viernes, 10 de septiembre de 2010

Reforma laboral fallida

Zapatero ha conseguido que la izquierda y los sindicatos afines —sumisos hasta hace poco— hagan causa común con una huelga general que solo puede conducir a agravar nuestros males.

AYER se aprobó definitivamente en el Congreso de los Diputados el texto de una reforma laboral que nace con el lastre de la falta de consenso y la convicción general de que es insuficiente para encauzar la salida de la crisis. El Gobierno se ha empeñado en sacar adelante su propio proyecto. De las cerca de 600 enmiendas presentadas en sucesivos trámites parlamentarios, sólo se han admitido 70, y ayer mismo fueron rechazadas todas las modificaciones aprobadas por el Senado (incluido el ya famoso «punto y coma»), excepto una de escasa relevancia. El PSOE ha salvado el tipo prácticamente en soledad, por la mínima y poniendo de manifiesto que, en la práctica, las culpas de las consecuencias de esta reforma laboral recaerán exclusivamente sobre los socialistas. Ayer, con toda razón, el PP reiteró sus críticas sobre esta oportunidad perdida para hacer frente con seriedad a los problemas de un mercado de trabajo extremadamente rígido, que necesita decisiones mucho más ambiciosas de cara al objetivo fundamental de crear empleo. Rodríguez Zapatero ha conseguido que la izquierda y los sindicatos afines —sumisos hasta hace poco— hagan causa común en la defensa de una huelga general que solo puede conducir a agravar los males que aquejan a una economía actualmente bajo mínimos. Los gritos de «Zapatero dimisión» que ayer se escucharon en el acto sindical de «calentamiento» de la huelga son un reflejo bien significativo del estado de ánimo de miles de trabajadores indignados.

Mientras crecen las colas del paro, nuevos datos vienen a confirmar el deterioro imparable de la situación. Así, España ha caído notablemente en los índices internacionales de competitividad, pasando del puesto 36 al 43, empatado con Puerto Rico. La aparente mejora de las exportaciones, muy limitada en todo caso, se debe más bien al abaratamiento de los costes que a una recuperación inexistente. Es muy significativa la imagen de Celestino Corbacho solo en el banco azul, mientras apura sus últimos días antes de abandonar el barco que zozobra. Una y otra vez, el PSOE pretende salir del paso «como sea», en esta ocasión con una reforma que rechazan los empresarios, los sindicatos, los expertos y todos los grupos parlamentarios, incluso aquellos que permiten su aprobación por razones coyunturales. Un retoque en las causas del despido objetivo y un nuevo recorte de las prestaciones sociales no son ni mucho menos argumentos suficientes para dar el impulso necesario a una sociedad que desconfía profundamente de un Gobierno incapaz e incoherente.

ABC - Editorial

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