Esa intervención pública, en cambio, le gusta al ex presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, Pedro Capilla, que aplaudió la resolución de la Corte de Luxemburgo que avaló la reserva de explotación de las farmacias exclusivamente a los farmacéuticos con esta declaración: "los medicamentos no son mercancías... no deben ser vendidos en un establecimiento que no esté regentado por un farmacéutico... Con un modelo de farmacia liberalizado, cientos de pequeñas localidades se quedarían sin farmacia". Parece como si las mercancías fueran necesariamente inseguras, y como si un empresario no pudiese abrir y regentar una farmacia, so pena de desatar toda suerte de males. En cuanto a la idea de que la libertad excluiría a los marginados, cabe recordar que el poder defendió durante décadas el monopolio de Telefónica con idéntico razonamiento: la competencia libre dejaría incomunicados a los pueblos más remotos. Pues bien, se abrió un poco el mercado de la telefonía y el resultado fue el contrario: nunca hemos estados mejor comunicados. Además, el argumento del cuidado de los marginados, típico del Estado del Bienestar, es sólo un señuelo para montar una pirámide burocrática que con la excusa de la atención a los más menesterosos cobra y somete a todos. Si le propusiéramos a don Pedro Capilla la liberalización completa del sector farmacéutico a cambio de un compromiso de una donación específica para abrir farmacias en localidades remotas, ¿lo aceptaría?
Libertad Digital - Opinión
0 comentarios:
Publicar un comentario