El PP cierra filas junto a Rajoy para enfrentarse al problema que significa Luis Bárcenas. No sé muy bien, a estas alturas, lo que significa eso de «prietas las filas»; pero, sea el orden cerrado o abierto, un tesorero en veremos es un grave daño para una formación política. Independientemente de lo que dilucide y determine el Tribunal Supremo, donde tienden a cronometrar con un calendario, el «caso Bárcenas» es un desgaste para el PP que ha incrementado sus efectos dañinos por la calma rajoyana con la que tratan el problema.
Supongo la inocencia de Bárcenas; pero no es, sólo, cuestión de inocencia o culpabilidad lo que el PP tiene en sus manos. La apariencia es, en la vida pública, tanto o más que la virtud y, de hecho, la caterva gubernamental que encabeza José Luis Rodríguez Zapatero es muestra de lo que digo: la propaganda y el aliño han conseguido imbuirnos a todos de que son lo que se dice y no lo que parecen. Bárcenas, salga con barba o resulte lampiño, es una vía de desgaste frente a la opinión pública. Rajoy no debe condenarle antes de que los hagan los tribunales, si es que llegan a hacerlo; pero tampoco es cosa de tenerle expuesto en la hornacina de los mártires por la causa del centro.
La gestión de los conflictos internos, inevitables en un grupo que es el de mayor número de militantes entre todos los partidos europeos, es la mejor medida que pueden tener los votantes de la potencialidad de gobierno que albergan sus líderes. Y debe decirse que, en los diferentes casos de aparente corrupción que tanto jalea del PSOE, el PP viene mostrando una escasa capacidad de respuesta. Dejar pasar el tiempo, con la esperanza del olvido, nunca funciona. La mala intención siempre consigue que germine la buena memoria hostil.
ABC - Opinión





0 comentarios:
Publicar un comentario