miércoles, 16 de marzo de 2011

Encrucijada nuclear

La catástrofe causada por un terremoto y un tsunami devastadores ha empujado a Japón a una alerta nuclear de incierto desenlace. Su Gobierno parece desbordado por lo acontecido en la central de Fukushima, hasta tal punto que cualquier escenario es posible. De hecho, Bruselas habló ayer con cierto alarmismo de «apocalipsis» ante una situación confunsa y sin control, agravada por las frecuentes réplicas del gran terremoto del viernes. En una secuencia de acción y reacción, casi un automatismo, se ha disparado el debate sobre la seguridad nuclear. Parece lógico que las alarmas hayan saltado y que la opinión pública se inquiete por el presente y el futuro de la que estaba considerada como una fuente de energía solvente hasta esta suerte de tormenta perfecta que ha estallado en Japón. Cualquier mandatario responsable está obligado a analizar un accidente de estas dimensiones para extraer las consecuencias. Algunos gobiernos occidentales han entrado, sin embargo, en una espiral de confusión y precipitación muy alejada de la templanza que cabe esperar ante crisis que se desarrollan a miles de kilómetros y bajo circunstancias casi irrepetibles en el viejo continente. Da la impresión de que la decisión de Angela Merkel de paralizar las siete plantas atómicas más antiguas del país mientras dure la moratoria de tres meses para verificar la seguridad de las centrales nucleares tiene más que ver con sus preocupaciones electorales que con una actitud preventiva proporcionada. En este punto, hay que ponderar la posición de nuestro Gobierno. Su mensaje ha huido de un exagerado alarmismo y ha defendido con argumentos la seguridad de nuestras instalaciones atómicas. La prudencia del ministro Miguel Sebastián ha sido razonable, sin que esa actitud sea óbice para que no se sigan con atención los sucesos de Japón y se adopten las medidas precisas. Iniciativas como, por ejemplo, las pruebas de esfuerzo de las centrales europeas para evaluar su respuesta frente al tipo de riesgos que han sufrido las de Japón, anunciadas por la UE, y que debe aportar información y tranquilidad. Como era de esperar, los prejuicios de la izquierda trasnochada contra las centrales han aparecido para agitar su eterna campaña y pescar en río revuelto. Las ventajas de la energía atómica son hoy las mismas que hasta hace una semana, aunque sus inconvenientes deban ser revisados tras el accidente de Fukushima. Negar hoy que es barata, limpia y fiable sólo podría hacerse desde posiciones sectarias y demagógicas, pero nunca sustentadas en criterios técnicos y en la experiencia, que es lo que debería prevalecer. Para España, como para el resto del mundo, es fundamental, no sólo porque aporta un 18% al mix energético, sino porque es la mejor opción para aligerar nuestra dependencia y reducir una costosa factura. Existe una tragedia en marcha, sí, pero ha sido necesaria la peor catástrofe natural de la historia de Japón para resquebrajar la seguridad de unas instalaciones antiguas. La prioridad ahora es afrontar la emergencia y socorrer a los afectados. Después habrá tiempo para una discusión con argumentos, responsable y sin demagogia.

La Razón - Editorial

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