
Los ciudadanos, en pleno hartazón de las crisis crecientes, vivimos desorientados. El Gobierno no gobierna, la Oposición no se evidencia como alternativa y la razón invita a pensar que una crisis global reforzada con otras de carácter nacional no puede tener remedio en el Estado de las Autonomías. Ayer, un perezoso Consejo de Ministros, adelantado para que el Gabinete pueda holgar en San Isidro, fiesta local de Madrid, dedicó buena parte de su tiempo a debatir y aprobar el anteproyecto de la nueva Ley del Aborto. Todo un síntoma de frívolo feminismo accesorio.
A tal extremo llega la irresponsabilidad política de ocuparse de lo que les interesa a muy pocos para no tener que enfrentarse con lo que angustia a la mayoría que en Cataluña, donde el disparate suele encaramarse sobre la peana del nacionalismo más rancio, la gran pugna presente en el Parlament la genera el hecho de que CiU se opone al proyecto del Govern de declarar la sardana como danza nacional de Cataluña. Eso viene a ser como legislar sobre la condición bípeda del ser humano o declarar el aire como fundamental para el proceso respiratorio; pero la discrepancia de CiU lo es por las formas, no por el fondo. Que no se escandalice nadie. En los diecisiete Parlamentos de la Nación se tejen paños de parecida naturaleza, puro ombliguismo, y la casa nacional está sin barrer. La España confederal soñada por Zapatero está servida. Que se aprovechen sus entusiastas, si los hubiere, antes de que nos corten la luz y escaseen las provisiones de boca.
ABC - Opinión
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