jueves, 21 de octubre de 2010

Todo el poder a los soviets de Fouché. Por Hermann Tertsch

Zapatero relega la gestión a un segundo plano y convierte en su principal objetivo la guerra contra la oposición.

LO que parece haber disfrutado el presidente con la sorpresa. Como un niño. Con falsa modestia nos decía ayer que el «suspense» no se daba porque se había conocido toda la amplitud del cambio antes de que él compareciera ante los medios para comunicarnos la buena nueva a los españoles. Pero no podía enfadarse, ya que todos sospechan por dónde llegó al principal diario socialista la filtración de los cambios de gobierno. Todos conocen en Madrid las prácticas consuetudinarias del gran triunfador de la jornada, definitivamente el Gran Fouché, el superpolicía y maestro de la intriga convertido en el hombre fuerte de la deteriorada democracia española. Alfredo Pérez Rubalcaba, de trayectoria perfectamente conocida, es desde hoy el amo del aparato del Estado sin contrapoder que pueda tomarse en serio. Debimos sospechar que algo serio y grave se cocía cuando el domingo el presidente del Gobierno aseguró que no haría una crisis amplia. Cuando dice una cosa, hay que dar por hecho la contraria. La compulsión de Zapatero a decir lo que sabe que no es cierto es ya legendaria. Raya en lo infantil. Parece sentir placer al propagar una falsedad que horas o días después desmiente la realidad. Diríase que disfruta con el engaño. Pero dejemos el peligroso análisis de una mente y un carácter tan complicados como los del presidente. Y vayamos a lo que importa. Tenemos un nuevo Gobierno. Y es un Gobierno para el combate. Se acabaron las tonterías. Zapatero nos revela que ya no espera ganar las elecciones gracias a una recuperación económica. Porque hasta él sabe ya que no va a llegar en mucho tiempo y en todo caso no para ser utilizada en lo que a él le importa. Ya se arreglará la economía. Ahora hay que evitar la victoria del PP, a toda costa. Hay que impedir la alternancia pese a la evidencia de las encuestas de que la mayoría de la ciudadanía la quiere. Por eso, lo que ayer presentó no es ya un Gobierno para aplicar reformas y buscar consensos y acuerdos dentro y fuera de
nuestro país para superar la crisis. Es un comando político de intervención para ganar las elecciones a pesar de la crisis y sus efectos. Zapatero relega la gestión a un segundo plano y convierte en su principal objetivo la guerra contra la oposición. A movilizar los soviets bajo mando de Fouché. Rescata los planes de marginar al PP e integrar a todos los aliados posibles en una política de izquierdismo reforzado y hostigamiento e intimidación de la discrepancia. Entre los amigos potenciales estarán también la izquierda abertzale porque capítulo prioritario en este guión para año y medio es el final de ETA, pactado con ETA. Paradójicamente, dada la ineptitud de los cuadros del zapaterismo, ha tenido que recurrir a bragados políticos del felipismo. Pérez Rubalcaba, es ya el todopoderoso vicepresidente de este Gobierno —como ya lo llamaban ayer sus socios periodistas—. Será el encargado de utilizar todos los resortes del aparato del Estado para derrotar a la oposición e impedir —como sea— la alternancia. No es descabellado el temor a que se haya dado la puntilla a la ya malherida seguridad jurídica en España. El PP y su líder Rajoy deberían entender que se han acabado las bromas. Y que la parsimonia de su líder y sus políticos funcionarios ya no vale. Que no esperen a que el cadáver del Gobierno pase por delante de Génova, porque el moribundo sólo ha cogido fuerzas para ir a por ellos. Este gobierno no va a resolver ninguno de los problemas reales de los españoles. No está hecho para eso. Es un zombie diseñado para destruir la alternativa. Con alguna cara amable para vender al público la guerra política implacable que comienza.


ABC - Opinión

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