lunes, 25 de mayo de 2009

EL MAL MENOR. Por José MaríaCarrascal

HE aguantado exactamente dos minutos y quince segundos de campaña electoral, y eso, por obligación periodística. Me bastaron para hartarme de demagogia barata, golpes bajos e ideas mostrencas, no necesariamente por ese orden. Por parte socialista, el tema de estas elecciones europeas son Bush y Aznar. Por parte del PP, Zapatero. Se aproximan más a la realidad los populares, pero lo hacen con tan poca gracia y con argumentos tan reiterativos, que aburren a las ovejas. Unos y otros nos tratan como menores de edad, y puede que tengan algo de razón vista la pasividad con que estamos aceptando la situación en que ha devenido nuestro país. ¿Por culpa de quién? Difícil decirlo. Esto del gobierno y la ciudadanía, en democracia, se parece bastante al viejo dilema del huevo y la gallina. ¿Quién fue antes, un gobierno infecto o una ciudadanía inane que lo elige? Puede optar cada cual por lo que quiera, pues argumentos hay para defender ambas tesis. Aunque tampoco hay que olvidar las culpas que corresponden a la oposición, al ser incapaz de provocar el cambio necesario.

En tales condiciones, me he prometido no volver a escuchar ni una sola frase más de los discursos electorales y soñar, de aquí al 7 de junio, que estoy totalmente equivocado respecto a mis compatriotas. Que ese pasotismo que exhiben no es otra cosa que una forma de engañar a los políticos, como los políticos tratan de engañarles a ellos, y que dedicarán, como yo, el tiempo de campaña a pensar en la situación en que nos encontramos, para terminar votando tal como ésta lo requiere. Y no nos lo han puesto fácil, pues si el Gobierno carece de planes no ya para salir de la crisis, sino para gobernar España, el PP no acaba de ofrecernos un proyecto de futuro convincente y definitivo. Sus alusiones nostálgicas a la era Aznar ignoran algo tan importante como que la situación actual no se parece en nada a aquélla. Por otra parte, Rajoy da la impresión de estar siempre mirando de reojo, como si temiera más las balas que puedan venirle por la espalda que los obuses que le llegan de enfrente. Algo que no contribuye a aumentar la confianza en él, que es poca. Claro que Zapatero no tiene ninguna. Y son ellos dos, no ese galán de playa que tan bien encaja con las ministras progres de la última hornada, ni ese otro señor de barba blanca que parece sacado de una foto del álbum de familia, los verdaderos protagonistas de estas elecciones supuestamente europeas.

Al final, si el panorama no se aclara, habrá que decidirse por el mal menor, pues lo que no cabe en democracia es dejar de votar. Aunque esperábamos más de la nuestra, ¿verdad? Cabe el consuelo de aquello «la democracia es el menos malo de los regímenes políticos». Pero no tanto ni tan calvos.

ABC - Opinión

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