jueves, 21 de octubre de 2010

Crisis, pero Zapatero sigue

Tras haber negado su agotamiento, Zapatero reconoce con los cambios el verdadero calado de la crisis política que le aqueja: ha lanzado una operación urgente de rescate de sí mismo, de su Gobierno y de su partido.

EN los próximos días habrá nuevas claves de la crisis de Gobierno que ayer realizó José Luis Rodríguez Zapatero, pero puede decirse que la dimensión de los cambios en su equipo demuestra que este segundo mandato está ya agotado. Tras haber negado reiteradas veces su agotamiento, Zapatero reconoce con los cambios en su gabinete el verdadero calado de la crisis política que le aqueja: ha lanzado una operación urgente de rescate político de sí mismo, de su Gobierno y de su partido. La crisis económica y las necesidades nacionales no están en la agenda de esta remodelación, sino el deseo de realizar un último esfuerzo por evitar la «catástrofe electoral» vaticinada por el presidente castellano-manchego, José María Barreda, a quien los hechos han dado toda la razón cuando pedía cambios. Pero, desde luego, no es este un Gobierno «renovado y políticamente reforzado» como lo presentó ayer Zapatero. Es, en todo caso, un Gobierno para apaciguar al partido y a la izquierda y soltar lastre interno. La promoción de Pérez Rubalcaba a la Vicepresidencia Primera y la portavocía del Gobierno no se puede calificar como renovación, porque volverá a ser comunicador del Ejecutivo el que lo fuera en el período crítico de 1993 a 1996, que terminó con la derrota del PSOE de Felipe González. La designación de Leire Pajín como ministra de Sanidad, aparte de una nueva extravagancia de Rodríguez Zapatero hacia las instituciones, es una forma de apartarla, sin humillarla, de su responsabilidad al frente de la organización del Partido Socialista, cometido en el que no ha sabido estar a la altura que exige un partido en crisis.

Siendo el paro el principal problema de España, el nuevo ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, va a gestionar una reforma laboral contra la que se manifestó en la huelga general del pasado 29 de septiembre, en un inequívoco guiño a la izquierda sindical. Con este nombramiento no hay un mensaje de confianza al mercado laboral y a los empresarios. La importante cartera de Exteriores recae en Trinidad Jiménez, a quien Zapatero premia su lealtad y consuela de su sonora derrota en las primarias de Madrid, en una nueva demostración de la incongruencia que enferma los nombramientos políticos. Además, Jiménez se hace cargo de un ministerio en el que su predecesor acababa de ejecutar un amplio movimiento de cambio en destinos diplomáticos y que la deja como legado un desplome de la política exterior. Podría añadirse como rasgo de esta crisis de Gobierno la inefable rebaja de las ministras peor valoradas del Gobierno, Bibiana Aído y Beatriz Corredor, que certifica la insolvente decisión de Zapatero de crear dos Ministerios ideológicos —Igualdad y Vivienda— y perfectamente prescindibles, aunque Zapatero haya urdido la treta de las secretarías de Estado para intentar que todo siga igual. El Zapatero feminista y defensor de la paridad ha pasado a mejor vida. La salida de Miguel Ángel Moratinos y Fernández de la Vega, leales al líder socialista desde el primer día de su etapa de gobierno, expresa la caducidad política en la que se encontraba el Ejecutivo, que Zapatero sólo ha conseguido maquillar levemente con esta remodelación.

Las prioridades de esta crisis están claras. José Luis Rodríguez Zapatero ha creado, ante todo, un gabinete electoral que refuerza a Pérez Rubalcaba en el Gobierno, y a José Blanco, en el partido. El presidente del Gobierno ha querido ejecutar de un golpe un movimiento táctico ante la opinión pública para demostrar que está en forma porque se mueve, y un gesto hacia el PSOE, confiando su vida política a una persona con prestigio interno como Rubalcaba. Una de las incertidumbres de este nuevo gobierno es cómo combinará Rubalcaba la Vicepresidencia política del Gobierno con la dirección del Ministerio de Interior, a punto de comenzar un año electoral, manteniendo el control sobre las Fuerzas de Seguridad del Estado y ante un inminente cambio en la Fiscalía General del Estado. Para los españoles, esta crisis es un movimiento de juego de mesa. La situación económica no ha merecido atención alguna y el equipo de Elena Salgado permanece intacto. El nuevo responsable de Trabajo es crítico con la reforma que, según el Ejecutivo, va a crear empleo. Así no se genera confianza y, por esto mismo, es legítimo dudar de que esta crisis de gobierno permita mejorar las expectativas de la economía española. Crisis de gobierno ha habido y amplia, pero hace tiempo que el problema dejó de ser la identidad y la labor de este u otro ministro. Sigue siendo la dirección política del país. La crisis necesaria que no ha hecho Rodríguez Zapatero es la que empezaba por él mismo y acababa en la convocatoria de unas elecciones anticipadas.


ABC - Editorial

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