sábado, 29 de enero de 2011

El McGuffin. Por Ignacio Camacho

El debate sobre la edad de la jubilación ha ocultado como un McGuffinla rebaja inmediata de las pensiones.

EL debate de los 67 años ha funcionado en la reforma de las pensiones como los célebres McGuffinsde Hitchcock: un elemento de suspense argumental que parece centrar la trama y la hace avanzar pero carece en el fondo de relevancia. Una excusa, un señuelo, un truco, una liebre eléctrica, que en el caso de la jubilación ha servido para focalizar el debate y otorgarle apariencia de densidad política, minimizando la verdadera dimensión del asunto, que no es tanto la del aplazamiento de la pensión como la de la drástica —e inmediata— rebaja de su cuantía.

El Estado del Bienestar está en quiebra y no tiene dinero para sostener la protección social, en parte porque lo ha dilapidado en años de irresponsabilidad y despilfarro. La reforma de las pensiones se ha planteado porque los prestamistas de deuda exigen garantías de cobro a plazo medio y largo y porque la caja pública tiene telarañas imposibles de limpiar con cuatro millones largos de personas expulsadas del mercado de trabajo. Los avales diferidos se pueden respaldar con el alargamiento de la vida laboral, pero las dificultades contables perentorias exigían una disminución urgente del gasto, instrumentada a través del incremento de los períodos de cálculo. Las pensiones van a bajar ya en función de ese aumento de 15 a 25 años en las bases de la media, y al margen de la edad en que las pueda cobrar cada uno: en 2013 la cuantía se calculará ya sobre 16 años, y a partir de ahí en escala creciente, un año más por cada ejercicio. En total, y por diversos conceptos, acabarán reduciéndose entre un 15 y un 20 por ciento. En conjunto, la reestructuración del sistema no es nada trivial: se trata de lograr un futuro con menos pensionistas cobrando menos dinero. Pero la polémica sobre el momento de la jubilación ha eclipsado todo lo demás actuando como un polo de atracción para la opinión pública. Los que dentro de un par de años se retiren a los 65 creyendo haber escapado de la quema encontrarán ya en sus nóminas los primeros efectos del recorte.

Al final, como casi todos los ajustes elaborados por este Gobierno en su fase de reconversión forzosa, se trata de un objetivo publicitario que ofrecer a los mercados financieros y sus representantes políticos. Cuando la próxima semana llegue a Madrid la señora Merkel, Zapatero le servirá en bandeja el pedido: jubilación a los 67 «como sea». Y en el paquete, junto al mcguffinde la fecha simbólica que garantiza un cierto alivio en la solvencia del Estado —que es lo que importa a los acreedores externos—, irá la depreciación a corto plazo de los ingresos de las clases pasivas. El siguiente paso, que acaso este Gobierno trate de diferir a su sucesor, puede consistir en ir también a por la rebaja de los subsidios de desempleo.


ABC - Opinión

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