martes, 9 de junio de 2009

LA MUSA DEL SOCIALISMO EUROPEO. Por Hermann Tertsch

LA manifestación más conmovedora de la tarde-noche del domingo de las elecciones europeas en España nos llegó, no podía ser menos, de nuestra Gran Dama de la Donosura. Nos dijo Leire Pajín a todos los que siempre la escuchamos que no debíamos preocuparnos por el hecho de que un líder tan poco garboso como es de hecho Mariano Rajoy le hubiera sacado casi cuatro puntos al Rey de reyes, al argonauta europeo supremo, a nuestro Gran Timonel, tan feminista como femenino en su sensibilidad infinita. La razón del consuelo también nos la contó porque al fin y al cabo, las cosas, ya lo decía creo que Julius Streicher, hay que contarlas de forma en que las entienda hasta el oligofrénico más profundo. Resulta que la tropa de la Zeja -muy callada esta Zeja, como su presidente, ¿verdad?- está orgullosa porque el PSOE es el partido del grupo socialista europeo que mejor resultado ha logrado. Maravilloso el ánimo que la dama de melena oleaginosa quiere infundir a sus compadres y comadres. «Naufragamos con mas sosiego que los demás», vino a decir. Y miren por dónde a doña Leire le salió una verdad sin maldad de los labios. Sin proponérselo. Es cierto que ahora suenan a broma noctámbula y un poco crapulona aquellas monsergas electorales en forma de apelaciones al «progresismo» a hacerse de una vez por todas con el timón de las reformas en Europa para poder bailar «cheek to check» con el hombre bueno, moderno y femenino que nos han elegido los norteamericano para hacer felices a los socialistas europeos. Resulta que cuando Pajín, Blanco y Zapatero han logrado colocarnos a un supuesto rojo un poquito negro en la Casa Blanca, en Europa los socialistas que iban a ser su coro se agotan. No es que se cansen, es que desaparecen. Los socialdemócratas ya sólo gobiernan en países anómalos, salvo en un gran país como Suecia, donde han dejado de ser socialdemócratas hace mucho tiempo. En el resto de los estados europeos los votantes socialistas parecen haberse aburrido de serlo y se han pasado en masa a los partidos verdes, amarillos, piratas, guantanameros -es decir antiislámicos- o de ultraderecha directamente. Los partidos demócratas burgueses han ganado unos escaños, perdido otros, pero se han mantenido en su mayoría o la han aumentado. Se hunden los amigos de Pajín por todo el continente. No digo que haya una relación directa entre sus tragedias electorales y la suma sacerdotisa del feísmo socialista. Estoy seguro de que el desastre en las urnas de los socialistas por todo el continente no se debe a los problemas que ella pueda generar con sus peinados, que ayer merecieron la crítica radiofónica de una autoridad en estos avatares como Josemi Rodríguez Sieiro en el programa de Carlos Herrera. Como ya sucedió en los años veinte y treinta, los votantes socialistas en momentos de crisis se hartan de la corrección política y optan por votar a comunistas o a nazis -pasó en Viena, pasó en Berlín, pasó en Marsella-, a defensores del ornitorrinco, objetores fiscales o masajistas de shiatsu. No todo es trágico. A veces también optan por votar a partidos que tratan sus problemas reales con seriedad y su dinero con cierto recato.

ABC - Opinión

Leguina, sobre Zapatero: "¿En qué mundo vive este hombre?"

Crítica al nuevo socialismo.

«El ex presidente de la Comunidad de Madrid ha analizado en su blog los resultados del PSOE en las elecciones del domingo y en especial las obtenidas en la capital. Leguina cree que el problema real son las políticas erráticas del Gobierno y critica abiertamente alguna declaración de Zapatero.

En la última entrada de su bitácora –que acompaña con una foto conjunta de las ministras Trinidad Jiménez y Carmen Chacón– Joaquín Leguina hace una analogía con combinaciones de alcoholes con "soda". Comienza contando la anécdota de un alcohólico: "Comencé por tomar whisky con soda y me sentaba mal; luego me pasé a la ginebra con soda y me fue peor. Ahora tomo vodka con soda y no he mejorado. Visto lo cual, he decidido prescindir de la soda".


En su explicación, dice que la "soda" es el elemento que culpa el nuevo socialismo por la derrota. Sin embargo, en su opinión el real responsable es la "sustancia común" que tenían algunos de los últimos candidatos como Trinidad Jiménez en 2004 o Miguel Sebastián en 2008. Esa "sustancia común", dice, es "ZP".

Por esa razón, apunta que "la persistente pérdida de peso electoral y de sustancia ideológica, analítica y, en general, social no se debe a la soda sino a las políticas erráticas del Gobierno" y para dar ejemplo se pregunta "¿Quiere alguien explicarme el porqué de los actuales amores de Blanco con Aguirre?"

Además de eso también recuerda una frase de Zapatero en su última visita a Barcelona acerca de que es el PP el que "quiere acabar con el bilingüismo en Cataluña". Y se pregunta: "¿En qué mundo vive este hombre para no enterarse de que quienes quieren acabar con el bilingüismo en Cataluña son los CiU y los del tripartito?"

Para terminar, y aunque admite el pésimo resultado socialista en la capital, dice que "nos podemos consolar mirando hacia Murcia o hacia la Comunidad Valenciana". Por eso concluye que "mientras el 'liderazgo' actual siga 'triunfando' con el Barça no ganaremos en Madrid… ni en Murcia, ni en Valencia. Eso es lo que conviene suprimir, y no la soda".

Libertad Digital

NUEVO CORRECTIVO A LA IZQUIERDA. Por Valentí Puig

HAY un tipo de europeísta que, como una dama casquivana que echa de menos la virginidad perdida, anda siempre añorando aquellos tiempos en que la Unión Europea era sólo una idea. Pero la Unión Europea es ahora un proceso, con acelerones y frenazos, con idealidades e impurezas, con ilusiones y abstencionismos, con estadistas y demagogos, con eurodiputados caraduras y eurodiputados casi heroicos. Es algo rematadamente real, aunque eso pese a los europeístas de nostalgia remilgada. En realidad, la abstención es muy indicativa, pero no demoledora en el sentido de que el Parlamento Europeo es una institución novísima cuya consolidación capilar requiere de mucho más que campañas publicitarias apelando a una conciencia política paneuropea que sólo existe virtualmente. Son procesos de opinión que necesitan un largo tiempo, del mismo modo que el buen césped tarda lo suyo en adquirir la debida suavidad y consistencia.

Lo que salta a primera vista es que el electorado ha coincidido en un nuevo correctivo a la izquierda. No ha habido premio, sino punición, para la socialdemocracia, que había de solventar una crisis económica generada -según su diagnóstico- por las perversidades del capitalismo. La recesión -según las tendencias del voto- tendrá una gestión más efectiva y capaz en manos del centro-derecha. De ahí el incremento de la confianza en los partidos nacionales -el PP, por ejemplo- que son parte del Partido Popular Europeo, una trabazón muy experta con dosis democristianas y liberal-conservadoras. Son 267 escaños -de 736- para el centro-derecha en su sentido más amplio y positivo. Reforzado en su presencia parlamentaria y con los Liberales Demócratas -81 escaños- que se declaran dispuestos a la colaboración, el PPE tiene ahora la responsabilidad de decir cosas claras y prácticas sobre la recesión económica. En el fondo, debiera importar más reactivar la agenda de innovación económica que proseguir con legislaciones climáticas o ensimismamientos constitucionales.

