Rodríguez Zapatero es un virtuoso del aplazamiento y la dilación. No pierde el tiempo, lo despilfarra
UN hombre de provecho, cabal y responsable, no debe perder el tiempo y ha de tratar de sacarle partido, en el disfrute de sus devociones y en el cumplimiento de sus obligaciones, a todos los minutos del día. Tan sabio principio tiene su excepción en la política, donde nada suele ser lo que parece y todo tiende a parecer lo que no es. José Luis Rodríguez Zapatero, por ejemplo, es un virtuoso del aplazamiento y la dilación. No pierde el tiempo, lo despilfarra, y esa es la principal herramienta con que construye su permanencia en La Moncloa. Cualquier otro menos dotado para esas mañas ya tendría en la pechera la marca del ex, no hubiera renovado su condición presidencial en las últimas legislativas y estaría hoy, si creyente, en el Císter o, si agnóstico, en el ostracismo.
Estos últimos días han sido fatales para Zapatero. El final de su semestre como presidente de la UE, al que la iluminación de una devota profesional auguró como éxito planetario, aportó el ridículo de un paupérrimo balance y, a mayor abundamiento, coincidió con él la sentencia del TC sobre el Estatut que le pone en evidencia como promotor del problema y elemento disociador del todo histórico del PSOE en, por lo menos, dos fracciones de difícil recomposición. No importa. El prometedor futuro de la Selección Española de Fútbol acudió en su ayuda y, en su condición de «ministro del Deporte», atrajo hacia su propia imagen parte de la gloria que les corresponde a Vicente del Bosque y a sus animosos muchachos.
El aplazamiento del debate político sobre la difícil situación por la que atravesamos, a la que no son ajenos la torpeza gubernamental, su incapacidad para haberla prevenido y su desconcierto para atajarla, le presta al presidente un alivio hasta, por lo menos, el debate sobre el estado de la Nación. Una semana de calma es una eternidad en el proceloso ambiente que, sometido a tensiones centrífugas y huelguistas, marca la situación. Zapatero, que tiende a creer sus propias mentiras, parece estar convencido de que tenemos en marcha, además de una remodelación del sistema de pensiones, una reforma laboral y otra del sistema financiero. Con eso espera salir adelante en su debate pendiente. Como contraste, en cabildeo con los suyos, Mariano Rajoy nos ofrece «sentido de Estado» frente a la «frivolidad» del presidente del Gobierno. Eso está muy bien; pero alguien de su proximidad, de su confianza no parece posible, debiera recordarle que, puestos a perder el tiempo con declaraciones evanescentes, sale ganando —como en el boxeo— el defensor del título. El aspirante ha de esforzarse un poco más.
El aplazamiento del debate político sobre la difícil situación por la que atravesamos, a la que no son ajenos la torpeza gubernamental, su incapacidad para haberla prevenido y su desconcierto para atajarla, le presta al presidente un alivio hasta, por lo menos, el debate sobre el estado de la Nación. Una semana de calma es una eternidad en el proceloso ambiente que, sometido a tensiones centrífugas y huelguistas, marca la situación. Zapatero, que tiende a creer sus propias mentiras, parece estar convencido de que tenemos en marcha, además de una remodelación del sistema de pensiones, una reforma laboral y otra del sistema financiero. Con eso espera salir adelante en su debate pendiente. Como contraste, en cabildeo con los suyos, Mariano Rajoy nos ofrece «sentido de Estado» frente a la «frivolidad» del presidente del Gobierno. Eso está muy bien; pero alguien de su proximidad, de su confianza no parece posible, debiera recordarle que, puestos a perder el tiempo con declaraciones evanescentes, sale ganando —como en el boxeo— el defensor del título. El aspirante ha de esforzarse un poco más.
ABC - Opinión
1 comentarios:
el comentario de Felix Madero esta mañana sobre las declaraciones de Zapatero ha sido muy bueno, aqui os lo dejo
http://www.puntoradio.com/popup/audio.php?id=45738
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