El PNV ya se lo ha advertido al Gobierno: recurrirá al chantaje político si es preciso y sacará tajada de la debilidad del Zapatero más expuesto desde que llegara a La Moncloa.
LA tensión en la negociación de los Presupuestos Generales del Estado entre el Gobierno y el PNV no ha esperado siquiera a septiembre para hacerse visible, y el intercambio mutuo de mensajes revela el estado de necesidad en que se halla José Luis Rodríguez Zapatero y la posición de fuerza que han adoptado los nacionalistas vascos. Las incipientes tomas de contacto en las negociaciones pronto serán un auténtico proceso opaco plagado de cesiones inconfesables porque en nada favorece a Zapatero su cultivada imagen de dadivoso oportunista, y menos aún cuando lo que está en juego es su supervivencia en la legislatura. En cualquier caso, los guiños entre ambos son un síntoma de que no todo está perdido para Zapatero, a quien una hipotética prórroga de los Presupuestos obligaría a convocar elecciones. Ahora, Zapatero no se recata en buscar al PNV como «socio preferente», y los nacionalistas se saben «los únicos socios posibles», por lo que ya han advertido de que no van a «dejar pasar la ocasión». Representando su papel de oposición en el País Vasco para pasar al cobro las facturas pendientes, el PNV recurrirá en Madrid al chantaje político si es preciso y sacará tajada de la debilidad del Zapatero más expuesto desde que llegara a La Moncloa.
«Más autogobierno» exige el PNV y «más autogobierno» está dispuesto a conceder Zapatero. La garantía del control presupuestario de las Diputaciones vascas se da por descontada. Cuestión distinta es qué garantías podrá dar Zapatero desde su inestable posición para afrontar una hipotética reforma del Estatuto de autonomía vasca, y con qué grado de credibilidad podrá acoger el PNV sus promesas. Los compromisos adquiridos en su día por el jefe del Ejecutivo con el líder de CiU a cuenta del Estatuto catalán se saldaron hace ya meses con la lapidaria afirmación de Artur Mas de que «Zapatero no es de fiar». Y precisamente el PNV nunca ha portado la ingenuidad por bandera. Por ello, la principal incógnita de esta negociación no es saber qué nuevas competencias está dispuesto Zapatero a transferir al País Vasco, sino qué garantías de «poder político» es capaz de ofrecer al PNV a medio plazo. No es descabellada la hipótesis de que ese «poder político» sólo puede pasar por la desactivación de la alianza entre socialistas y populares en el País Vasco en primer término, y por el desalojo de Patxi López de Ajuria Enea en última instancia. No son casuales, pues, ni los recientes dardos de López a Zapatero a cuenta de la debilidad del PSOE, ni la advertencia lanzada por Josu Erkoreka para que el Gobierno vasco «no interfiera» en su negociación con Zapatero. El jefe del Ejecutivo equiparó ayer en China el tamaño de «Miguelín», el enorme muñeco que se exhibe en el pabellón español de la Expo de Shanghái, con el tamaño que adquirirá la economía española. Pero eso ya no dependerá de Zapatero, sino del PNV.
ABC - Editorial
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