sábado, 28 de mayo de 2011

La democracia debe caminar con dos pies, izquierdo y derecho. Por Federico Quevedo

La frase se la he tomado prestada al presidente del Foro de la Sociedad Civil, Ignacio Camuñas, porque creo que tiene mucho sentido común, y viene a cuento de todo lo que estamos viviendo estos días y la crisis en la que se ha sumido el Partido Socialista. Una democracia se sostiene por la certeza de que puede haber alternancia en el poder, y para ello hace falta partidos que reúnan condiciones suficientes para poder gobernar y ocupar el espacio de la oposición. Una de las grandes críticas que desde posiciones no de izquierda se ha hecho a estos más de siete años de Gobierno de Rodríguez Zapatero ha sido a los intentos de anular a la oposición, léase Pacto del Tinell, cordón sanitario y políticas que en lugar de buscar el consenso han buscado la confrontación. Pero eso es agua pasada, entre otras cosas porque tal estrategia no ha tenido éxito, y ahora lo verdaderamente preocupante es comprobar como el que amenaza con ver reducido su espacio político no es el PP, sino el PSOE, y no como consecuencia de una estrategia de la derecha sino de sus propios errores. El resultado de las elecciones del pasado domingo deja un panorama desolador para el PSOE, que se agravará si además pierde Andalucía en las próximas autonómicas, mientras que el PP puede acumular una cantidad de poder como nunca haya tenido ningún partido político en nuestro país.

¿Es eso bueno para la democracia? El PP, desde luego, no tiene la culpa. Son los ciudadanos quienes, ante la opción de votar a un partido que ha llevado al país a una situación insostenible o a otro que puede tener en sus manos la capacidad de sacarlo adelante –cosa que el PP tendrá que demostrar cuando gobierne-, optan por lo segundo. Y no estoy haciendo juicios de valor, sino constatando un hecho. Como además en este país el sistema electoral favorece el bipartidismo, se producen resultados como el del pasado domingo y el que vendrá en las próximas elecciones generales. La victoria del PP parece ya inevitable como consecuencia, insisto, de los numerosos errores cometidos por el socialismo y la confianza que hoy por hoy parece despertar el PP en una parte muy importante de la ciudadanía. Y ahora podemos optar por una doble dirección: seguir tirándonos los trastos a la cabeza unos a otros como hemos venido haciendo hasta ahora –y asumo la culpa en la parte proporcional que me toca-, o comenzar a trabajar para buscar una salida a la crisis política y económica que vive este país y que el Gobierno de Rodríguez Zapatero no ha sabido gestionar. Si optamos por lo primero, a mí lo que pase en el PSOE me dará igual: que se despellejen entre ellos que ya acudirán los buitres a alimentarse de los restos… Pero si optamos por lo segundo, y yo creo que es lo razonable, lo que pase en el PSOE va a tener una vital importancia en el futuro para garantizar el mecanismo de contrapesos en que se fundamenta el equilibrio de poderes de una democracia parlamentaria.
«Los próximos años van a ser claves para que nuestro sistema democrático y el modelo que heredamos de la Constitución de 1978 permanezca vivo, aunque sometido a una profunda reforma, o perezca víctima de su anquilosamiento.»
La acusación hecha por la ministra Carmen Chacón el jueves a mediodía sobre los intentos de desestabilizar al PSOE, al Gobierno y a su presidente, me parece gravísima, pero pone de manifiesto la profundidad de la crisis que atraviesa el socialismo patrio. Se equivoca el PSOE si ya de buenas a primeras y como consecuencia de esa crisis prescinde de quienes pueden competir por el liderazgo del partido. Si resulta que lo único bueno que tiene el modelo de elección del candidato en el PSOE, las primarias, se cuestionan sólo por los miedos de unos y otros a dejar ese proceso en manos de los militantes, lo que de verdad nos está transmitiendo ese partido es que nunca ha creído en los procesos democráticos de elección y que solo los pone en práctica cuando le convienen o cuando le interesa contraponerlos al modelo interno de elección de candidatos en el PP. Perece obvio que el Partido Socialista tiene que hacer una reflexión profunda sobre sí mismo, sobre sus fundamentos ideológicos y sobre sus apuestas programáticas, más allá de personas –en eso tiene razón Patxi López-, pero también es verdad que para que esa reflexión se produzca es importante que haya quien la lidere, y está claro que Rodríguez Zapatero ya no sirve para ese papel, bajo ninguna circunstancia.

Unas elecciones anticipadas serían la alternativa más razonable para que el PSOE pudiera después hacer el análisis que necesita sobre hacia donde quiere ir, entre otras cosas porque del resultado de esas elecciones va a depender muchas cosas, entre ellas pactos imprescindibles para llevar adelante las reformas que este país necesita para salir, no ya de la crisis económica, sino de la crisis político-institucional en la que está inmerso. Más allá de lo anecdótico de las acampadas que se han venido produciendo por todo el país –por cierto, desde aquí mi más enérgica condena y rechazo al modo violento con el que los Mossos desalojaron el viernes la acampada de la Plaza de Cataluña, en Barcelona-, lo cierto es que ese movimiento no va a diluirse, sino que tiene vida propia y por mucho tiempo, y al final los partidos políticos no tendrán más remedio que escuchar esas voces y asumir la necesidad de llevar a cabo cambios importantes en el sistema y en el modelo de Estado que tenemos, y eso no lo puede hacer solo el PP porque requiere de mayorías cualificadas para hacer cambios en la Constitución. Ustedes pueden pensar lo que quieran, pero los próximos años van a ser claves para que nuestro sistema democrático y el modelo que heredamos de la Constitución de 1978 permanezca vivo, aunque sometido a una profunda reforma, o perezca víctima de su anquilosamiento.

Las cosas no van a ser igual en el futuro, nos guste o no, y seguramente nos tendremos que ir acostumbrando a ver cosas, a asimilar cambios que hoy nos parecen imposibles. Lo que tenemos que pedir, que exigir, es que nada de eso se produzca sin el debido consenso que requiere una reforma tan profunda, y para eso es necesario que la democracia siga caminando con sus dos pies, el derecho y el izquierdo, y que no cojee de ninguno de los dos como ha venido ocurriendo hasta ahora. Y supongo que será fácil estar de acuerdo en que Rodríguez Zapatero no es la persona, el líder adecuado a esa circunstancia, porque las elecciones del domingo y la crisis interna de su partido lo han dejado completamente fuera de juego y sin capacidad de liderazgo de ninguna clase. La idea de que se mantenga en el poder hasta marzo de 2012 es casi una pesadilla obsesiva que nos conduce a un escenario cada vez más angustioso. Solo una elecciones anticipadas pueden suponer un punto de inflexión en esta locura, y garantizar que el Partido Socialista asuma de verdad la responsabilidad de buscar el “qué” y el “quién” con los que quiere volver a conseguir la confianza de, al menos, sus votantes.


El Confidencial - Opinión

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