viernes, 15 de mayo de 2009

LA NACION QUE FUE. Por César Alonso de los Ríos

Pitadas y abucheos al Rey y al Himno en el Mestalla. Ausencia de banderas españolas para satisfacción de los que piensan, como Patxi López, que la roja y gualda divide. El ocultamiento del escenario por parte de TVE iba a ser el cierre coherente del debate sobre el estado de la Nación. Zapatero y Rajoy no quisieron hacer alusión alguna a la persecución a la lengua castellana, a la ley del Aborto, a las relaciones Iglesia-Estado, a la aprobación de hecho del Estatuto catalán, a la depravación de la Justicia, a la corrupción de los políticos...

Durán Lleida, que niega la Nación española, ha propuesto un gran pacto nacional sobre la crisis. ¿Acaso no sabe que la negación de España está en la base de la crisis global y no sólo de la económica? Erkoreca ha denunciado, como sucio, el juego de Zapatero con el País Vasco. Vino a llamarle vendepatrias, que es el insulto más fuerte que puede hacer un nacionalista. ¿Y Rajoy? Quiso creer, una vez más, que Zapatero iba a atenerse a un guión plausible. Si es cierto que en pocas ocasiones un jefe de Gobierno ha podido tenerlo tan mal como Zapatero el martes al mediodía, también lo es que un jefe de la oposición pueda llegar a ser tan ineficaz. Derrotado dos veces, espera ganar la tercera gracias al desastre total de España. Concibe su triunfo a partir de lo irreparable.

Pero ya estamos en ello. López está ya al mando de lo irreparable. Montilla está gestionando lo irreparable. Y si Rajoy es un pesimista antropológico, Zapatero ha sido el entusiasta rematador de un proyecto que comenzó hace tres décadas con la genialidad de las «nacionalidades». De hecho, yo pude escribir en «Si España cae» que los dados estaban echados y que, a partir de la derrota de la Nación, el Estado no pasa de ser un inmenso aparato al servicio de las peores causas. Las que día a día vemos prosperar aunque TVE nos las oculte (por fallo humano).


ABC - Opinión

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