
De habernos anunciado ese acontecimiento cualquier persona marcada por la parcialidad, no le habría concedido la menor importancia. Pero ha sido Leire Pajín la encargada de hacerlo, y Leire Pajín, por su moderación, su elegancia natural e intelectual y su avanzado sentido de la independencia, merece una atención especial. La señorita Leire jamás ha pronunciado una tontería. Está donde está porque se lo ha merecido con creces, y su respeto por las ideas de quienes no piensan o sienten como ella han elevado su prestigio a cotas a las que no llegó ni San Juan de la Cruz con su poesía. No se tomen a broma sus palabras. Acontecimiento planetario. Coincidencia en el poder de Obama y Zapatero. Y con la cautela en ella habitual, sólo nos pide atención, que estemos atentos, que no nos distraigamos con contingencias menores, que sepamos asumir la más bella coincidencia que se ha dado o se dará en el planeta Tierra desde su creación. Levito soñando el movimiento lento y solemne de dos continentes en pos del abrazo. El Atlántico norte desaparece. México se desgaja de los Estados Unidos y navega a la deriva hacia la Tierra del Fuego. Allá ellos. Y la Europa de Zapatero y la América de Obama -¿qué hacemos con Canadá?-, se desplazan de oriente a occidente y de occidente a oriente, respectivamente, para culminar el milagro planetario. ¿Cómo duda Leire Pajín de nuestra atención? A mí, personalmente, y no pretendo influir a nadie, es el único acontecimiento que mi atención requiere. Lo malo es que lo que histórica y planetariamente se une también se escinde cuando las personas pasan. Esa fusión inaudita y planetaria perderá su sentido cuando Zapatero deje de ser el Presidente de la Unión Europea y Obama el de los Estados Unidos de América. De ahí que me atreva a insinuar que hagan ambos lo posible por retrasar la unión planetaria e histórica. Deshacer lo que se ha hecho es muy doloroso. Por ellos, aunque levitando y atentísimo, les recomiendo cautela. Que Obama siga donde está, que Zapatero reste donde resta, y Leire Pajín -como diría Edgar Neville-, a las «Pescaderías Coruñesas».
La Razón - Opinión
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