Zapatero ha dejado claro que prefiere transigir su debilidad con los nacionalistas. Cualquier cosa antes que ofrecer a la sociedad un acuerdo responsable con el primer partido de la oposición.
PARA Rodríguez Zapatero, el Debate sobre el estado de la Nación ha sido la ocasión que necesitaba para escenificar sus necesidades políticas y las soluciones que propone para satisfacerlas. Sabe que tiene un problema de mera supervivencia, que no tiene ya capacidad de convicción ante los ciudadanos y que la evolución de la crisis no le va a dar márgenes de maniobra para una resurrección política milagrosa. Sobre estas bases, Rodríguez Zapatero recuperó en el Congreso la esencia de lo que fue su acceso al poder y volvió a ponerse en manos de los nacionalismos. Esta historia es la de 2004, con la diferencia de que entonces partía con la autoridad de una victoria electoral inesperada frente a un PP convertido en bestia negra de los demás grupos; y ahora es el presidente de Gobierno con el peor balance económico y político de la historia de la democracia. Antes que buscar la novedad de un pacto de Estado con el PP para la recuperación de la economía y las grandes reformas estructurales que se necesitan, Zapatero ha dejado claro que prefiere transigir su debilidad con los nacionalistas. Cualquier cosa antes que ofrecer a la sociedad un acuerdo responsable con el primer partido de la oposición.
Para los nacionalistas, la situación de Rodríguez Zapatero es una oportunidad inmejorable para recolocarse en Cataluña y el País Vasco. Un presidente de Gobierno precarizado es una condición de partida muy propicia para Convergencia i Unió, si acaba gobernando en Cataluña, porque la negociación de los presupuestos generales de 2010 puede tener contrapartidas enjundiosas. Y para los nacionalistas del PNV, las elecciones municipales y forales de 2011 pueden permitirles recuperar parte del poder perdido o consolidar el que conservan si los socialistas acuerdan con ellos, y no con el PP, mayorías de gobierno. Si después del frenazo impuesto por el Tribunal Constitucional al modelo confederal del Estatuto de Cataluña, Zapatero aún se empeña en seguir haciendo exégesis del término nación para complacer a los socialistas catalanes y a CiU, es porque el presidente del Gobierno no ha querido aprender nada de su peligrosa aventura estatutaria. Es muy significativo que las únicas declaraciones comprometidas que realizó durante el debate tuvieran como objeto una encendida defensa del Estatuto catalán y su compromiso de desarrollarlo, dando por hecho, además, que en Cataluña no hay más sentimiento político legítimo que el nacionalista. Zapatero ya gobierna mirando con miedo a Cataluña.
ABC - Editorial
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