de verbena; cualquier exabrupto de última hora carecerá del candoroso impudor, del espontáneo desparpajo, de la conmovedora seriedad y de la arrobada convicción con que Pajín declamó su majadería no ante una propicia parroquia de acarreados jubilatas, sino frente a un auditorio de ministros, empresarios y periodistas que aún no se han sacudido el estupor de haber sido testigos de tan solemne y fenomenal estolidez política.

No era fácil ganar el disparatado concurso de enormidades y tremendismos en que se ha transformado esta campaña hueca, cargante y patosa. Ahí estaba el consejero Güemes con su soberbio despropósito sobre los brotes verdes de marihuana que se fuma la ministra Salgado; o el agrandado Jaime Mayor con el botafumeiro de ungüentos sobre la honorabilidad de Camps; o la encanallada irrupción de José Blanco con su mezquino cómputo de los escoltas de Aznar; o el sorprendente femenino singular -«estoy contenta»- con que el presidente andaluz José Griñán descoyuntó el castellano para halagar a un auditorio de mujeres. Quizá haya resultado éste -un hombre sensato al que el poder está poniendo a prueba con inquietantes resultados- el más duro competidor de Pajín por el disputadísimo título de la mayor patochada. Pero incluso este dislate artificioso, este ridículo retruécano se desvanece ante la sonrojante naturalidad lisonjera y el almibarado hechizo con que la vicesecretaria socialista anunció al mundo la proximidad del prodigio en que los planetas se alinearán bajo el iluminado liderazgo de Zapatero y Obama a ambos lados de la mar océana.

Ha sido un brillante colofón, un adecuado epílogo, un remate a la altura del carrusel de estulticia y sectarismo que han sido estos quince días deshabitados de ideas y saturados de torcidas simplezas, consignas de parvulario y fantochadas para mastuerzos. Quince días de desacomplejada, humillante exhibición de una política nimia, envilecida, majadera. Quince días que merecían acabar así: con una tontería imperial, fastuosa, sensacional. Galáctica.

ABC - Opinión

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