viernes, 26 de noviembre de 2010

Patriotismo de marketing. Por José María Carrascal

Necesitamos a alguien, hombre o mujer, honesto, sincero, con sentido común y conocedor de la naturaleza humana.

¿QUIÉN es el antipatriota, el que pone en duda las cuentas del gobierno o el gobierno que una vez tras otra presenta cuentas trucadas? ¿El que exige se diga la verdad o el que sólo genera dudas? Para mi no hay dudas: el que dice la verdad, por dura que sea, es el verdadero patriota, y aquí hace mucho que se nos escamotea. El último ejemplo: si como asegura la vicepresidenta «no hay ningún riesgo para España», ¿para qué cita el presidente a los principales empresarios del país? ¿Para hablar del Madrid-Barça? ¿Por caerle simpáticos? Porque si es para hablar de la crisis, los empresarios le han dicho mil veces su opinión: que ponga en práctica de inmediato todos los ajustes que ha anunciado, y sigue posponiendo. Lo que autoriza sospechar que lo que busca es la foto con ellos, los titulares con ellos, escudarse tras ellos, hacer que hace sin hacerlo.

Nada de extraño que el New York Timestitule «Europa preocupada por España», tras quedarse su gobierno sin excusas ni cabezas de turco. Recuerden su lista «culpables»: los mercados chupasangres. La egoísta Alemania. El antipatriota PP. La «caverna periodística». Al final, el culpable será el pueblo español que «no colabora». Es la degradación típica del líder providencialista cuando sus cuentas no salen y su optimismo se vuelve acritud. En el cine, suele ser el argumento de esas comedias de situación que nos tronchan de risa. En la realidad, produce tragedias individuales y colectivas.


Empieza a dar la impresión de que necesitamos un superhombre para solucionar los problemas políticos y económicos de nuestro país. Cuando no es así. Lo que necesitamos es alguien, hombre o mujer, honesto, sincero, con sentido común y conocedor de la naturaleza humana. Alguien que inspire confianza, que no se deje llevar por las entelequias ideológicas ni por las venganzas políticas, que venga más a construir que a destruir, a unir que a enfrentar. Que no crea saberlo todo ni se conforme con no saber nada. Que observe la realidad con ojos desinteresados y se de cuenta de que lo que tenemos en común los españoles es bastante más de lo que nos separa. Que sea capaz de infundir un optimismo sano, sin dejarse arrastrar por él. Alguien que acepte España y el mundo tan como son, no tal como se lo muestran sus deseos, fobias o anteojos partidistas. Alguien que crea lo que dice, pero que admita que puede estar equivocado. Alguien que no piense que los problemas se arreglan solos, sino que requieren el esfuerzo de, por lo menos, la mayoría.

Estoy seguro de que el pueblo español seguiría a un hombre, o mujer, así, pues gobernar es ante todo inspirar y nada inspira más que el ejemplo. Algo que no hemos tenido los españoles desde hace bastante tiempo.


ABC - Opinión

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