martes, 31 de agosto de 2010

Crisis. El orgullo de ZP. Por Emilio J. González

La única salida a esta más que difícil situación que Zapatero ha creado él solito es ir a las urnas. Lo malo es que el presidente está cegado por su orgullo, el cual le impide ver que está encerrado en un callejón sin salida.

Suele decirse que el orgullo precede a la caída. Para Zapatero, va a ser su perdición. Error tras error, el presidente del Gobierno ha conseguido prácticamente quedarse aislado en términos políticos y ahora se encuentra desesperado por ver cómo salva lo que queda de legislatura ya que, en última instancia, el poder le gusta más que a un niño un caramelo y va a luchar a la desesperada para tratar de conservarlo. De hecho, este apego al poder llevó a ZP a tratar de destruir al Partido Popular y ahora se encuentra con que, después de haber quemado casi todos los puentes y las vías de comunicación con el PP, no puede acudir a él para sacar adelante los presupuestos para 2011 y, de esta forma, prolongar su ya agónica estancia en La Moncloa. Porque los del PP, después de cómo los ha tratado, ya no se muestran dispuestos a colaborar y piden elecciones anticipadas. Lo mismo que una CiU que no se olvida de cómo los socialistas catalanes traicionaron el pacto alcanzado entre Mas y ZP para la gobernabilidad de Cataluña. El presidente, por tanto, no tiene apoyos y, más que pedirlos, los mendiga, estando dispuesto a entregar todo lo que pida quien le brinde los votos necesarios para seguir en el poder, aunque para ello tenga que vender a España si hace falta. El PNV conoce de sobra la apremiante necesidad de apoyos parlamentarios que sufren los socialistas y ya ha dejado bien claro que está dispuesto a cobrar por ellos un precio muy elevado, como también lo ha dejado claro Urkullu recientemente al hablar de elecciones anticipadas; con lo cual han puesto a ZP entre la espada y la pared y si este no pasa por el aro peneuvista, no habrá presupuesto.

En estas circunstancias, un político sensato trataría de restaurar unas mínimas relaciones con el PP. A Zapatero, sin embargo, su orgullo se lo impide. Su orgullo y su estrategia, porque después de negar la crisis por activa y por pasiva, después de rechazar de plano las medidas de ajuste que proponían los de Rajoy, más sensatas que las ideas descabelladas que han salido de Moncloa, ahora no puede sentarse a hablar con los populares de pacto porque éstos pondrían sus condiciones, contrarias a la política de los socialistas, y se acabarían llevando el mérito de las soluciones contra la crisis, algo que el presidente no está dispuesto a concederles ni de broma. Y eso suponiendo que, a estas alturas, los del PP quisieran pactar, lo cual, por lo visto en el momento de convalidar el decreto de recorte del sueldo de los funcionarios y de congelación de las pensiones, hoy por hoy no parece posible. Con semejantes coordenadas, cualquier político con un mínimo de sensatez y de sentido del Estado entendería que la legislatura se ha acabado, que hay que ir a elecciones anticipadas. Pero en Zapatero, cualquier cosa parecida a ese sentido de Estado es pura coincidencia. Su orgullo le impide darse cuenta de que está políticamente acabado; dado que quiere seguir adelante al precio que sea, porque lo único que le importa es él mismo, está dispuesto a dar lo que sea con tal de satisfacer sus deseos.

En el PNV lo saben y por eso tensan y tensan la cuerda con sus demandas a cambio de sus votos. Saben perfectamente que cuanta más presión le metan a Zapatero, más concesiones le van a conseguir arrancar. Concesiones que tienen dos objetivos: la perpetuación del PNV en el poder en el País Vasco y la marcha inexorable hacia el autogobierno como preludio de la independencia. Y ZP, a quien España le importa un bledo, está dispuesto a conceder y conceder. Lo malo es que al presidente del Gobierno le puede volver a ocurrir como en Cataluña: que los socialistas vascos rechacen los acuerdos a que pueda llegar con el PNV porque saben que si desperdician la oportunidad de cambio en el País Vasco que se ha abierto con la llegada de Patxi López a la lehendakaritzia no les vuelve a votar ni el tato. Y el PSE no está por suicidarse políticamente, y menos aún por que su supuesta autoinmolación sirva para apuntalar en el poder a un líder tan crecientemente contestado en las filas socialistas de toda España como Zapatero, con lo cual es dudoso que llegue a respaldar lo que puedan acordar Moncloa y el PNV.

¿Qué pasaría entonces? Pues que ZP se habría quedado completamente solo, sin apoyos con los que sacar adelante una sola medida económica, con la oposición pidiendo elecciones anticipadas con más y más insistencia y con los mercados tomando buena nota de la ingobernabilidad de la economía española y actuando en consecuencia para hundirnos profundamente en una crisis que todavía no hemos empezado a superar. La única salida a esta más que difícil situación que Zapatero ha creado él solito es ir a las urnas. Lo malo es que el presidente del Gobierno está cegado por su orgullo, el cual le impide ver que está encerrado en un callejón sin otra salida que ésta.


Libertad Digital - Opinión

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