¿Qué humareda no saldrá de las chimeneas de Rubalcaba el día en el cual haya de abandonar su palacio de señor de las sombras?
METTERNICH está almorzando. Un mensajero entra precipitadamente y susurra algo a su oído. Displicente, el austriaco se dirige a sus invitados: Me dicen que el Señor de Talleyrand ha muerto; Dios sabrá qué ocultas intenciones hay tras su decisión. De aquellos dos a los cuales Chateaubriand describiera como el vicio apoyado en el crimen, quedaba ya sólo él; de ambos, el único grande. Porque vicio como crimen exigen, para ser de entidad, talento. Y el otro de la escena, Fouché, no lo tenía.
La imagen de Fouché me vuelve, desde el día en el cual el gestor de tinieblas Rubalcaba, fue ascendido a guardaespaldas de Zapatero. La gran perversidad de Estado —Talleyrand— no está al alcance de un cualquiera. Sí, la administración de alcantarillas. En cuyo funcionariado, Fouché fue artista. Y hombre hecho a tragar con todo. Y a todo sobrevivir. Los bichos de alcantarilla quedan muy inmunizados.
La imagen de Fouché me vuelve, desde el día en el cual el gestor de tinieblas Rubalcaba, fue ascendido a guardaespaldas de Zapatero. La gran perversidad de Estado —Talleyrand— no está al alcance de un cualquiera. Sí, la administración de alcantarillas. En cuyo funcionariado, Fouché fue artista. Y hombre hecho a tragar con todo. Y a todo sobrevivir. Los bichos de alcantarilla quedan muy inmunizados.
A sólo tres protagonistas de los años peores de la Revolución reserva Michelet el calificativo de scélérats. A Fouché, en su grado más alto. No es fácil traducir scélérat con todas sus connotaciones emotivas. Transcripción literal del latín sceleratus, criminal, sí. Pero, en el francés de Michelet y del XIX, criminal en el aspecto más deshonroso, autor de crímenes infames. Lo que lleva a Michelet a ser tan ofensivo con el hombre que controló la policía entre 1799 y 1815, es conocido: girondino primero, pasado a la más furibunda «montaña» jacobina cuando los vientos giraron hacia el Terror, regicida y mano ejecutora de Robespierre en la matanza de Lyon, Fouché ha preservado un olfato infalible para sobrevivir. En abril de 1794, Robespierre le pide cuentas por la carnicería gratuita a la cual se ha entregado en la represión lionesa. Charlotte Robespierre narra la escena: «Mi hermano le pidió cuentas por la sangre que había hecho correr y le reprochó su conducta con tal energía que Fouché se quedó pálido y tembloroso. Balbuceó unas cuantas excusas y achacó las medidas que había tomado a la dureza de las circunstancias. Robespierre le respondió que nada podía justificar las crueldades de las cuales se había hecho culpable; que, si Lyon se había alzado contra la Convención nacional, no era ésa una razón para hacer ametrallar en masa a enemigos desarmados». Para Fouché, sí lo era. A partir de ese día, pasará a ejercer de espía al servicio del asesinato del Incorruptible. Es uno de los conspiradores, Tallien, quien lo cuenta: «A diario, Fouché venía a informarnos de lo que sucedía en el Comité de Salvación Pública, y la víspera del 9 de Thermidor nos dijo: la división es completa, hay que golpear mañana». Así se hizo. Sobrevivirá, luego, a todo: Convención, Directorio, Consulado, Imperio, Restauración…. Sobrevivir es lo suyo.
Cuando, en 1820, Fouché vea llegar la muerte, las chimeneas del palacio de Trieste en el cual se aloja, humearán sin parar durante tres días. El dueño de los secretos más oscuros del Estado hace limpieza antes de que la Historia irrumpa. En este bonapartismo de Lilliput al cual nos ha abocado por dos legislaturas Rodríguez Zapatero, ¿qué humareda no saldrá de las chimeneas de Rubalcaba el día en el cual haya de abandonar su glacial palacio de señor de las sombras?
Cuando, en 1820, Fouché vea llegar la muerte, las chimeneas del palacio de Trieste en el cual se aloja, humearán sin parar durante tres días. El dueño de los secretos más oscuros del Estado hace limpieza antes de que la Historia irrumpa. En este bonapartismo de Lilliput al cual nos ha abocado por dos legislaturas Rodríguez Zapatero, ¿qué humareda no saldrá de las chimeneas de Rubalcaba el día en el cual haya de abandonar su glacial palacio de señor de las sombras?
ABC - Opinión