viernes, 29 de enero de 2010

Un Obama diferente

UN año después de su histórica toma de posesión, el mundo no ha cambiado tanto como se pensó entonces. El Barack Obama que ha comparecido ante el Congreso norteamericano, sin embargo, ya está muy lejos de aquel candidato que despertó una ola de entusiasmo planetario y que ahora ha tenido que reconocer sus limitaciones. No ha logrado prácticamente nada de lo que se comprometió a cumplir en su primer año y por eso en el discurso ha intentado volver a conectar los restos de su agenda de reformas, que después de un baño de realismo se le han ido quedando desperdigados en medio de un panorama político mucho más desfavorable. Obama es consciente del aumento de la desafección que se ha producido durante este último año en una buena parte del electorado que le llevó con entusiasmo a la Casa Blanca y de las consecuencias que esto puede tener en las elecciones legislativas parciales de noviembre.

El presidente ha pasado un año muy difícil, pero el que le espera no será seguramente más fácil. En el interior del país, la solución a la crisis financiera está apenas empezando a perfilarse, la reforma de la sanidad se ha quedado comprometida por la pérdida de la mayoría cualificada en el Senado y en el exterior la lista de problemas graves (la guerra de Afganistán, la amenaza nuclear de Irán, el conflicto de Oriente Medio) está lejos de reducirse. Sabe que los que él creía que eran enemigos de su antecesor no renuncian a combatir a los ideales que representa Estados Unidos y que las amenazas que pesan sobre Occidente no han disminuido.

Sus imprecaciones contra la atmósfera de los políticos de Washington han sido la parte más enérgica del discurso y eso hizo que sonasen como un pretexto para justificar sus tropiezos, en un tono en cierto modo populista. La tentación de seguir por ese camino sería la peor opción para el resto de su mandato, porque confirmaría la desafección de la clase media norteamericana, que hace un año vio en él la solución de sus problemas y en ese caso podría empezar a identificarlo con la causa de sus dificultades. Si quiere recuperar el consenso no tiene más remedio que seguir flexibilizando su discurso.


ABC - Editorial

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