viernes, 26 de noviembre de 2010

Los treinta de Zapatero. Por M. Martín Ferrand

Si Alfredo Pérez Rubalcaba fuera tan listo como se dice, podría haberle disuadido de la iniciativa.

EXISTE una Asociación Española de Escoltas a la que, según se nos alcanza, no está afiliado ninguno de la treintena de grandes nombres de la empresa española que este sábado acudirá a La Moncloa. El motivo de esta «sesión de trabajo» —así la llaman en los terminales propagandísticos de La Casa— es, dicen también, que José Luis Rodríguez Zapatero les pida la máxima moderación en la obtención de beneficios y que aumenten sus inversiones para forzar la creación de empleo. Algo hay que decir cuando no se quiere, o se puede, decir nada; pero pedirle a unos empresarios, mayoritariamente representantes de capital ajeno, la disminución potencial de sus beneficios sería, en la milicia, un delito de alta traición; en la ciencia, un contrasentido y en la vida real, una gran majadería.

Zapatero, que domina las mañas del púgil grogui, sabe que debe agarrarse a lo que pueda para no caer sobre la lona y esperar un golpe de buena suerte. Del mismo modo que Francisco Pizarro remató la conquista de Perú con la ayuda de los Trece de la Fama, Zapatero confía en que los Treinta de la Gran Empresa le guarden y tutelen, le sirvan de guardaespaldas o de paraguas, lo que convenga, para remediar un problema que, si hablamos en serio, se ha construido con la eficaz ayuda, colaboración y protagonismo de un tercio de los reclamados visitantes sabatinos. Los nombres del sector financiero y los inmobiliarios y de la construcción, parte principal del problema, son ahora requeridos para participar en su solución. ¿Paradójico? No, parajódico.

Tenemos en España unas patronales y unos sindicatos de escasa representatividad, que nos cuestan un Congo y, cuando hay que hablar con alguien que pueda decidir, ¿se prescinde de ellos? O, peor todavía, ¿de parte de ellos? ¿Con qué criterios cognoscibles se hizo la selección? No resulta muy serio llamar a unos sin prescindir de los otros y, más todavía, si, dado el número de catalanes previstos para la foto de la reunión, puede sospecharse legítimamente, a la vista del acostumbrado proceder presidencial, que, en la jornada de reflexión para las autonómicas catalanas, de lo que se trata es de obtener una foto capaz de mover el voto de los empleados que todavía confían en sus empleadores. Después de casi siete años de Gobierno y desprecio a la realidad, aislado en su torre de marfil, Zapatero busca compañía y lo hace convocando a un amplio grupo empresarial al modo con que podrían haberlo hecho con una compañía de granaderos. Si Alfredo Pérez Rubalcaba fuera tan listo como se dice, podría haberle disuadido de la iniciativa o, quizás porque lo es, se la aconseja.




ABC - Opinión

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