lunes, 25 de octubre de 2010

El final de ETA como cortina de la crisis económica. Por Antonio Casado

La economía y la política no siempre van a la par. En un premonitorio artículo de la ex directora del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) publicado dos días antes de la reciente remodelación del Gobierno, Belén Barreiro se refería a las estrategias del poder para evitar que la economía protagonice el debate público cuando la economía es un yacimiento inagotable de malas noticias.

“Para ello –dice Barreiro-, han de surgir asuntos que la ciudadanía considere relevantes, que despierten más consenso que disenso”. Y más adelante: “Mientras las economías estén en crisis solo sobrevivirán los partidos de Gobierno que consigan capear la economía desviando la atención hacia otras cuestiones”. Al final dejaba esta pregunta en el aire: “¿Qué asuntos podrían blindar al Gobierno socialista de los estragos de la crisis?”. La respuesta está en la mente de todos.


Eta ha irrumpido con singulares acentos en la banda sonora del remodelado Gobierno. La voz cantante es la del triunvirato. Primero, el propio presidente, Rodríguez Zapatero, que en rueda de Prensa para anunciar los cambios de ministros ya soltó aquello de que los gestos de los amigos de Eta son “insuficientes” pero “no en balde”. Luego, el vicepresidente, portavoz y ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, se estrenó con detalles sobre el nuevo pisotón policial del huevo de la serpiente y la continuidad de la política antiterrorista. Y el tercero, José Blanco, número dos del PSOE y del poder inversor del Estado, que ayer en Málaga decía que “estamos a punto de acabar con ETA”.

Más ostensible en Zapatero y Blanco, y mucho menos en Rubalcaba, se trata de inocular en la ciudadanía la esperanza de un próximo final de Eta. Sin negar el evidente declive de la banda terrorista, me parece innecesario y un tanto imprudente el hecho de pregonarlo. Sobre todo cuando hay media España mosqueada por si se está incubando un nuevo intento de entenderse con unos criminales por debajo de la mesa. Aunque hay un sector del PP dispuesto a especular políticamente con la sospecha, empezando por Mayor Oreja, me consta la confianza de Mariano Rajoy en la información contraria que de forma fluida Moncloa le viene pasando: “No creo que el Gobierno esté negociando con Eta. No tengo pruebas de lo contrario ¿Qué me engañan? Pues a lo mejor, pero yo tengo que fiarme”.

A ver si por aparcar las malas noticias económicas vamos a poner en riesgo la excelente política antiterrorista que, apoyada por el principal partido de la oposición, está colocando a la banda terrorista en el camino irreversible de su extinción.

La larga reunión del sábado por la tarde en Moncloa (Zapatero y Rubalcaba con el lehendakari, Patxi López, y el consejero de Interior, Rodolfo Ares), ha servido precisamente para ratificarse en la actual estrategia contra la banda terrorista (acoso policial y judicial, cooperación hispano-francesa y cerco legal para impedir la participación de los amigos de Eta en las elecciones) y modular los mensajes. Sin dejarse llevar por la ansiedad. Si se trataba de colocar en la agenda la esperanza de un final de Eta como cortina política de la economía, se ha notado demasiado.


El Confidencial - Opinión

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