
Señalan ya algunos expertos que este podría ser el arranque, de un ciclo de depresión económica, algo más grave y duradero que una crisis y que, según Ramón Tamames, se caracteriza por «la retracción del comercio internacional, el ascenso del paro y estancamiento, o incluso caída, del PIB». En lo que respecta al comercio internacional, el dato es elocuente: entre 2003 y 2007 hemos perdido -¡sin que suenen los timbres de alarma!- un 15 por ciento de cuota de mercado en el comercio mundial. El paro se acerca al 14 por ciento de la población activa y el PIB ya se mide en cifras negativas. Un desastre que se acentúa con la irresponsabilidad de los «agentes sociales»: unos sindicatos que exigen fuertes incrementos salariales y unos empleadores, incapaces de reaccionar en defensa de sus propios intereses, a la espera de las ayudas y los favores públicos.
Cabe señalar, como síntoma del caos en que nos sumergimos, la montaraz conducta de los pilotos de Iberia que, sin la gallardía de declararse en huelga, secuestran durante horas a quienes les dan de comer ante la pasividad de los Ministerios implicados y de la Fiscalía. Aquí vale todo y el gran espectáculo, en la pista central del drama nacional, lo ofrece José Luis Rodríguez Zapatero, el líder socialista que parece querer ser Felipe González pero que, falto de talento, corto de equipo, escaso de ideas y henchido de manías de grandeza apenas se parece a la caricatura del sevillano. Ha conseguido cifras de paro de dos dígitos y ha recibido, con abrazos y banderas, al presidente de la Autoridad Nacional Palestina -dos notas inequívocamente felipistas-; pero le faltan garbo y oposición para llegar a más y enfrentarse con la realidad que nos arruina y disgrega.
Según Zapatero, la situación mejorará en marzo. Casualmente después de los comicios gallegos y vascos. Es decir, en ejercicio de traducción directa, que en marzo la situación será insostenible. Y, ¿qué?. Tranquilos. Lo importante, según quienes dicen representarnos, es el nombre del presidente de Caja Madrid y la financiación autonómica.
ABC - Opinión
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