Sería muy conveniente por el bien del futuro de la democracia en Cuba que PSOE y PP, como principales partidos de España, adoptaran una política consensuada hacia la dictadura comunista.
Lo siento. No me queda más remedio que insistir una vez más. En el PSOE se equivocan con el régimen castrista. La visita anunciada para la semana que viene de una delegación de este partido a La Habana no va a conseguir los objetivos planteados. Si es que existe algún objetivo.
Primero, se equivocan al pensar que el Gobierno español está detrás de la actual estrategia emprendida por el régimen comunista para excarcelar presos políticos. Lo que está sucediendo en Cuba, a tenor de lo que me informan algunos de los ex presos que ahora viven pacíficamente en Valencia, es que el gobierno castrista está acorralado por una grave crisis económica que puede suponer su derrumbe definitivo y una sociedad civil cada vez más crítica con sus actuaciones y, sobre todo, desde la muerte en prisión de Orlando Zapata Tamayo el pasado 23 de febrero. Una sociedad civil que lucha por las libertades y que empieza a ocupar espacios en las calles, de forma pacífica y ordenada, como un ejemplo cívico de que el cambio es posible desde dentro: el gran temor de los Castro.
Segundo, se equivocan al pensar que no deben entrevistarse con las organizaciones opositoras y disidentes, que además se han dirigido a ellos en demanda de reuniones. Es un error no reconocer a los defensores de la libertad y los derechos humanos en Cuba, y mantener contactos políticos tan sólo con los opresores y los carceleros de gente que lo único que quiere es libertad, como nosotros en España. Con esta decisión, la delegación del PSOE que viajará a Cuba –que, no conviene olvidar, es una delegación de partido, y no de gobierno– para reforzar lo que denominan como "diálogo exigente", va a perder una gran oportunidad de hacer valer ese diálogo, fundamental para el futuro de Cuba, en el que no deben ser excluidos de forma sistemática los grupos de la oposición y disidencia interna.
Primero, se equivocan al pensar que el Gobierno español está detrás de la actual estrategia emprendida por el régimen comunista para excarcelar presos políticos. Lo que está sucediendo en Cuba, a tenor de lo que me informan algunos de los ex presos que ahora viven pacíficamente en Valencia, es que el gobierno castrista está acorralado por una grave crisis económica que puede suponer su derrumbe definitivo y una sociedad civil cada vez más crítica con sus actuaciones y, sobre todo, desde la muerte en prisión de Orlando Zapata Tamayo el pasado 23 de febrero. Una sociedad civil que lucha por las libertades y que empieza a ocupar espacios en las calles, de forma pacífica y ordenada, como un ejemplo cívico de que el cambio es posible desde dentro: el gran temor de los Castro.
Segundo, se equivocan al pensar que no deben entrevistarse con las organizaciones opositoras y disidentes, que además se han dirigido a ellos en demanda de reuniones. Es un error no reconocer a los defensores de la libertad y los derechos humanos en Cuba, y mantener contactos políticos tan sólo con los opresores y los carceleros de gente que lo único que quiere es libertad, como nosotros en España. Con esta decisión, la delegación del PSOE que viajará a Cuba –que, no conviene olvidar, es una delegación de partido, y no de gobierno– para reforzar lo que denominan como "diálogo exigente", va a perder una gran oportunidad de hacer valer ese diálogo, fundamental para el futuro de Cuba, en el que no deben ser excluidos de forma sistemática los grupos de la oposición y disidencia interna.
Tercero, se equivocan al querer confundir a la opinión pública española, por enésima vez, tanto sobre lo que ellos califican como "política de confrontación" –practicada por los gobiernos de José María Aznar, y que sustenta las bases de la Posición Común de la Unión Europea hacia la dictadura comunista de Cuba– como sobre la "política de Zapatero", convencida en que hay que mantener el "diálogo exigente" con los opresores para que se obtengan resultados. Lo siento, pero creer que la libertad de los presos políticos responde al efecto combinado de las gestiones de la política emprendida por el Gobierno español y la jerarquía de la Iglesia es jugar con una miopía política sin precedentes contra un enemigo que se las sabe todas. Ahí están sus 51 años en el poder.
