jueves, 29 de julio de 2010

La tumba de Zapatero no será la crisis, será Montilla. Por Federico Quevedo

Y no se imaginan lo que me alegra que eso sea así porque de alguna manera significará volver a poner las cosas en su sitio. Prácticamente toda la estrategia política de Rodríguez ha estado dirigida a consolidar el granero socialista catalán, que es el que le dio la victoria en 2004 -junto a Andalucía- y, sobre todo, en 2008 cuando el PP, pese a tener el mejor resultado electoral de su historia, no consiguió arrebatarle el poder porque en aquella circunscripción se produjo un resultado radicalmente distinto al del resto de España. Ese año, ni siquiera Andalucía hubiera salvado a Rodríguez de la derrota si no llega a ser por los 20 escaños de diferencia que se contabilizaron entre las cuatro provincias catalanas.

La Hoja de Ruta ya venía de atrás, del Pacto del Tinell y la conjura antidemocrática contra la derecha, y exigía la ruptura de los consensos de la Transición porque para poder consolidar ese granero de votos el socialismo necesitaba aliarse con el nacionalismo. El experimento se intentó trasladar a Galicia y País Vasco, pero con resultados mucho menos satisfactorios, cuando no totalmente contrarios a lo que se pretendía en ambos casos. Por eso todos los esfuerzos se centran en Cataluña, y de ahí la razón de todo lo que estamos viviendo y del hecho de que ayer el presidente del Gobierno y su partido miraran para otro lado mientras en el Parlamento Catalán se perpetraba una de las mayores afrentas a la libertad que se recuerden en este país desde tiempos del franquismo.


No les quepa ninguna duda: prohibir la fiesta de los toros es exactamente igual a la prohibición de hablar catalán que, según dicen los nacionalistas -yo no tengo comprobado que fuera así-, regía durante la dictadura. Lo que se hizo ayer en Cataluña fue instalar definitivamente un régimen fascista y prohibicionista, y eso es independiente de que haya gente que le gusten los toros más o menos, porque de lo que estamos hablando no es de una cuestión relativa al maltrato animal, sino que de lo que estamos hablando es de una cuestión que afecta, por un lado, a la libertad y, por otro, al conflicto que algunos quieren hacer valer entre Cataluña y el resto de España.

Atrapado en su propia trampa

Esto es lo que pasa cuando las cosas se llevan al extremo, que es lo que está haciendo Rodríguez para intentar salvar los muebles. Atrapado en la espiral de radicalismo en la que le ha metido el presidente catalán, José Montilla, ayer permitió que los diputados de su grupo parlamentario en el Parlamento regional votaran a favor de una ley prohibicionista de graves consecuencias, en primer lugar porque afrenta la libertad individual y colectiva, en segundo lugar porque busca el enfrentamiento civil y en tercer lugar porque supone un ataque sin precedentes a los usos y costumbres que nos son propios y que conforman nuestras señas de identidad como pueblo. La realidad es que la de ayer no fue una victoria de los defensores de los derechos de los animales, sino que fue una victoria del nacionalismo más radical que contó con la complacencia de Rodríguez Zapatero.

Porque, independientemente de la naturaleza jurídica que una al PSC con el PSOE, lo cierto es que forman parte de un mismo todo sobre el que manda, como secretario general, el presidente del Gobierno, luego éste tenía en su mano haber impuesto, de haber querido, una votación disciplinaria como la que impuso, por ejemplo, para la Ley del Aborto que, sin duda, crea muchos más problemas de conciencia que ésta. Al menos a mí no me parece lo mismo matar a un toro que matar a un niño… Creo.

Todo esto lo que está haciendo es presentar ante la opinión pública a un Rodríguez Zapatero atrapado en su propia trampa hasta el punto de que él, como presidente del Gobierno de España, es quien está trabajando activamente en contra de todo lo que nos une como país y, aunque tarde, parece que una buena parte de la sociedad catalana se ha dado cuenta de que Rodríguez les está conduciendo a un abismo del que van a tener difícil salida. Es bastante dudoso que la mayoría de la sociedad catalana esté de acuerdo con la prohibición de los toros, porque entre otras cosas les va a pasar a los catalanes lo que ya nos ocurría a los españoles durante el franquismo: que teníamos que emigrar a Francia para ver determinadas películas que estaban prohibidas en España. Esas son las consecuencias de un política dirigista que asfixia los escasos espacios de libertad que les quedan a los catalanes.

Y esa es la razón por la que en las próximas elecciones catalanas el tripartito va a sufrir una severa derrota, y sino al tiempo. Y es también la razón por la que, lejos de conseguir lo que ansiaba desde el principio, Rodríguez ha estrujado tanto a aquella sociedad que ahora le rechaza y le va a hacer perder las próximas elecciones generales. Y como en el resto de España la brecha con el PP ya es demoledora, el hundimiento de sus expectativas electorales en Cataluña va a darle la puntilla llevando a su partido a un resultado que no se esperan. Y si, obligado por el chantaje de Montilla y la factura que todavía tiene que pagar con el nacionalismo catalán, en el Parlamento Nacional vota en contra de la propuesta de Ley que va a presentar el PP para devolver a la Fiesta Nacional el espacio que se le ha cerrado por culpa de unos cuantos políticos míopes y totalitarios, entonces es más que probable que esa brecha vaya en aumento, porque si algo le está quedando claro al todo el país es que Rodríguez ya no es un político libre ni autónomo, sino que es una marioneta que en lo económico actúa movido por los hilos de sus socios europeos, y en lo político lo hace al son que le tocan los nacionalismos más radicales. Y esa imagen no es que le perjudique, es que es la pala que está cavando su tumba política.


El Confidencial - Opinión

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