martes, 3 de julio de 2007

Ana Nuño acerca de Ciutadans

Ana Nuño, co-fundadora y firmante del Primer Manifiesto que dio nacimiento al proyecto Ciutadans, escribe lo siguiente, en respuesta a Tsevanrabtan:

Querido Tse:

Me permito comentar algunas de tus perplejidades.

De contexto, un par de datos. A pesar de mi participación en la fase pre-formación del partido y en la primera Asociación Ciutadans de Catalunya, hace un año decidí no implicarme en modo alguno en el nuevo partido. En modo alguno: ni siquiera me afilié. Mi convicción era, y sigue siendo, que los 15 que lanzamos este invento, una de dos: o nos mojábamos pasando a la acción política o nos limitábamos a apoyar el partido hasta 1 minuto antes de su Congreso fundacional. Opté por lo segundo (como Azúa o Vázquez-Rial).
Estoy convencida de que no pocos problemas de este primer año se deben a la incapacidad de algunos de mis antiguos compañeros para "desengancharse" de la criatura, aparejada a la manía, tan propia de intelectuales decimonónicos, de manejar los hilos en la sombra.

Ahora, algunos comentarios.

Sí, es cierto que Rivera y Robles fueron designados por el surrealista método de votar una lista en la que sus nombres figuraban por orden alfabético (y ni siquiera de los apellidos, sino de los nombres). Pero todo lo demás suele ocultarse. Y lo demás, en este caso, no es lo de menos.


Al Congreso fundacional llegaron todos, fundadores y ulteriores, muy divididos. Yo me bajé del carro menos de un mes antes, al constatar el nivel de violencia verbal que enfrentaba a los dos principales grupos enfrentados: los "liberales" y la "izquierda". Así que ese cisma lo es de origen, y no se ha fraguado durante la presidencia de Rivera. De hecho, no pocos males que han lastrado el partido provienen de no haber aceptado, de entrada, que éste nacía con dos corrientes o tendencias. Lo que ha sucedido entre tanto es la gradual infección de una herida "curada" con cataplasmas caseros. El pus ha acabado saliendo, como es lógico. El segundo congreso ha nadado en este mar de estreptococos.
Es cierto que Teresa, de los 15, fue la única que ingresó en uno de los órganos del partido, la Ejecutiva. Pero no lo es menos que tanto ella como su "patron", Arcadi, estaban encantados con la elección de Rivera: ambos pensaban que "el niño", por serlo y haber llegado apadrinado por ellos, sería fácilmente manejable. Pero como suele sucederle a cualquiera que mame poder y pise moqueta, "el niño" ha acabado moviéndose por su interés, no por el de terceros.

Respecto de la relación Rivera-Robles, es un poco más compleja de lo que trasluce tu relato. Digamos que están condenados a odiarse cordialmente, y no desde hace pocos meses. La verdad, no veo nada extraordinario en ello. ¿Conoces algún partido en el que las relaciones entre los miembros de su cúpula sean, no ya idílicas, sino meramente civilizadas? Los ejemplos abundan, de Frutos-Llamazares a Montilla-Maragall, de Carod-Puigcercós a Mas (antes Pujol)-Duran Lleida a Rajoy-Acebes.
Lo que me lleva a mi último comentario. Hay que ser muy iluso para pensar que porque un puñado de "intelectuales" impulsaron la creación de un partido político, éste vaya a funcionar como algunos imaginan que suceden las cosas en el mundito intelectual. Dejo de lado la mitología que rodea a estos seres y su mundo, a los que se les supone la extrahumana capacidad de no cultivar pasiones como la ambición, la envidia o el rencor. Un partido es una máquina que genera, no el calor de las utopías, sino una cosa un poco más tangible y, además, necesaria para el funcionamiento de toda actividad política: poder.
Otra cosa es que se pueda (y hasta deba) aspirar a la mayor transparencia en sus actuaciones. Pero también esto es una cataplasma utópica: un partido es eficiente sobre todo si es disciplinado y coherente.
Hasta la fecha, C's no ha cumplido ni con lo uno (las cataplasmas) ni con lo otro (la eficiencia). Aunque mis "simpatías" (es decir, mi ideología) no coincide con la actual línea de este partido, lo último que le desearía es que se rompiera o desapareciera. Quizás porque, a diferencia de algunos de mis ex compañeros, no doy por amortizado el problema del nacionalismo en Cataluña. Y sigo pensando que es más bueno que malo que en el espectro político catalán exista un partido no nacionalista. Aunque sólo sea por razones profilácticas y para, al menos, desactivar la "pedagogía del odio".
Un saludo.

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