martes, 31 de agosto de 2010

Agresiones. Por Eduardo San Martín

Un cambio en la posición del Gobierno sobre el Sahara le enajenaría aún más el favor de la izquierda militante en favor del Polisario.

Vaya por delante que los activistas españoles detenidos y maltratados este fin de semana en El Aaiún por la policía marroquí sabían que se metían en la boca del lobo. Podían suponer lo que les esperaba y asumieron el riesgo. Es incluso probable que ese fuera precisamente su objetivo. No podía entrar en sus planes, sin embargo, el grado de brutalidad con que fueron tratados.

Dicho esto, las agresiones vuelven a poner a prueba las relaciones entre ambos países porque afecta a una cuestión, el Sahara, que Marruecos considera intocable.


Ninguna protesta de amistad con España va a atemperar una conducta que viola las resoluciones de la ONU y algunos derechos fundamentales. Para observadores expertos, es la cuestión del Sahara la que se esconde detrás de los últimos incidentes de Melilla. Nadie cree que, en la capital marroquí, Rubalcaba hablara sólo de comisarías conjuntas y cooperación antiterrorista. El último informe de la ONU sobre el Sahara es muy negativo para Marruecos. El asunto se encuentra en punto muerto y Rabat, que cuenta ya con el apoyo de Estados Unidos y Francia, quiere sumar a España para modificar la doctrina oficial de la ONU sobre el asunto: referéndum de autodeterminación. Los próximos meses podrían ser decisivos.

Además, el asunto plantea un doble dilema al Gobierno español. De un lado le obliga a elegir entre la defensa de sus nacionales o no incomodar a un régimen al que trata como aliado preferente, pero que no pierde la oportunidad de apretarnos donde más nos duele cuando le conviene. A lo que se ve, el Gobierno se inclina por lo último. De otro, un posible cambio en su posición sobre el Sahara, al que cada día es más propenso, le enajenaría aún más el favor de una izquierda que milita activamente en favor del Polisario. No será el último incidente.


ABC - Opinión

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