lunes, 7 de marzo de 2011

Diarrea reguladora. Por José María Carrascal

¿No dicen que están en la política para «servir al país»? Pues que lo demuestrencon hechos.

ACOSADO, y acusado, por todas partes, al gobierno le ha entrado tal pasión reguladora que España empieza a parecer un cuartel con nuevas órdenes cada día. Lo curioso es que el nuestro es uno de los países donde menos se cumplen las leyes, siendo muchas veces las autoridades las primeras en incumplirlas. Zapatero y sus ministros, con el miedo metido en el cuerpo, ni siquiera se dan cuenta de que nos dirigen en direcciones contrarias, produciendo atascos que ríanse ustedes del de la otra noche en la A-6. ¿Qué exagero? Ahí tienen al secretario de Estado de Hacienda, sr. Campa, pidiéndonos que gastemos más, porque somos ricos sin saberlo, y al ministro de Industria, sr. Sebastián, conminándonos a restringir el gasto, porque somos unos derrochones. Aunque eso no es nada comparado con el doble papel del presidente, yendo de pobre en algunos países árabes y de rey Midas en otros. Claro que siempre es mejor que esté fuera que dentro de casa, pues allí no causa tanto daño.

De bastante más sentido que las últimas medidas gubernamentales para afrontar el recrudecimiento de la crisis me parecen las que he encontrado en una hoja volandera en el buzón. Paso a exponérselas: eliminar el Senado, cámara inútil. Acabar con la pensión vitalicia de diputados, senadores y demás «padres de la patria». Revisar el sueldo de alcaldes y alcaldillos, ajustándolo al nivel de sus municipios. Reducir drásticamente el parque móvil oficial. Anular todo tipo de tarjetas de crédito oficiales. Eliminar las asesorías externas de los organismos gubernamentales. Obligar a devolver todo el dinero recibido directa o indirectamente en operaciones ilícitas con fondos públicos. Rebajar drásticamente las subvenciones a sindicatos y partidos políticos, así como su progresiva disminución hasta desaparecer y se financien con las cuotas de sus afiliados.

El ahorro que se alcanzaría con tales recortes tendría un doble efecto beneficioso: por una parte, permitiría alcanzar la estabilidad presupuestaria que nos exige Bruselas sin tomar medidas antisociales. Por la otra, aumentaría la confianza de los españoles en el sistema, al mostrarles que los sacrificios alcanzan a todos. Que son, la confianza y el desequilibrio presupuestario, los grandes déficit de nuestros país.

Naturalmente, este plan de ahorro iría en perjuicio de la clase política y del ejército de paniaguados que ha ido creciendo a su alrededor, hasta convertirse en losa sobre nosotros. Algo que no debe preocuparnos. ¿No dicen que están en la política para «servir al país»? Pues que lo demuestren con hechos. Pero que tenga uno que encontrarse estas propuestas en un folio anónimo indica cuanto le queda todavía por recorrer a nuestra democracia.


ABC - Opinión

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