
Nuestra democracia presente, que hunde sus raíces y muchos de sus modos en un régimen totalitario, no ha sido nunca cuidadosa con las formas y ha propiciado el abuso de los recursos públicos de quienes, en cualquiera de los planos en que ello es posible, son nuestros representantes. Los partidos políticos y los mal llamados agentes sociales -patronales y sindicatos-, los órganos básicos de la participación ciudadana, no satisfacen sus gastos, como debieran, con las cuotas de sus afiliados, sino con cargo al Presupuesto. Admitida esa deformación, ya es difícil andarse con matices. Se confunden valores y rangos y los ciudadanos, no siempre de buen grado, soportamos con nuestros impuestos los gastos -muchas veces caprichosos y nunca bien auditados- de los partidos, los sindicatos, las ONG´s...
Aquí habría que reimplantar los rollos y picotas en los que, antes, se exponían a la vergüenza pública las conductas reprobables. Habría que castigar, con la sabiduría prevista en las Siete Partidas, a quienes abunden en el exceso de lo publico «faziéndoles estar al sol, untados de miel, porque les coman las moscas alguna hora al día». El sueldo, el despacho, los asistentes y transportes y cuantos gastos acarrea la existencia de quienes dicen ser nuestros representantes, se comporten o no como tales, los sufragamos entre todos. En el PP y el PSOE, menos de una quinta parte de sus presupuestos son atendidos por las cuotas de los militantes y los donativos de sus simpatizantes. Publíquense todas las listas que quiera González; pero, ¿no habría que ir cambiando el reglamento del juego?
ABC - Opinión
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