viernes, 10 de septiembre de 2010

Gobierno en funciones. Por Ignacio Camacho

Los ministros abandonan por goteo implorando el cese en un Gobierno que se desangra. Es un Gabinete en funciones.

EL Gobierno se desangra y Zapatero se ha quedado como el Pantócrator, con un dedo en alto pero inmóvil. Los ministros le abandonan por goteo —la última por ahora en pedirle el relevo ha sido Cristina Garmendia— y le imploran el cese por turnos, pero el líder ha decidido esperar hasta evaluar los daños de la huelga. Lo que queda es de hecho un Gabinete en funciones, que si ya estaba colapsado por falta de cohesión ahora anda simplemente en estado vegetativo. Al presidente le ha fallado el manejo de los tiempos, ese recurso dialéctico con que los políticos encubren su falta de decisión, y el resultado es que se le está pudriendo el Gobierno en la expectativa de su propio desguace.

Claro que los que se quieren ir son los que se pueden ir, los que tienen una vida al margen de la política. Garmendia es una empresaria de éxito que se ha cansado de las falsas promesas de Zapatero, un galán que seduce y olvida. Ni la ministra ni su Ministerio pintan ya nada en un Gobierno que se ha desentendido de la ciencia y de la tecnología. De Gabilondo, otro que no necesita del poder, no consta que haya expresado deseos de retirada pero se dedica a matar su forzoso ocio político escribiendo libros de filosofía. Corbacho no tiene oficio ni estudios pero sí dispone de un sitio donde le quieran, lo que no es poco en estos tiempos de desafecto y de traiciones. Ha preferido el calor de su gente en el cinturón de Barcelona y recoger los restos del inminente naufragio de Montilla.


El presidente abusa de su disciplina de partido y lo va a utilizar como fusible de la huelga: ayer ya lo dejó solo en el Congreso —solo es solo: no había nadie en el banco azul— para defender la reforma laboral, que no ha ideado el Ministerio de Trabajo sino el de Economía, o más bien el grupo de pretorianos de la Moncloa. Como él mismo se ha puesto fecha de caducidad el presidente lo va a achicharrar hasta las cenizas; el líder que se comía los morros con los sindicatos no quiere dar la cara y manda a Corbacho para que se la partan. Y el resto se parapeta en quehaceres que no tiene para evitar salir a una intemperie que se ha vuelto muy desapacible aunque aún colee el verano.

La huelga del 29 quizá tenga poco éxito —y el que tenga dependerá del colapso de los transportes, porque la mayoría no quiere secundarla—, pero sí ha conseguido ya fijarle un paréntesis artificial a la vida pública española. Zapatero se ha hibernado a sí mismo hasta que pase la tormenta laboral (y las primarias de Madrid, que le importan mucho más de lo que sostiene) y está dispuesto a dejar pasar septiembre en blanco. España está bajo un Gobierno provisional, letárgico, que ya ni siquiera oculta su parálisis. Tampoco lo iba a lograr: lleva meses en coma asistido.


ABC - Opinión

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