Es un PPE en el que ahora tienen mucho peso italianos, polacos y también españoles. Le corresponde favorecer un clima político-institucional que salga al paso de las dificultades económicas mientras el socialismo europeo -con 159 escaños- se preserva en la perplejidad de su desubicación literal, esté en el poder o en la oposición. En la fase que se inicia, la cogestión de soberanías será el «modus vivendi» frente a la volatilidad gaseosa del eurofederalismo. De nuevo no está de más reivindicar postulados realistas, pragmáticos y con base empírica. La inteligencia política mejoraría sus resultados de aplicarse a no caer de nuevo en la vieja y tan retórica contraposición entre la Europa federal y las naciones-Estado que son sus elementos constitutivos.

Dicho de otro modo: en esta nueva fase, las cosas pudieran ir orbitando más en torno a un Consejo Europeo -jefes de Estado y de gobierno- en el que Sarkozy y Merkel articulen sus sistemas planetarios. Ahora que los federalistas se rasgan las vestiduras y el euroescepticismo patriotero ocupa sus escaños, la responsabilidad del PPE es mayor que nunca, especialmente a la hora de matizar sus consensos con los escaños del socialismo, pero sobre todo porque si acierta en transmitir esfuerzos e iniciativas frente a la recesión no sólo habrá reafirmado la confianza de quienes le votaron: puede significar el relanzamiento de la Unión Europea en un momento en que tanto se habla de la hegemonía económica de un G-2 compuesto exclusivamente por Washington y Pekín.

ABC - Opinión

C's arremete contra Pedrojota, Losantos y los 'tránsfugas' por su fracaso en las Europeas

No se esconden, dan la cara y llaman a las cosas por su nombre: fracaso. El portavoz de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía (C's), Jordi Cañas, ha achacado su fracaso electoral a la estrategia de "acoso y derribo" orquestada por Unión, Progreso y Democracia (UPyD), José Domingo y Antonio Robles para "dinamitar" internamente la formación política que preside Albert Rivera. También hubo ajuste de cuentas con El Mundo y el locutor Federico Jiménez Losantos.

UPyD obtuvo en las elecciones europeas de ayer más del doble de votos que C's en Cataluña, al recabar más de 15.000 papeletas (0,80%) frente a las casi 7.000 (0,36%) de su rival.

Hoy, tras reunirse la dirección de C's, Cañas ha reconocido que los resultados obtenidos por la coalición "Libertas", con Miguel Durán como cabeza de lista, "no han estado a la altura de las expectativas y los deseos" planteados al inicio de la campaña.

No obstante, ha pospuesto cualquier autocrítica hasta después del "periodo de reflexión" que deberá abrir ahora C's para analizar los posibles "errores" que le han llevado a verse desplazada a la décima plaza en el recuento de anoche en Cataluña.

Cañas ha exculpado de la debacle a Miguel Durán, ex director general de la ONCE, a quien ha agradecido su "trabajo excelente" durante la campaña.

En cambio, sí ha arremetido muy directamente contra UPyD y contra José Domingo y Antonio Robles, los dos diputados en el Parlamento de Cataluña que se dieron de baja de C's justo antes de la campaña por considerar que la coalición "Libertas", integrada por formaciones euroescépticas y ultranacionalistas de otros países europeos, representaba una traición a la esencia del partido.

Cañas les ha acusado de urdir un "plan para dinamitar C's" antes de las elecciones, abriendo una "crisis interna" con la deserción de Domingo y Robles para beneficiar electoralmente a UPyD.

Lejos de percibir el final político de C's, Cañas ha sacado una conclusión positiva sobre sus expectativas futuras: una vez depurado de elementos "perversos" que buscan hacerle daño, el partido dispone de un año para recuperarse del "bache" y trabajar ya "sin palos en las ruedas" -en alusión a Domingo y Robles- para preparar las elecciones al Parlamento de Cataluña de 2010.

"No nos han hundido. Saldremos fortalecidos de estas elecciones europeas", ha asegurado.

Por el contrario no ha augurado nada bueno a UPyD, partido que pese a la guerra interna en C's y al "apoyo que ha recibido del diario El Mundo y del locutor Federico Jiménez Losantos" no ha conseguido alcanzar ni tan solo el 1% de los votos en Cataluña.

Periodista Digital

PLEGARIAS ATENDIDAS. Por Tomás Cuesta

ES poco probable que Mariano Rajoy sea un lector empedernido de Teresa de Ávila; lo cual, por otra parte, carece de importancia puesto que su trabajo consiste en captar votos en vez de ir por el mundo derramando gracia. Sin embargo -y más teniendo en cuenta que el líder popular, después de su victoria, aún debe estar en trance-, éste es un buen momento para traer a colación la sensata advertencia de la santa: «Más almas se pierden por las plegarias atendidas que por las no escuchadas». Resulta indiscutible que, en los últimos meses, Rajoy ha conseguido sumar baza tras baza y que, de aquí a las elecciones generales, nadie le va a quitar las cartas de las manos. Ha ganado el partido, que no es moco de pavo, mas la partida decisiva apenas sí ha empezado y la ventaja que acumula es tan exigua que se antoja difícil que haga saltar la banca. Ya no hay vuelta de hoja, en cualquier caso. Las súplicas -o las imprecaciones- que haya formulado han recibido el beneplácito de sus parroquianos. Ahora es cuando tendrá que demostrar que se encuentra a la altura de las circunstancias.

Porque las circunstancias, en principio, deberían haber puesto a Zapatero a los pies de los caballos. En un país que se dirige hacia el abismo a lomos de la mezquina ineptitud de un Gobierno de saldo, no basta con vencer, hay que ganar por goleada. De lo contrario, habremos de aceptar que lo que nos machaca es una plaga bíblica ante la que es inútil rebelarse. Que la sangría de parados es un alfilerazo y la atrofia económica un venial alifafe. Que la desfachatez falsaria y la incuria moral no dejan secuelas al cabo de los años y que la convivencia consiste en transigir con el capricho de los mentecatos. La oposición no sólo es una alternativa de poder o una simple pieza de recambio. Ha de ser, además, y quizá antes que nada, un catalizador de la esperanza. Tiene que muscular a la ciudadanía cuando los mandamases pretenden desfibrarla. Está obligada a primar el arrojo sobre el cálculo y no ir a remolque de consideraciones tácticas. «Más almas se pierden por las plegarias atendidas...». No siempre la mística oscurece lo profano.

Menos Zeja y más Mayor Oreja. El triunfo de Rajoy en los comicios europeos ha estado en consonancia con el ameno consonante. Pero, reconociendo de antemano el mérito que entraña, también es de justicia objetar que el resultado no se compadece en absoluto con los derroches entusiastas. El menos resta poco y el más se antoja escaso. Bien es verdad que Zapatero ha dejado de ser el personaje mítico que definiera Sarkozy con suma perspicacia. Su capacidad intelectual no se ha incrementado un ápice y, para colmo de males, ha perdido la flor que lucía entre las nalgas. Vamos, que se ha quedado con la sesera intonsa y con el pandero al aire en un momento sumamente delicado. En vísperas, o casi, de establecer una alianza planetaria con «mister» Barack Obama. Al fin y a la postre, ¿qué significan dos escaños? «Peanuts», o sea, cacahuetes (créanlo o no, con el inglés se va soltando).

Lo chungo es explicarle al Gran Hermano que un lacayo de Aznar -y de Bush por lo tanto- le ha arruinado el chiste y la «baraka». Y que te levanten unas elecciones, pase. Lo malo es quedarse sin un chiste que le caía como un guante a lo del Califato. Tú Barack. Yo «Baraka». Ni el propio Emilio el Moro podría mejorarlo. Por lo demás, estamos en la mismas que el célebre jaque de Cervantes: «Caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada».

ABC - Opinión

"NOS CONVIENE QUE HAYA TENSION". Por Guillermo Dupuy

Europeas

«Zapatero necesita movilizar y recuperar a los votantes nacionalistas y de izquierdas que en esta ocasión o bien han vuelto a sus partidos de origen o bien se han abstenido. Ellos fueron la clave de su victoria en 2008.»


No es la primera vez que el partido liderado por Rajoy supera en número de votos al partido de Zapatero. El PP ya lo hizo en las pasadas elecciones municipales, a escasos diez meses –eso sí– de volver a perder las generales de marzo de 2008. Algunos dirán que la victoria del PP en aquellas municipales fue, sin embargo, más estrecha que la obtenida ahora en estas Europeas. Ahora bien, en aquella ocasión el PP obtuvo el primer puesto con un nivel de participación mucho más alto y cercano al que se registra en unas generales, mientras que ahora se ha obtenido una victoria apenas mayor pero con un nivel de participación muchísimo más bajo. Además, hay que tener en cuenta que las elecciones europeas –aun menos extrapolables que las municipales– han sido tradicionalmente propicias para castigar al partido en el Gobierno, sin olvidar tampoco que los más de diez puntos que en 1994 le sacó el PP al PSOE en las europeas se redujeron a poco más de un punto en las generales de 1996.


Zapatero necesita, pues, movilizar y recuperar no sólo a los votantes tradicionales del PSOE sino también los votantes nacionalistas y de izquierdas que en esta ocasión o bien han vuelto a sus partidos de origen o bien se han abstenido. Ellos fueron la clave de su victoria en 2008. En aquellas generales, el Partido Popular arrebató al PSOE casi 800.000 votantes no nacionalistas y obtuvo el mayor número de votos de su historia, excepción hecha de las generales del 2000, cuarta vez en que Aznar se presentaba a unas generales. Pese a ello, Zapatero lo compensó y ganó esas elecciones gracias al trasvase de votos procedentes de IU, y sobre todo, de las formaciones nacionalistas.

Es por ello, por lo que, tal y como Zapatero confesara off the record a Iñaki Gabilondo tras aquella "entrevista-masaje" de febrero de 2008, al PSOE le conviene ahora más que nunca "que haya tensión": por mucho que aquella confesión pusiera en evidencia la hipocresía de quienes acusaban al PP de generar "crispación", lo cierto es que también reflejaba la apuesta de Zapatero por una radicalización de su discurso que fagocitara en su favor a las formaciones más a la izquierda y nacionalistas.

Ante esta previsible estrategia de radicalización y de aproximación aun más acentuada a los nacionalistas y a la extrema izquierda por parte del PSOE, el PP puede o bien dar la batalla de ideas que convenza a propios y ajenos de la validez de sus valores y principios, o bien optar por una estrategia de perfil bajo que trate estérilmente de evitar tanto una alta participación como que el PSOE sea "el refugio de los recelos que causa el PP" en el electorado nacionalista y de extrema izquierda. Esta última estrategia es, sin embargo, por la que se apostó el partido de Rajoy en el funesto congreso de Valencia.

Tan injusto sería, no obstante, poner como ejemplo de aquella nihilista y suicida estrategia del PP la posterior designación de alguien como Mayor Oreja como cabeza de lista para las Europeas, como decir que su apretada victoria de ahora consolida –tal y como acaba de decir Rajoy– lo acordado en ese Congreso de Valencia. Mayor Oreja simboliza justo lo contrario de lo que supuso aquel congreso valenciano. Tanto su persona como su discurso no ha sido otra cosa que un constante recordatorio del PP de Aznar y de los principios y valores que ha significado tradicionalmente el PP. Mayor Oreja ha supuesto, si no un cicatrizante, sí un alivio para las heridas abiertas que causaron en Valencia la ponencia y la estrategia de "caer simpáticos" a los nacionalistas. Digan lo que digan algunas élites mediáticas, fue esa estrategia nihilista, y no la segunda derrota de Rajoy o su negativa a celebrar primarias, lo que hizo a Maria San Gil abandonar el partido y hacer crecer el escepticismo entre los propios votantes del PP.

En la medida en que el PP reniegue de lo acordado en Valencia tendrá posibilidades de convertir estas europeas en la antesala de su victoria en las generales de 2012. El PP sólo puede crecer a costa del electorado de Rosa Diez y del electorado no nacionalista del PSOE. Esa es la senda de su victoria, y no el nihilista y estéril intento de no causar recelos a quienes siempre se los causará. Esa senda de las ideas, de los principios y valores y de reivindicación de la pasada gestión del PP, no sólo permitiría a Rajoy atraerse el electorado de Rosa Diez y al electorado descontento del PSOE, sino que también supondría –al menos, así lo creo yo– la única forma legítima y posible de recuperar a su favor los decisivos medios críticos del centro derecha que ahora, por culpa de las derivas y decapitaciones de Rajoy, se suman al invierno mediático que padece su partido.

Lo que me parece evidente es que por muy bajo que sea su perfil de oposición, el PP no va a poder evitar causar recelos entre el electorado nacionalista y de extrema izquierda. Sencillamente, no está en su mano, como no lo está evitar una alta participación en unas generales. Sin embargo, es mucho lo que el PP puede perder si no da la batalla y no se presenta como auténtica alternativa a la deriva nacional y económica que padece España.

Esperemos, pues, que el PP no aborte sino que consume el cambio respecto a la funesta estrategia acordada en Valencia. Sin ese cambio en el seno del PP, el "brote verde" que ha supuesto esta victoria también acabará en yerbajo.

Libertad Digital - Opinión

LOS RESTOS DEL NAUFRAGIO. Por M. Martín Ferrand

EN clara concordancia con la suerte que aflige a la socialdemocracia europea, la realidad española le ha embestido a José Luis Rodríguez Zapatero y le ha propinado un puntazo de los que hacen mucha pupa. No sólo le ha roto las ínfulas mayoritarias de las que hacía tanta gala, sino que ha dañado seriamente su necia vanidad de «líder planetario». En democracia, todo cuanto no es Constitución y ciudadanía resulta provisional y de ahí el encanto de las derrotas de los gobernantes que, sobrepasada su dimensión, llegan a creerse amos de la finca y reyes del mambo. Zapatero y su sañudo anacronismo republicano, génesis de una mala memoria histórica y motor de un impulso confederal contrario a la tradición del socialismo español, ha querido inventar una idea de España y, como nos enseñó Eugenio D´Ors, todo lo que no es tradición es plagio. España es, incuestionablemente y en función de su propia Historia, una realidad de raíz cristiana -al margen de las cuestiones de la fe-, tronco occidental y ramas americanas. No puede ser catalizador del tercermundismo y meta de la marginalidad estética y cultural.

Lo que ha supuesto la derrota electoral de Zapatero es el naufragio del PSOE. Su éxito se ha sustentado en la anulación de las mejores cabezas del socialismo y en su sustitución por militantes -y militantas- de menor cuantía política e intelectual. Esos son los restos del naufragio. Habrá que ver lo que hace con ellos para que no se conviertan en botín de raqueros. Ha sostenido en la presidencia del PSOE, y le ha incorporado al Gobierno como vicepresidente, a Manuel Chaves, recordman nacional del nepotismo y responsable de un modo de Gobernar, en Andalucía, basado en el subsidio y creador de pobreza. Mantiene como número dos de la formación, con la función añadida de ministro de Fomento, a José Blanco, responsable del fracaso electoral en Galicia y animador de maneras faltonas y pendencieras en la convivencia política nacional. A mayor abundamiento y rodeado de aídos, chacones y moratinos, consagró como tercera autoridad socialista a Leire Pajín, responsable de la campaña del fracaso y, pobrecita, una personalidad con pocas posibilidades de llegar a ser persona. ¿Están dispuestos las bases y los notables más conspicuos del PSOE a mantener un elenco y unos modos como los aportados por el líder al que se le acabó el buenismo y se ha entregado a la contumacia?

ABC - Opinión

EUROPA SE MUEVE PERO ZAPATERO SIGUE ERRE QUE ERRE

El vuelco hacia la derecha en las recientes elecciones europeas sugiere que el electorado ha castigado a los gobiernos socialistas.

EUROPA gira a la derecha tras las recientes elecciones europeas. El electorado ha castigado a los Gobiernos socialistas de España, Gran Bretaña, Portugal y Hungría mientras que las fuerzas políticas de la derecha que gobiernan en Alemania, Francia, Italia y Polonia salen reforzadas.

¿Por qué Europa se escora hacia la derecha en medio de una profunda crisis económica? El fenómeno no es nuevo: Reagan, Thatcher y Kohl fueron elegidos en los años 80 para sacar a sus países de la depresión provocada por el segundo shock del petróleo, que trajo consigo paro e inflación.


Da la impresión de que existe una especie de reflejo condicionado en los ciudadanos europeos que les inclina hacia la derecha para gestionar la economía en tiempos de crisis. Los resultados muestran que dirigentes como Merkel, Sarkozy y Berlusconi suscitan más confianza que los líderes socialistas de sus países en la oposición y que, por otro lado, los electores han castigado las recetas de Zapatero y Brown.

¿Por qué en España ese giro hacia la derecha ha sido más moderado? Zapatero ha salido mucho mejor librado porque el PSOE ha logrado fidelizar un electorado que nunca ha bajado -con la excepción de las europeas de 1994- del 35%. A pesar de los muchos errores cometidos y de la nefasta gestión de la economía, Zapatero ha hecho reformas sociales que le han proporcionado el voto de un sector de la sociedad que sigue desconfiando del PP.

Las encuestas reflejan que Zapatero es todavía bien valorado por casi un 40% de los ciudadanos, lo que explica que el PSOE haya retenido un 38,5% de los votos, un porcentaje que supera el nivel de apoyo logrado por Berlusconi, Sarkozy y las dos fuerzas democristianas alemanas.

La gran incógnita que se plantea ahora es cómo van a influir los resultados en la política de Zapatero. Según informa hoy EL MUNDO, el presidente ha decidido no introducir cambios sustanciales en su gestión económica, aunque culpa a la crisis de la derrota. El líder socialista apuesta por una recuperación en el plazo de un año, lo que, a su juicio, permitiría al PSOE volver a ganar el respaldo perdido en estas elecciones.

Dicho con otras palabras, Zapatero considera que el Gobierno no ha cometido errores y que, cuando la economía se reactive, podrá capitalizar políticamente el enorme gasto social que está realizando. Su análisis resulta muy arriesgado porque la economía española está peor que la de los países de su entorno y necesita una serie de reformas estructurales que este Gobierno ha ido aplazando.

Ahí están el deterioro de unas cuantas cajas de ahorros que el Ejecutivo va a tener que intervenir o fusionar para evitar su quiebra o la reforma laboral eternamente aplazada pero cada vez más necesaria para reactivar la creación de empleo.

Zapatero quiere un pacto social limitado con la patronal y los sindicatos, pero no desea un gran acuerdo con el PP que le exigiría cambiar el rumbo de la política económica y compartir con Mariano Rajoy los méritos de la recuperación. Sigue, pues, empecinado, atrincherado, erre que erre, en darle una respuesta ideológica a la crisis. Es obvio que el castigo ha sido insuficiente y que plantear ahora una moción de censura en el Parlamento sería estéril. Sólo la cruda realidad de los grandes números le moverá a actuar. Ya veremos si tarde y mal. Todo indica que con este hombre nos queda un duro calvario por delante.

El Mundo - Editorial

OBAMA, DERROTADO EN EUROPA. Por Cristina Losada

Elecciones

«Si los de Zapatero dispusieran de un mínimo de rigor intelectual y una pizca de honradez, no les quedaría más remedio que decir en voz alta que Europa ha dado la espalda a Obama y que ha votado a Bush y a Aznar.»

El gran acontecimiento histórico planetario que predijera días atrás madame Pajín ya se ha producido, aunque no ha resultado ser la conjunción que había visto en las cartas la pitonisa socialista. Pues el magno suceso del que hemos sido testigos es la derrota en Europa de los dos astros que la adivina afirmó que coincidirían en no sé qué punto del cielo. Los europeos han dado un cate monumental o considerable, según los países, a las fuerzas que los del PSOE se empeñan en tildar de progresistas. Y puesto que los voceros de ese partido decidieron ligar a Barack Obama a su suerte, hemos de concluir que estos comicios suponen un rotundo fracaso europeo del presidente de los Estados Unidos.


Si los de Zapatero dispusieran de un mínimo de rigor intelectual y una pizca de honradez, tendrían que analizar los resultados de acuerdo a las coordenadas que ellos mismos establecieron. Esto es, a tenor de las falacias que divulgaron en debates, mítines y vídeos a lo largo de la campaña. En tal caso, no les quedaría más remedio que decir en voz alta que Europa ha dado la espalda a Obama y que ha votado a Bush, a Aznar y, dicho en términos gráficos, a la foto de las Azores entera, salvo por Blair, aquel gilipollas integral (Bono dixit) cuyo sucesor ha sido vapuleado por los herederos de la Thatcher.

Los europeos se han confabulado para llevarle la contraria a Zapatero. Su preferencia por los conservadores significa que no creen en las fórmulas "progresistas" para salir de la crisis ni tampoco en el relativismo ético y cultural, toda vez que han optado por partidos con principios y valores que ZP y los suyos se hartaron de tachar de reaccionarios. Si fuera cierta otra de las profecías de madame Pajín, todos los especuladores y machistas de Europa han ido a votar, pero resulta que no son entusiastas de "alianzas de civilizaciones" que consisten en hacerles la pelota a las teocracias islámicas que lapidan a las mujeres, ahorcan a los homosexuales y, en general, carecen de cualquier respeto por los derechos humanos.

Europa, dijo Zapatero en algún mitin, "es la cuna de la libertad, de los derechos, de una visión laica, porque eso es la democracia". Podría decirse mejor, pero se entiende. Y lo que entienden la mayoría de los europeos es que la libertad, los derechos y la democracia los defienden mejor los partidos conservadores, por no hablar de la economía. Cuestión de experiencia. Pajín ya puede ir cerrando su gabinete político-astrólogico. El planeta está de suerte.

Libertad Digital - Opinión

LA BRECHA. Por Ignacio Camacho

MIENTRAS una parte de la derecha española, fiel a su tradición autodestructiva, se enredaba en la habitual discusión sobre el tamaño de la victoria electoral del PP, Zapatero abandonaba de tapadillo la sede socialista parapetado en los cristales tintados de su coche para no mostrar el rostro avinagrado de la derrota. El líder planetario estaba para pocas bromas tras el varapalo; dejó a López Aguilar solo con su elegancia perdedora e hizo que Leire Pajín leyese un comunicado sin alharacas galácticas. La noche no era para sacar pecho, pero tampoco para esconder la cara. Fue una pena que el futuro presidente de la Europa del Progreso hurtase al mundo el privilegio de contemplar su sonrisa congelada.

El revolcón ha escocido en el PSOE. Los socialistas esperaban perder, pero por un margen menor. Dos puntos a lo sumo, lo justo para dejar en precario a Rajoy y mantener en el PP la conspiración interna contra un liderazgo débil. El resultado no permite dudas; la diferencia es la misma con la que Zapatero ganó las generales de 2008. Fue hace quince meses, pero parece el siglo pasado. Desde entonces ha palmado dos veces seguidas, se ha empantanado en la crisis, ha malgastado sus trucos y ha fundido un gabinete que ahora no puede volver a remodelar. Lo importante no son las extrapolaciones, que no tienen sentido por la alta abstención, porque queda mucha legislatura y porque el domingo no había ningún poder en juego. La clave está en los estados de opinión, en las tendencias. El Gobierno sabe que ha empezado a remar contra corriente. Que su llamada a la movilización del miedo a la derecha no ha surtido efecto. Que ahora va por detrás y que, si el PP gestiona con criterio la ventaja, tiene serias posibilidades de agrandar la brecha que ha abierto.

Lo que puede cambiar son las percepciones de la opinión pública. El PP ya no es una fuerza aislada ni el marianismo una corriente perdedora. Es probable que en los próximos actos públicos a los que vaya Rajoy empiecen a aparecer empresarios influyentes, pelotas profesionales, traficantes de influencias, aduladores de oficio y toda esa amalgama cortesana especializada en orientarse por el perfume del poder. Los triunfos proporcionan aureola y la aureola otorga credibilidad. Aún no ha ganado nada importante y ninguna victoria va a investir a Rajoy del carisma que la naturaleza le ha negado, pero desde el domingo la oposición destila aroma de alternativa real. El Gobierno lo sabe y, diga lo que diga, lo teme.

El desafío del centro-derecha consiste ahora en administrar su éxito durante una larga etapa sin elecciones en que convalidarlo. Las mayorías se construyen así, sumando expectativas, elaborando propuestas, actuando con el aplomo de quien está seguro de tomar el poder mañana. Nada de eso garantiza el vuelco, pero ya tampoco está escrito que el zapaterismo sea una desgracia obligatoria.

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EUROPA EN SUS MANOS

Tras su triunfo electoral, la derecha no debe caer en el escepticismo y olvidar los éxitos de la Unión.

La mayoría de los europeos convocados a las urnas se ha desentendido de la próxima composición del Parlamento de Estrasburgo, y los que no lo han hecho han optado por reforzar la presencia de la derecha, que ha obtenido una rotunda victoria sobre la izquierda socialdemócrata. También ha salido reforzado el euroescepticismo, que se ha expresado en la entrada de numerosos parlamentarios fruto de un voto de protesta. El índice de participación, el 43,6% de media en la Unión, ha marcado un nuevo mínimo desde que, en 1979, la Eurocámara se abriera al sufragio universal. Y, por su parte, la distancia entre los conservadores y la izquierda, más de 90 escaños, es la mayor que ha conocido el Parlamento.


Aunque la baja participación ha sido una constante en las elecciones europeas, las cifras de esta última convocatoria son especialmente preocupantes. No sólo por la dimensión que ha alcanzado la abstención, sino también porque la indiferencia de los ciudadanos retroalimenta la sensación cada vez más generalizada de que el proyecto europeo podría estar embarrancando. Si al desinterés de los Gobiernos euroescépticos que van ganando terreno entre los Veintisiete se suma ahora la creciente e imparable desafección de los principales beneficiarios de la Europa unida, el resultado podría resultar catastrófico para un proceso de integración que aún tiene enfrente dos desafíos mayores: el referéndum irlandés sobre el Tratado de Lisboa, en el que los resultados del domingo sin ser desfavorables para el sí no le facilitan el camino, y el eventual cambio de Gobierno en Reino Unido, donde una llegada prematura de los conservadores a Downing Street podría conducir a un referéndum revocatorio que abriría una crisis de dimensiones desconocidas.

En unas elecciones disputadas en clave nacional, los Gobiernos de izquierda han sido castigados, mientras que los de la derecha han resistido. En el caso de Sarkozy, con holgura, y con desgaste en el de Merkel. Incluso un primer ministro tan peculiar como Berlusconi ha conseguido revalidar la mayoría de su partido a pesar de los escándalos que le acompañan de forma permanente.

A la vista de estos resultados, la izquierda tiene en Europa una nueva asignatura sobre la que reflexionar, sobre todo porque, al aceptar que las diferentes campañas transcurriesen sobre una agenda exclusivamente nacional, ha aceptado implícitamente disputar estas elecciones en el terreno marcado por los conservadores, por lo general más reticentes al proyecto europeo. Y el argumento de que los Gobiernos de izquierda han sido castigados por la crisis no sirve siquiera como consuelo: los de derecha no han sufrido una penalización tan severa, con el agravante de que el consenso internacional para hacer frente a la crisis se apoya en políticas de intervención pública que, hasta ayer mismo, se consideraban patrimonio de los socialdemócratas.

Pero también los conservadores tienen materia para reflexionar, pese a su rotunda victoria en las elecciones del domingo. Una cosa es exhibir actitudes euroescépticas y otra distinta asumir la responsabilidad de llevarlas a la práctica, arrojando por la borda más de medio siglo de exitosa historia europea. Con una mayoría como la que han obtenido en el Parlamento de Estrasburgo, el futuro de la Europa unida depende en gran medida de ellos. Y este poder sobre el destino europeo se vería incrementado, además, por la reelección de Durão Barroso al frente de la Comisión, que la victoria de los conservadores hace aún más verosímil. La derecha no deberá responder sólo ante los suyos de lo que acabe siendo una Europa en sus manos, sino también ante quienes, aun en minoría, siguen pensando que la Unión vale la pena.

El País - Opinión

EL CUENTO DE LA LECHERA. Por José García Domínguez

Rajoy

«Suárez fue el Rodríguez Zapatero de la derecha española. Quizá por eso jamás renunció a jugar en el terreno del contrario, disputándole sin tregua el espacio electoral al PSOE.»

Con el régimen electoral español ocurre lo mismo que con la Declaración de Independencia Americana: suscribirlo implica aceptar ciertas verdades como evidentes; la principal, que sólo se gobierna con holgura desde la izquierda agregando al electorado estructural del PSOE las voluntades del independentismo catalán más radical, además de ese etéreo universo sociológico que, por lo común, habita extramuros del sistema; sensu contrario, cubriendo el partido de la derecha bajo un único manto electoral al siglo XXI, al XX y a una porción nada despreciable del XIX. O sea, logrando conciliar un programa conservador clásico con los valores laicos y liberales de la burguesía ilustrada, sin tampoco renunciar a cierto afán regeneracionista, ése que ansiaría monopolizar el progresismo canónico.


Por lo demás, en ausencia de algún catalizador emocional externo, un látigo sentimental que movilice a las bases de uno u otro bloque, la única estrategia ganadora es la de los pesos pesados en boxeo: acercarse al contrario, abrazarlo y dar en trabajarle el hígado sin piedad, hasta que caiga al suelo. Y es que, bajo condiciones de prosaica normalidad, el partido de la derecha necesita de modo imperativo arañar votos en los caladeros tradicionales del PSOE si en verdad aspira al poder. Algo tan simple y, por lo visto, tan difícil de comprender. Con razón repetía el difunto Fernández Ordóñez que España es un país en el siempre hay que andar luchando por lo obvio.

Así, en puridad, únicamente Adolfo Suárez, un tipo tan parecido a la izquierda que pensaba como ella, llegó a entenderlo. Huérfano de experiencia profesional fuera de la Administración, refractario a la cultura humanística, titular de un currículum académico mediocre, carente de cualquier ideología más allá de la pasión por el poder, simpático, excelente relaciones públicas, intuitivo, audaz, Suárez fue el Rodríguez Zapatero de la derecha española. Quizá por eso jamás renunció a jugar en el terreno del contrario, disputándole sin tregua el espacio electoral al PSOE. Y, por cierto, hasta que los chicos listos de la democracia cristiana destruyeron UCD, ganó todas las elecciones.

Son cosas que conviene recordar hoy, mientras Rajoy nos explica el cuento de la lechera y Duran Lleida le firma ante notario su apoyo a la moción de censura.

Libertad Digital - Opinión

CENSURA Y DESCONFIANZA

A diferencia de lo que es habitual en los procesos electorales celebrados hasta ahora en España, sólo el PP se ha proclamado vencedor de las elecciones al Parlamento Europeo. Este es un indicio revelador de las consecuencias reales del resultado electoral, muy desfavorable para los socialistas. El PSOE está intentando legítimamente minimizar su derrota, para lo que no le faltan apoyos de ciertos sectores de la derecha, sorprendentemente puntillosos con la incuestionable victoria, olvidando que los socialistas, al igual que los populares, tienen un suelo electoral muy firme. En 2000, cuando el PP alcanzó la mayoría absoluta, el PSOE más deteriorado políticamente obtuvo el 34,16 por ciento de los votos. Y antes, en 1996, con el paro por encima del 20 por ciento, los escándalos de corrupción y la guerra sucia del GAL, el PSOE se quedó sólo a 290.000 votos y a un 1,16 por ciento del PP. Esperar goleadas -siquiera a costa de la crisis- no sólo es poco realista, sino que contribuye a lastrar las expectativas de cambio que ha alimentado la victoria europea de los populares. Con un sentido elemental de la perspectiva puede comprobarse que la situación política tiene nuevas coordenadas. Hace un año, habría sido difícil vaticinar que el PP surgido del Congreso de Valencia iba a ganar en Galicia con mayoría absoluta, a decidir el nuevo Gobierno vasco y a vencer nítidamente en las europeas. No pocos pensaban que a esta hora la sucesión de Mariano Rajoy estaría abierta de nuevo.

Por el contrario, lo que ha sucedido es que el PSOE ha fracasado en la gestión política de la crisis, en la estrategia electoral frente al PP y en la conservación de la imagen inmune de Zapatero. El PSOE se escuda en la crisis económica como causa de su derrota, pero otros gobiernos europeos -los principales- han superado favorablemente la prueba de las urnas. Además, para neutralizar ese efecto estaban el «caso Gürtel» en Madrid y la campaña contra Francisco Camps en Valencia, con la intención de socavar el liderazgo de Rajoy en sus feudos. El resultado es que el PP ha barrido literalmente en ambas comunidades, con resultados muy positivos también en Murcia, Galicia, Canarias o Castilla-León. Este análisis invierte las conclusiones en lo que afecta al PSOE: pierde siete puntos porcentuales en Cataluña; seis en Castilla-La Mancha, donde el PP se ha alzado con una espectacular victoria; siete en Andalucía, y cuatro en Extremadura. Estos retrocesos profundos del PSOE en sus principales caladeros de votos quieren decir que el liderazgo que se ha debilitado es el de Zapatero, quien no ha conseguido conservar apoyos en regiones teóricamente más proclives a sus «políticas sociales».

Es evidente que ningún dato es extrapolable a unas elecciones generales, en las que entran en juego factores distintos a los que concurren en unas europeas, pero los datos son objetivos y claramente abren un nuevo ciclo en España. No en vano, y a modo de aviso, CiU animaba ayer al PP a presentar una moción de censura a Zapatero, dejando entrever su ánimo de agitar desde hoy mismo el ambiente preelectoral en Cataluña, y el propio PP emplazaba al presidente del Gobierno a someterse a una cuestión de confianza en el Congreso. Son indicios, en efecto, de un nuevo ciclo en el que el PSOE pasará muchos más apuros de los que había previsto para esta legislatura.

ABC - Editorial

¿DONDE ESTA ZAPATERO?

«Zapatero debería aclarar si tiene intención de someterse a una cuestión de confianza o si no lo ve necesario, y explicarnos a los españoles si los resultados del domingo cambiarán en algo sus planes.»

Transcurridas ya más de 24 horas desde que se supieran los resultados de las elecciones europeas, sorprende que el secretario general del PSOE y presidente del Gobierno del paro, José Luis Rodríguez Zapatero, aún no se haya dignado a comparecer ante los ciudadanos para dar su explicación a la derrota –corta, pero derrota– de la formación que dirige en unos comicios nacionales.


Al fin y al cabo, una derrota del Gobierno en unas elecciones celebradas a nivel nacional en las que la campaña se ha centrado de forma prácticamente exclusiva en asuntos locales exige algún tipo de respuesta. Zapatero podrá enrocarse, o fingir moderación, o lanzarse otra vez a denunciar lo mala que es la derecha. Lo que no puede hacer es esconderse detrás de López Aguilar, un mal candidato que sin embargo se ha honrado por la forma de reconocer su derrota, y de Leire Pajín, que ha demostrado una incapacidad planetaria dirigiendo la campaña.

No le falta razón al PP al exigirle que se someta a una moción de confianza. No cabe duda de que ha perdido el apoyo de los ciudadanos, como ha quedado demostrado en las urnas. Zapatero tiene hoy menos legitimidad para seguir gobernando el país en un momento tan crucial como éste, especialmente si se mete en charcos tan polémicos como el del aborto. La única forma de recuperar parte de esa legitimidad sería someterse a la confianza del Parlamento, que seguramente le daría su aval, previo pago con nuestro dinero a algunos grupos nacionalistas. Sería la única manera de afrontar con ciertas garantías lo que resta de legislatura.

Cosa distinta es la posibilidad de una moción de censura. Es cierto que permitiría a Rajoy ofrecerse como alternativa, si es que está por la labor de definirse como tal y no limitarse a esperar a heredar el poder. Pero un paso de este calibre obligaría al PP a contar con suficientes apoyos como para dejar clara la debilidad de Zapatero, aunque éste saliera vivo de la contienda, pues en caso contrario no serviría para nada más que para fortalecerlo. Y hoy por hoy no puede contar con casi nadie, como ha dejado meridianamente claro Duran Lleida.

En cualquier caso, Zapatero debería aclarar si tiene intención de someterse a una cuestión de confianza o si no lo ve necesario, y explicarnos a los españoles si los resultados del domingo cambiarán en algo sus planes. Si antes de las elecciones decía que "claro que se jugaba algo", una vez derrotado no puede hacer mutis por el foro. Siendo ésta la primera vez que le sucede, cabe pensar que Zapatero es tan incapaz de aceptar con gallardía una derrota en las urnas como de disfrutar con elegancia de las victorias. Pero todo un presidente del Gobierno no puede permitirse dejarse llevar por una rabieta cuando tendría que estar cumpliendo con su obligación. Los españoles que lo han votado, y los que no, esperan sus explicaciones y su reacción. Cada hora que deje pasar sin ofrecerlas dañará aún más su imagen y su credibilidad.

Libertad Digital - Opinión

LA RENACIONALIZACION DE EUROPA. Por Florentino Portero

EL resultado de las elecciones al Parlamento Europeo no por esperado resulta menos preocupante. Desde hacía semanas la prensa internacional venía haciéndose eco de los sondeos publicados, al tiempo que trataba de desentrañar las razones del creciente desinterés de los ciudadanos por las instituciones europeas. Si hace cuatro años sólo el 45,47 por ciento se acercó a votar, en esta ocasión la media ha caído hasta el 43,01 por ciento. No es casual. Tras un período de ampliación, con todo lo que ello supone, la Unión se dispuso a dar un salto adelante a partir de un nuevo gran tratado. Con la ampulosa y contradictoria denominación de Tratado de la Constitución, las instituciones se embarcaron en un proceso que concluyó en fracaso. La retórica europeísta de nuestros dirigentes, el discurso políticamente correcto de nuestras elites había dejado atrás, una vez más, los sentimientos de los contribuyentes. El Tratado no ilusionó, en algunos despertó temor, en otros frustración. La situación no estaba madura y la presentación fue desastrosa. En un ejemplo de lo que nuestros gobernantes entienden por democracia, la versión breve del difunto tratado, rebautizado como de Lisboa, ya no sería consultado al pueblo soberano.

Europa, ensimismada en sus cosas, ha demostrado una extraordinaria incapacidad para dotarse de una voz en política exterior. Desde la campaña de Iraq hasta la Guerra de Georgia pasando por Afganistán, la Unión no ha dejado de ser un ejercicio de estéril cacofonía. En esta ocasión no sería justo criticar a los gobiernos, que sólo representan perspectivas incompatibles entre culturas políticas nacionales muy distintas. No hay política exterior común porque no la puede haber.

La gota que ha colmado el vaso ha sido la crisis económica. La Europa Unida nació en torno al ideal de un mercado común y evolucionó hasta dotarse de una moneda propia. Sin embargo, ante la crisis la Comisión ha quedado anulada por la reacción de los gobiernos en clave nacional. No sólo no ha habido una política económica europea, es que hemos asistido a una renacionalización de la gestión económica y a un retroceso del proceso hacia un mercado único.

¿Cómo va a ilusionarse el ciudadano por la integración europea si los temas que de verdad le interesan se resuelven en casa al tiempo que las grandes cuestiones del discurso europeísta se quedan en mera retórica? Los electores han ido a votar en menor número que el año pasado porque son menos los que sienten interés por lo que ocurre en Bruselas y Estrasburgo. Más aún, aumenta también el número de los que ven con escepticismo la forma en la que se está construyendo la Unión. El carácter casi indiscutible del proceso de integración europea se desmorona ante la mirada perpleja del hombre de a pié.

La gran derrotada ha sido la izquierda socialista, el baluarte de la ortodoxia federalista europea, del multiculturalismo y de las políticas de gasto público. En este sentido el mensaje parece claro: ni es momento de federalismo, ni de más gasto y la convivencia entre culturas distintas requiere una revisión. La derecha gana, pero a costa de una quiebra interna con un serio trasfondo ideológico. Los conservadores británicos no soportan por más tiempo la convivencia con los populares continentales. La tradición liberal de los primeros se siente ahogada en la pasión por el intervencionismo estatal de los segundos, que justifica la tantas veces citada dedicatoria de Hayek «a los socialistas de todos los partidos» y es que no siempre resulta fácil distinguir un popular de un socialista en el Parlamento Europeo. El multiculturalismo y su discurso políticamente correcto también han hecho mella en algunos partidos populares. Allí donde los conservadores han hecho una clara defensa de los valores identitarios y constitucionales, como es el caso del neogaullismo de Sarkozy, la derecha se ha fortalecido recibiendo votos de la izquierda tradicional. Por el contrario, en aquellos casos en los que la derecha ha tratado de sortear el problema, buscando la clásica posición de perfil, el elector ha dirigido su voto a nuevas formaciones comprometidas con la reivindicación de esos valores. En Holanda, donde la derecha está presa de la corrección política y donde se espera que los musulmanes se conviertan en mayoría bastante antes de fin de siglo, era esperable el surgimiento de nuevas formaciones que canalizaran esta demanda social. Holanda es sólo la vanguardia de lo que va a ir surgiendo en otros países y la quiebra de su sistema de partidos es un adelanto de las tensiones que se van a vivir en todos los rincones de la Unión. Estas elecciones son importantes porque reflejan una clara falta de sintonía entre electores y elegidos y presa-gian cambios necesarios que pueden resultar difíciles de llevar a la práctica.

Toda política es siempre política local y lo es más cuando son pocos los interesados en el objeto formal de una consulta electoral. El vacío dejado por el Parlamento Europeo lo han llenado cuestiones nacionales, que van desde la crisis del laborismo británico hasta la vuelta a las prácticas amatorias de la Roma clásica por parte del presidente Berlusconi. Esta variante ha marcado con su sello característico cada uno de los comicios.

