jueves, 21 de mayo de 2009

DESLEALTAD NACIONALISTA. Por M. Martín Ferrand

RESULTA difícil, especialmente en España, dibujar el perfil y establecer los límites de un sindicato. Muchos de ellos tienen tradición satelital y, además, no siempre es posible la dicotomía entre lo que nos interesa como ciudadanos y lo que nos conviene como trabajadores. Tenemos en el País Vasco un claro ejemplo de ello. Los dos grandes sindicatos nacionalistas del lugar han convocado para hoy una huelga general que toma razón de la crisis económica; pero que, a todas luces, es un primer embate contra el recién establecido gobierno de Patxi López.

ELA, uno de los sindicatos convocantes, el de más representación en las tres provincias vascongadas, fue hace casi cien años una fundación del PNV. LAB, el otro, de más reciente factura, pretende liberar a la clase obrera de la opresión de sus patronos y al País Vasco de la de España. Por si quedaba alguna duda sobre la escasa entidad sindical de la huelga convocada, y de lo mucho que tiene de prólogo para una actitud de rechazo básico a una lehendakaritza en manos socialistas, Arnaldo Otegui y Batasuna apoyan con entusiasmo la convocatoria. Es, en consecuencia, una huelga política ilegal y, sobre todo, desleal. El nacionalismo vasco, en toda su gama, sale a la calle para buscar en ella lo que el procedimiento democrático no le ha permitido obtener en el Parlamento de Vitoria.

Esa deslealtad nacionalista, perturbadora para la buena marcha de la Nación y atentatoria contra la esencia del Estado, puede llegar a manifestarse en el seno de una misma familia partidista. El PSOE, instalado en La Moncloa, tiene la misma raíz que el PSC instalado, en compañía de otros, en el Gobierno de la Generalitat; pero son dos almas distintas. Así es posible que los diputados del PSC voten en la Carrera de San Jerónimo en sentido contrario de cómo lo hacen, para salvar la cara frente a sus socios del tripartito, en el Parlamento de Cataluña. Acabamos de verlo a propósito de una resolución sobre la financiación autonómica y la gestión del aeropuerto de El Prat.

Al final, la ambigüedad socialista -para nuestra desgracia, no demasiado diferente de la del PP- opera contra la estabilidad de los gobiernos, nacional y autonómicos, y contra la certeza en la que debe cimentarse la prosperidad del país y los ciudadanos. La conquista del poder como único contenido partidista, lejos de las ideas y los principios, sólo conduce al desastre total.

ABC - Opinión

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