
Ese es el término justo y exacto para definirlos. Lo grave es que quienes tienen la máxima responsabilidad de poner coto a tanta barbaridad y a ese golpe de estado permanente llevan varios años siendo cómplices necesarios de los putschistas. En la mayoría de los periódicos digitales españoles aparecía ayer como una noticia «normal» el hecho de la aprobación por parte de un Gobierno regional español de una ley que viola la constitución, desprecia las sentencias del Tribunal Supremo de España y se mofa de los derechos de millones de españoles que viven en esa región nororiental de nuestra patria que se llama Cataluña.
Es una vergüenza, es una coña como ya hemos dicho, pero sobre todo es una terrible afrenta a las leyes democráticas de nuestro Estado de Derecho que se ha construido, desde el final de la dictadura con honradez, esfuerzo e ilusión de muchos millones de españoles e innumerables políticos y funcionarios decentes. Es una vergüenza infinita que el Tribunal Constitucional de España, en un acto de permanente e interminable desprecio a la ciudadanía española, todavía no haya aclarado las mil sospechas de inconstitucionalidad de un Estatuto catalán que se está desarrollando por vía de hechos consumados en su mayoría irreversibles. Es un escándalo, es una indignidad y es una traición a la constitución que por conveniencias de mezquindad política partidista el Estado de Derecho haya hecho absoluta dejación de su deber de defender a la ciudadanía frente a los nuevos caciques del nacionalismo socialista. Llámenlo como quieran.
ABC - Opinión
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