jueves, 19 de mayo de 2011

Materia inflamable. Por Ignacio Camacho

El movimiento de protesta ha eclipsado el protagonismo de los políticos y se ha plantado en el centro de la escena.

LA protesta, heterogénea y confusa, de los «indignados» se ha vuelto combustible y amenaza con desestabilizar el final de la campaña. El movimiento de rebeldía social le ha robado el protagonismo a partidos y candidatos y se ha plantado en el centro de la escena a cuatro días de las elecciones ante el desconcierto general. Su carácter difuso, asambleario, lo convierte en material inflamable al alcance de cualquier maniobra o de cualquier torpeza de las que tanto abundan en nuestro establishmentpolítico, poco preparado para desafíos no convencionales. El delicado equilibrio entre libertad y seguridad plantea un reto que sobrevuela la atmósfera de la jornada electoral.

La tentación de reducir el problema a una cuestión de orden público altera la naturaleza del conflicto, que parte de una crisis de representación, de una esclerosis institucional agravada por el estancamiento económico. En un sistema democrático sano, cuyos mecanismos representativos funcionasen de modo vigoroso, el descontento ante la recesión cristalizaría en una respuesta electoral de alternativa de gobierno. Pero muchos ciudadanos desconfían también de la oposición porque la asimilan con los vicios de una clase dirigente embalsamada que se ha afianzado a sí misma mediante la apropiación de la actividad pública. Las listas cerradas, el control de la justicia, la corrupción o la insensata exhibición de privilegios corporativos han creado una clima de irritación y desapego que se manifiesta desde hace tiempo en los sondeos en forma de descrédito creciente de los agentes políticos.


La irrupción de ese legítimo malestar se ha producido de manera abrupta, improvisada y legalmente dudosa en su ocupación de la calle o en la interferencia de la campaña, pero el fondo irritado de la sacudida sólo necesita un chispazo para prender como hojarasca seca. El ventajista intento de aproximación que están haciendo los socialistas para usufructuar en su beneficio el frente de rechazo da una idea de su cortedad de miras y de su concepto espurio de la confrontación democrática. Es precisamente esa inquina arrojadiza y oportunista de la mayoría de ciertos dirigentes la que motiva a muchos manifestantes en su repudio genérico, que ha empezado por cuestionar la política pero puede terminar impugnando el sistema.

En estas condiciones de extrema sensibilidad la dirigencia pública, por perpleja que esté, debe moverse con máxima cautela. Una escalada de tensión puede poner en peligro la serenidad democrática que necesitan las elecciones. Cortarle cauces a la protesta, siempre que se mantenga pacífica y respete la convivencia, sería del todo contraproducente. El escenario apunta a una jornada de reflexión en vilo, pero lo peor que podría ocurrir es que esta revuelta anticonvencional encontrase las prosaicas respuestas habituales.


ABC - Opinión

0 comentarios: