martes, 6 de julio de 2010

Más firmeza con Cuba

Miguel Ángel Moratinos viaja por tercera vez a Cuba en un momento especialmente delicado, con el disidente Fariñas en estado agonizante tras más de cuatro meses en huelga de hambre ante la indiferencia de la dictadura castrista. El titular de Exteriores ha manifestado que no piensa visitar a Fariñas y también ha confirmado que no va a tener contacto alguno con los representantes de la disidencia. Moratinos se escuda en que no quiere ninguna, así lo ha definido, «foto de oportunidad», cuando lo cierto es que sería una instantánea que reflejaría el apoyo y el compromiso, aunque no se esté de acuerdo con los métodos, del Gobierno español con la defensa de los derechos humanos en la isla. Quizá la razón última de esta negativa a reunirse con la disidencia se corresponda al deseo del Gobierno socialista de no «molestar» al régimen castrista, siguiendo así con esa postura condescendiente y tibia que, por ahora, ha dado unos resultados que, siendo amables, sólo se pueden calificar como pobres.

Moratinos dijo ayer que «tengo otros objetivos en mi estancia en Cuba». Éstos –y cabe subrayar que son estimables y no merecen, a priori, una reprobación– pasan por apoyar las gestiones que ha emprendido la Iglesia Católica con el Gobierno cubano. En el último mes, la Iglesia católica se ha apuntado un logro nada baladí, ya que la dictadura castrista ha accedido a liberar a dos disidentes, Ariel Sigler y Darsi Ferrer, y también ha aprobado el acercamiento de una docena de presos políticos a las cárceles más cercanas a sus lugares de origen. Bienvenidas sean estas acciones, pero sin duda tienen un cortísimo alcance. El Gobierno español va a hacer lo que debe: apoyar a la Iglesia católica en su diálogo y sus negociaciones con el régimen pero no debe olvidar que, con esta iniciativa, también se le está dando un balón de oxígeno a la dictadura. Ésta, a cambio de excarcelar a algunos presos de manera simbólica, maquilla también su nula predisposición a encarar reformas de más calado y verdaderamente relevantes para sus ciudadanos.

Poco cabe esperar de este viaje de Moratinos a Cuba. Ni a corto plazo ni a medio plazo. El ministro comete un error al no entrevistarse en la Embajada española con los disidentes. Discretamente si se quiere, pero sus opiniones también merecen ser consideradas y ponderadas. Menospreciarlos como interlocutores es deslegitimarlos aún más frente a la dictadura castrista. Puede que se pierda otra oportunidad para ser más firmes y contundentes en la defensa de los derechos humanos en la isla en la que tan pocos, por no decir nulos, avances ha habido en estos últimos años. La estrategia de suavizar la presión contra el régimen con la esperanza de que éste emprenda las reformas deseables es un fracaso. Es verdad que se está ante una situación compleja que exige prudencia, pero no se puede ir a Cuba con unas objetivos bajo mínimos y sí con un discurso claro y rotundo de defensa de las libertades. El resto, es hacerle el juego al régimen para que siga perpetuándose a costa de la represión de miles de cubanos.


La Razón - Editorial

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