jueves, 2 de diciembre de 2010

Houdini ataca de nuevo. Por Fernándo Fernández

Zapatero no es Xavi. Sus movimientos no tienen el ritmo del Barça. Son más bien espasmos de supervivencia.

COMO en el mítico Sábado Noche, el presidente de gobierno vuelve a sorprendernos con una ilusión pasajera. La magia produce efectos inmediatos, pero necesariamente breves porque la ilusión no cambia la realidad, solo la disimula. Y no cabe ya confiar en que los ciudadanos españoles ni los acreedores internacionales se sientan hipnotizados por el personaje. Rodríguez Zapatero no es Xavi. Sus movimientos no tienen el ritmo, la elegancia ni la eficacia del Barça. Son más bien espasmos de supervivencia, juegos tácticos para ganar unos días, actos reflejos de quien prefiere esconderse antes que afrontar su declive político —Cataluña— y económico —el diferencial de la deuda—. Al menos Mourinho tuvo el valor de reconocer en público su ridículo.

Pese a los absurdos desmentidos de estos días, el presidente se ha sacado de la manga un nuevo paquete económico. Como sus innumerables ediciones anteriores, el programa contiene aspectos interesantes pero marginales. La confianza no mejora cuando un gobierno acosado improvisa una respuesta lateral. Menos aún cuando la presenta retando a la oposición a una pelea de gallos. Es de esperar que los populares no caigan en la tentación y aprueben lo que de sensato hay. Pero también que no se dejen amedrentar por las cínicas apelaciones a un patriotismo que se exige como apoyo incondicional a la última ocurrencia de la factoría de ilusiones de Moncloa. Lo presentado dista mucho de lo que exigen las circunstancias. Y las formas no son precisamente una invitación al diálogo sino un nuevo episodio de matonismo gubernamental.


Hay cosas positivas. El gobierno hace caja vendiendo activos, aunque no sean las islas del Egeo, para convencer a los inversores de que el Estado no es insolvente. Como lo hace a regañadientes, sin un programa consistente y negociado de privatizaciones, de enajenación de los muchos reductos del Estado productor no genera confianza. Se puede entender en alguien que ha personificado en el británico Cameron la respuesta neoliberal, pero no compartir. Porque no están los tiempos para nostalgias ideológicas y son más de cuatro mil las empresas, fundaciones y consorcios de capital público en los tres niveles de la Administración. Convendría una revisión en profundidad. Es también positiva la reducción del impuesto sobre sociedades en beneficio de pymes y autónomos, pero no nos olvidemos que las grandes pueden no crear empleo directo, pero son clientes y proveedoras de la pyme y el tipo medio impositivo es alto, muy alto en comparación europea. La eliminación del impuesto obligatorio que recaudan las Cámaras de Comercio es una medida liberalizadora de grandes consecuencias. Pero cuidado, una institución de más de cien años de existencia no sobrevive si no cumple una función importante de apoyo a la profesionalización e internacionalización de la empresa española. Hay que preservar esas actividades, el conocimiento y expertise que atesoran. Quizás es el momento para que la sociedad civil responda al reto, pero habrá que estar atento a los detalles y evitar que suponga una pérdida de independencia de la empresa española.

En definitiva, Zapatero en estado puro. Un nuevo golpe de efecto, pero la letra pequeña está sin definir. Cambios interesantes pero menores que no evitarán que los inversores sigan hablando de la reforma de las pensiones, la restructuración de las Cajas de Ahorros y la sostenibilidad de las cuentas públicas en el Estado de las Autonomías. Ni acabará con la crisis del euro y los problemas políticos del presidente.


ABC - Opinión

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