En España los candidatos han renunciado a debatir sobre Europa para concentrarse en la greña cotidiana. Estaba en juego el respaldo al presidente Zapatero por su pésima gestión de la crisis y sus imaginativas batallas culturales así como el liderazgo del jefe de la oposición, cada día más criticado desde sus propias filas. El Partido Popular ha vencido reteniendo sus votos y ganando doscientos mil más. Rajoy ha argumentado que es la prueba del triunfo de la estrategia aprobada en Valencia, pero no es cierto. No tuvo el valor de ir con esa estrategia a cara descubierta y tuvo que parapetarse en el último momen-to tras Mayor Oreja, al que deseaba apartar definitivamente. Gracias a Mayor y a la vieja guardia, con Aznar y Rato a la cabeza, ha logrado un triunfo parco, que sabe a poco y no resuelve nada. Zapatero ha perdido casi ochocientos mil votos, ha sido derrotado, pero tiene opciones de vencer en las generales y, sobre todo, gracias a la impotencia de los populares, se ha encumbrado al liderato de la izquierda europea.

¿Cómo es posible que gobernando tan desastrosamente, generando más paro que nadie, Zapatero sufra un desgaste tan pequeño? Hay dos respuestas complementarias. Por la incompetencia de los populares y porque su concepto de nueva izquierda funciona. No hay duda de que tras los descalabros electorales sufridos por los socialistas alemanes, franceses, británicos y por los demócratas italianos todos ellos mirarán hacia Zapatero. No está claro que encuentren un rival tan fácil como Rajoy, pero sacarán lecciones de la nueva mayoría de izquierdas arbitrada por sus socios españoles. El socialismo tradicional está muerto porque no tiene casi nada que aportar a Europa. Una nueva izquierda caracterizada por el populismo, el relativismo, el odio a los valores tradicionales de Occidente, el pacifismo derrotista, el rechazo al estado-nación... ya está entre nosotros y no es una buena noticia.

Las crisis económicas son tiempo de cambio acelerado. Lo que se veía venir en la lejanía se precipita sobre todos en un abrir y cerrar de ojos. Estas elecciones han sido importantes porque nos han mostrado hasta qué punto hay una clara demanda popular de redefinición de programas y objetivos en toda Europa. De la misma forma que las crisis llevan a muchas empresas a la quiebra para dar paso a otras mejor adaptadas a las nuevas condiciones de mercado, las formaciones políticas se suceden en el tiempo desapareciendo aquellas que no han sabido o querido escuchar y responder adecuadamente a las exigencias del electorado. Es tiempo de crisis también en política y asistiremos a cambios importantes.

ABC - Opinión

BICENTENARIO: MEMORIA E INDIFERENCIA. Por Arturo Pérez Reverte

Entristece comprobar cómo transcurre en España el bicentenario de acontecimientos relacionados con la guerra de la Independencia, en el supuesto –no tengo la certeza absoluta– de que aún la llamen así los libros de texto. Si algo caracteriza el asunto es el desinterés institucional y el carácter local, casi privado, de cada acto. Un ayuntamiento, un colegio, un grupo de aficionados a la historia de su pueblo, convencen a las autoridades, consiguen una modesta financiación y, a fuerza de entusiasmo y tesón, la iniciativa sale adelante: La Albuera, Bailén, La Coruña. O no sale. A veces tropieza con muros de incomprensión o recelo. A no pocos imbéciles, recordar batallas les suena a militarismo, y recelan de una Historia que ni conocen ni les importa. Otros, los perspicaces, intuyen que esas cosas crean ambiente y dan votos. Entonces se adhieren al proyecto, a veces –seamos justos– con sincero entusiasmo. Pero esto suele ocurrir a escala local. Más arriba, las cosas cambian. Por lo común, para que haya apoyo económico e institucional, el ayuntamiento debe estar regido por el mismo partido político que gobierna la comunidad correspondiente. Si no, la respuesta suele ser la indiferencia más absoluta, se trate de la guerra de la Independencia o de la guerra de las Galaxias. Y del Estado, qué les voy a contar. Ni está ni se le espera. Sobre la comisión para el bicentenario, que con tanta pompa presentó en su momento, huelgan comentarios. A su currículum y actividades me remito.

Luego viene la mala fe y la mezquindad de cada cual. Ejemplo fresco es Gerona: escenario, con Zaragoza, de una de las más tenaces y heroicas defensas contra los franceses. Estos días se puede visitar una exposición que pasa de puntillas por la figura del general Álvarez de Castro y apenas menciona la guerra peninsular. La pasmosa lectura del asunto es que aquello fue un episodio menor de las relaciones bilaterales entre Cataluña y Francia, que la ciudad mejoró una barbaridad bajo la ocupación –casi liberación– napoleónica, y que los oprimidos –por España– payeses y ciudadanos gerundenses se vieron obligados por los militares españoles a defender la ciudad contra su voluntad y sus intereses, en una guerra tonta que ni les iba ni les venía. Poco más o menos. Con un catálogo de la exposición, además, publicado sólo en catalán, con un resumencito al final en francés, inglés y castellano. Para que no haya dudas al respecto.

Con otro asedio ha habido más suerte. En Zaragoza, donde el carácter nacional de aquella guerra no lo discute nadie, la conmemoración del primer sitio francés fue espléndida. Incluyó una recreación histórica que, al principio, el ayuntamiento veía con recelo. Sacar uniformes de época, banderas y fusiles a la calle le parecía un alarde militarista y patriotero. Ahora, en vista del éxito de público obtenido –20.000 personas, y la gente encantada–, ha decidido hacerse cargo del asunto el año que viene, sin complejos. Y es que no hay como los votos para revisar conceptos. Otro caso de respuesta popular ha sido el de Medellín, que este año se volcó en el recuerdo de una batalla que, en 1809, costó allí 8.000 muertos a los españoles. Su memoria se honró como Dios manda, gracias a la iniciativa de un humilde profesor de instituto que convenció a sus paisanos. Colaboraron el ministerio de Defensa –que siempre ayuda cuando se lo piden– y las asociaciones napoleónicas. Hoy, un monumento a la paz y a la memoria señala, al fin, ese campo de batalla.

Como ven, pese a todo, hay gente que no se rinde, y arrastra a otros en el sueño de recobrar su memoria histórica, la de todos, borrada por siglos de estupidez e incultura. Un acicate perfecto para que los jóvenes se interesen por libros y museos. Por la huella de lo que fueron y la clave de lo que son. Hay que agradecer ahí el trabajo dignísimo, entusiasta, que hacen las asociaciones napoleónicas españolas; que con sus grupos de recreación histórica, en compañía de aficionados ingleses y franceses, reconstruyen los escenarios en espectáculos brillantes y emotivos. Dan así una lección de Historia viva, y rinden homenaje a los miles de compatriotas que lucharon y murieron en España hace doscientos años. Eso ocurrió en Somosierra el año pasado, gracias al tesón de la asociación de Voluntarios de Madrid; y se repetirá en Talavera dentro de dos semanas, cuando se conmemore la batalla que allí riñeron, en julio de 1809, españoles, ingleses y franceses. Un choque sangriento que acabó en tablas, con casi 15.000 bajas y un regimiento de caballería español, el del Rey, dando una carga sable en mano que los historiadores califican de ‘asombrosa’. Con motivo del bicentenario se han dado allí conferencias y publicado cuadernos didácticos para escolares, se expone una estupenda maqueta que reproduce el lugar, y el domingo 21 de junio está prevista una recreación con tropas uniformadas de época en el campo de batalla. También habrá acto institucional. Esta vez hubo suerte. Como el ayuntamiento es del Pesoe, colabora la Junta de Castilla-La Mancha.

XL Semanal