jueves, 21 de mayo de 2009

UNA PARALISIS MAS QUE PARCIAL. Por Valentí Puig

HAY cosas en la vida pública que son de hoy y de siempre. Cicerón describió alguna «situación lamentable, quebradiza y cambiante». Fue como una vieja estampa parlamentarista ver a Zapatero yendo por las bancadas del Congreso de los Diputados en busca de votos para aprobar unas medidas económicas que han acabado por tener muy poco que ver con lo prometido en el debate del estado de la nación. Hay una diferencia entre salir al encuentro de los problemas y agazaparse para no tener que aplicar soluciones arduas. España se quedó sin proyecto incluso antes de que la recesión económica llegase de lleno.

En los arsenales retóricos de la política española hay pocas reservas de energía capaz de formular o sugerir. Al darse las elecciones presidenciales de 1995, Chirac pidió el voto de los franceses con el «ritornello» temático de la «fractura social». La fórmula era del sociólogo Emmanuel Todd, quien, como resulta inevitable, acabó por quejarse de la apropiación política de su idea, la de una Francia fracturada por el desempleo, la exclusión social y las tensiones debidas a la inmigración. Fueron factores que contribuyeron al descalabro del Tratado Constitucional europeo en Francia.

Con Nicolas Sarkozy, la fórmula electoral seleccionada fue «política de civilización». Era una tesis del sociólogo Edgar Morin, quien también se ha quejado de que su idea fuese trivializada y convertida en confeti político. Morin se refería originariamente a que, si existen aportaciones de civilización, también se han producido males que se deben solventar sin echar a perder las bondades. Ya se ve que a los intelectuales franceses, siempre tan deseosos de la atención del príncipe, luego les maltrae el «ego» ver sus ideas diluidas en forma de eslóganes.

Con Zapatero no se dan situaciones de este género porque la parálisis propia de su devaneo intelectivo es más que parcial. No hubo proyecto ni eje dinamizador en las elecciones generales, ni antes de la crisis o en su posterior despliegue triturador. La renuncia del Gobierno socialista a ser algo más gracias a una política exterior atinada y pugnaz ya es algo conocido en toda Europa. Ahí siempre aparecerá alguien que ocupe el vacío que deja otro. Haber retrasado deliberadamente el reconocimiento de la crisis económica hará que nuestra recuperación tarde más que en la mayoría de países con los que competimos, que son todos. No es una paradoja que reconocer tan tarde la crisis esté induciendo a una parálisis en la concepción de salidas efectivas.

En el momento en que la sociedad española comenzaba a imbuirse de la noción de competitividad, especialmente con las nuevas redes empresariales y tecnológicas, la tentación igualitaria y las inercias de la cultura de dependencia reciben nuevos incentivos del Estado. En el momento de lograr síntesis creativas entre la flexibilidad económica -flexiseguridad laboral- y los modos de protección social resulta que entramos en vía muerta. Es escalofriante el espectáculo del desplome de la inversión y del incremento del paro. El anquilosamiento de las oportunidades frena el ascensor social y desanima la iniciativa individual. Ha sido muy citado estos días el dato sobre creación de nuevos negocios: de abril a abril cae un 34 por ciento. Es algo por lo menos equivalente a una especie de parálisis que va a ir dejando ya una huella inquietante y grave. Sí, lamentable, quebradiza y cambiante. Cada vez se contagia más el carácter específicamente inactivo de la segunda etapa del zapaterismo.

ABC - Opinión

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