sábado, 29 de enero de 2011

La guerra de los socialistas. Por Edurne Uriarte

ENCABEZAMIENTO

Cuando un partido cultiva la adoración al líder como el PSOE desde la victoria de 2004, lo normal es que el líder se crea la trascendencia de su figura y de su papel y se niegue a reintegrarse en la mediocridad de los simples mortales. Y mucho menos a aceptar su responsabilidad en el hundimiento del partido. De ahí que la sucesión vaya a producirse a la fuerza. Tan a la fuerza que Rubalcaba y los suyos se la han tenido que anunciar al afectado a través de los medios de comunicación. Pues la campaña de humillación puesta en marcha por Rubalcaba desde otoño no había sido suficiente para hacerle desistir.

Otra cosa es que la sucesión a la fuerza tenga éxito. No solo en defenestrar a Zapatero sin mayores problemas sino en consolidar la candidatura de Rubalcaba sin un conflicto interno. Lo primero parece más fácil por muy poco que le guste a Zapatero. Ni siquiera todo el poder acumulado a lo largo de estos años es suficiente para hacer frente a las catastróficas encuestas de intención de voto. En estos casos, la democracia tiende a realizarse en todos los partidos, es decir, la crítica popular provoca la caída del líder. Falta saber si ocurrirá con resistencia del caído en desgracia o con una elegante adaptación a su fracaso.

Es más complicada la segunda parte, la de la consolidación de la candidatura de Rubalcaba. Las durísimas críticas de ayer de uno de sus enemigos, Tomás Gómez, a la operación sucesoria de esta semana, muestran que esas supuestas primarias sin candidato alternativo que dibuja en el horizonte el aspirante a sucesor no están tan claras. Pues Rubalcaba, que sabe que la victoria electoral es prácticamente imposible, aspira sobre todo a quedarse con el control del partido que es donde está el futuro del poder socialista.

Y habrá unos cuantos que intentarán disputarle ese poder, siempre, claro está, que el Faisán no desbarate antes sus planes.


ABC - Opinión

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