A mí no me cabe la menor duda que los socialistas españoles se alegran de las liberaciones de presos políticos en Cuba, y que muchos, en su corazón, comparten los principios de libertad y derechos humanos que el castrismo roba a los cubanos. Pienso, además, que en este momento la figura de Fidel Castro y de su hermano apenas aportan capital o rentabilidad electoral en la izquierda más radical, un espacio hacia el que el PSOE muestra poco interés, a tenor de las elecciones de años anteriores, sobre todo porque es un espacio prácticamente liquidado en el mapa político español.
Por eso, me gustaría que la delegación socialista, encabezada por Elena Valenciano, se entrevistara con las Damas de Blanco, que formase parte de sus marchas pacíficas en Miramar el domingo, que visiten a los principales disidentes de los grupos de la oposición y que se interesaran por las condiciones en que sufren los presos políticos que no han cometido delito alguno. Sería bueno que mantuvieran reuniones con las organizaciones sindicales independientes, con las asociaciones de pequeños agricultores, con la prensa independiente, con las organizaciones que solicitan que solo haya una moneda, con todos los colectivos que se mantienen alejados del poder omnímodo del castrismo.
Y un último ruego. Sería muy conveniente por el bien del futuro de la democracia en Cuba que PSOE y PP, como principales partidos de España, adoptaran una política consensuada hacia la dictadura comunista. No debería ser difícil alcanzar este objetivo si se establecen bases adecuadas de diálogo entre los dos partidos. La Posición Común podría verse muy reforzada de una estrategia estable y ordenada frente a la dictadura castrista que dejase muy claro que España no desea un régimen dictatorial en Cuba, que apuesta por la democracia y la libertad, así como el pleno respeto a los derechos humanos, y que no deben existir presos políticos ni represión por el ejercicio de las libertades democráticas.
¿Es tan difícil ponerse de acuerdo en estos postulados? Muy bien haría la delegación socialista de comunicar estos principios al régimen castrista y hacerle ver que con España no se juega ni se utiliza el chantaje para conseguir objetivos de muy corto plazo. Ese sería el verdadero sentido y papel a desempeñar por España en el futuro de Cuba, y todos estaríamos de acuerdo. Todos, excepto los castristas.
A mí no me cabe la menor duda que los socialistas españoles se alegran de las liberaciones de presos políticos en Cuba, y que muchos, en su corazón, comparten los principios de libertad y derechos humanos que el castrismo roba a los cubanos. Pienso, además, que en este momento la figura de Fidel Castro y de su hermano apenas aportan capital o rentabilidad electoral en la izquierda más radical, un espacio hacia el que el PSOE muestra poco interés, a tenor de las elecciones de años anteriores, sobre todo porque es un espacio prácticamente liquidado en el mapa político español.
Por eso, me gustaría que la delegación socialista, encabezada por Elena Valenciano, se entrevistara con las Damas de Blanco, que formase parte de sus marchas pacíficas en Miramar el domingo, que visiten a los principales disidentes de los grupos de la oposición y que se interesaran por las condiciones en que sufren los presos políticos que no han cometido delito alguno. Sería bueno que mantuvieran reuniones con las organizaciones sindicales independientes, con las asociaciones de pequeños agricultores, con la prensa independiente, con las organizaciones que solicitan que solo haya una moneda, con todos los colectivos que se mantienen alejados del poder omnímodo del castrismo.
Y un último ruego. Sería muy conveniente por el bien del futuro de la democracia en Cuba que PSOE y PP, como principales partidos de España, adoptaran una política consensuada hacia la dictadura comunista. No debería ser difícil alcanzar este objetivo si se establecen bases adecuadas de diálogo entre los dos partidos. La Posición Común podría verse muy reforzada de una estrategia estable y ordenada frente a la dictadura castrista que dejase muy claro que España no desea un régimen dictatorial en Cuba, que apuesta por la democracia y la libertad, así como el pleno respeto a los derechos humanos, y que no deben existir presos políticos ni represión por el ejercicio de las libertades democráticas.
¿Es tan difícil ponerse de acuerdo en estos postulados? Muy bien haría la delegación socialista de comunicar estos principios al régimen castrista y hacerle ver que con España no se juega ni se utiliza el chantaje para conseguir objetivos de muy corto plazo. Ese sería el verdadero sentido y papel a desempeñar por España en el futuro de Cuba, y todos estaríamos de acuerdo. Todos, excepto los castristas.
Libertad Digital - Opinión
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