martes, 21 de junio de 2011

Crisis. La política de tierra quemada de ZP. Por Emilio J. González

Zapatero no tiene el menor interés en continuar con la política de reformas. Lo que él quiere ahora es vengarse del PP echándoles encima a los del 15-M y todo lo que pueda tener a su alcance.

Zapatero está en el tiempo de descuento pero no quiere dar por acabado el partido, a pesar de que ya sabe que no puede ganarlo. ¿Por qué sigue, entonces, de presidente en lugar de convocar elecciones? Él dice que porque quiere completar el programa de reformas estructurales, pero creo que la comunicación que ha enviado el Gobierno al Congreso de los Diputados, de cara al Debate sobre el Estado de la Nación, deja entrever las verdaderas intenciones –nada buenas, por cierto– del todavía inquilino de La Moncloa.

En el comunicado del Gobierno, éste habla de su preocupación por la evolución de la economía y del empleo y dice estar dispuesto a escuchar las propuestas de los demás partidos en este sentido. Vamos, que ZP, en lugar de proponer nuevas líneas de reforma, que ya sabemos que no lo va a hacer, lo que pretende es que el PP se retrate marcándole el camino a seguir. Si lo hace, malo porque entonces Zapatero les va a echar encima a los del movimiento 15-M, que para eso Rubalcaba les está dejando campar tranquilamente por sus respetos. Y si no lo hace, entonces Zapatero le va a acusar de todo, poniendo todo tipo de paralelismos entre la actitud de los de Mariano Rajoy y la del principal partido de la oposición de Grecia, cuya falta de colaboración con el Ejecutivo heleno está llevando al país al desastre.


Es más, seguramente, en lo que al saneamiento de las cuentas públicas se refiere, Zapatero va a insistir en que ahora el ajuste le toca hacerlo a las administraciones territoriales, es decir, a unas autonomías, en especial las que han estado gobernadas por los socialistas, cuyas cuentas, según está empezando a percibir el PP, son un agujero negro sin fondo que no va a dejar margen de maniobra alguno a los nuevos gobernantes si no es a través de recortes drásticos en muchas partidas de gasto que no va a gustar tampoco a los del 15-M.

¿Qué se deduce de todo esto? Pues que Zapatero no tiene el menor interés en continuar con la política de reformas. Lo que él quiere ahora es vengarse del PP echándoles encima a los del 15-M y todo lo que pueda tener a su alcance, tratando de dejarles una situación ingobernable si, finalmente, ganan las elecciones generales. ZP, por tanto, quiere marcharse dando un portazo mediante una política de tierra quemada. Lo malo es que todo lo que arda o pueda arder va a ser en perjuicio de España y de los españoles. ¿Es que no hay nadie entre los socialistas, no ya con un mínimo sentido de Estado sino tan solo de la decencia, que le pueda parar los pies?


Libertad Digital - Opinión

Arranca la incierta aventura electoral de Rubalcaba. Por Antonio Casado

Con el reparto de papeles decidido en la Ejecutiva Federal la dirección del PSOE avanzó ayer en una de sus dos grandes tareas pendientes: la presentación en sociedad de su candidato a la Moncloa, Pérez Rubalcaba, que se formalizará el próximo 9 de julio. Tarea de carácter orgánico que incluye hoja de ruta y elaboración de programa. La otra es de carácter institucional y pasa por la luz verde del Congreso a los Presupuestos del Estado para 2012 y la culminación del plan de reformas en los mercados nacionales del capital y del trabajo.

Ya conocemos a los primeros compañeros de viaje de Rubalcaba. La actual secretaria de Relaciones Internacionales del PSOE, Elena Valenciano, el vicepresidente de la Fundación Ideas, Jesús Caldera, y la embajadora de España en la OCDE, Cristina Narbona, como coordinadores de la campaña, el programa y la ponencia marco de la conferencia política de septiembre, respectivamente, serán los encargados de aplicar los términos de la difícil ecuación enunciada por Rubalcaba: continuidad y cambio. Ya veremos en qué condiciones afrontarán el reto de hacerlos compatibles: ¿Cómo diferenciarse de Rodríguez Zapatero (cambio) sin renegar de haber sido su escudero hasta cinco minutos antes (continuidad)?


Estar por encima de Zapatero y Rajoy en las escalas de valoración de líderes nacionales puede ser un buen comienzo en la incierta aventura electoral que le espera pero no es suficiente. Rubalcaba necesita un proyecto nuevo que ofrezca algo distinto de lo que se despacha. En este sentido son lógicas las dudas de los votantes propios, ahora hundidos en el desaliento, respecto a la credibilidad de quien ha estado y está comprometido hasta las cejas con las políticas que han ahuyentado a una buena parte del electorado socialista.
«Rubalcaba necesita un proyecto nuevo que ofrezca algo distinto de lo que se despacha. En este sentido son lógicas las dudas de los votantes propios, ahora hundidos en el desaliento, respecto a la credibilidad de quien ha estado y está comprometido hasta las cejas con las políticas que han ahuyentado a una buena parte del electorado socialista.»
Un ejemplo: la nueva normativa sobre contratación colectiva, cabo suelto de la reforma laboral de hace un año, que se tramita como ley en el Congreso. Mal empezaría el intento de recuperar votantes propios si se traslada la impresión de que el Gobierno, cuyo vicepresidente es el aspirante socialista a la Moncloa, abraza las tesis de la patronal en nombre de ese Pacto del Euro denostado por los indignados del 15-M.

La candidatura de Rubalcaba sólo tendrá recorrido si se asienta sobre un proyecto de recuperación de la izquierda, que pasa por redefinirla. O sea, por volver a darle un sentido. Uno de sus referentes aquí y ahora tendría que ser necesariamente la conexión con el espíritu del mentado movimiento urbano que denuncia la corrupción política, pide una democracia más participativa, exige que se aplique el principio de división de poderes y detesta el injusto reparto de los efectos de la crisis.

Si los partidos de izquierda se justifican cuando la confrontación entre capital y trabajo se ha quedado en el desván de la historia será por sus políticas de inclusión social, el acercamiento del gobernante al gobernado y su compromiso contra las malas prácticas. Lo que no tiene ningún sentido es hacer políticas de derechas en nombre de la izquierda, que es lo que ha causado la bancarrota electoral del PSOE en las recientes elecciones territoriales del 22 de mayo.


El Confidencial - Opinión

Indignados. El 15-M contra los indignados del 22-M. Por Guillermo Dupuy

Estos del 15-M son indignados de pacotilla. Para empezar, son cuatro gatos comparados con los millones de ciudadanos indignados que el pasado 22 de mayo inflingieron pacíficamente al PSOE el mayor castigo electoral que haya recibido un partido político.

Mira que uno es proclive a extender la indignación que siente hacia el Gobierno de Zapatero al resto de partidos políticos cuando, lejos de ejercer la oposición, han ido de comparsa en esta crisis política y económica que padecemos. Mira que uno ha sido y sigue siendo partidario de que esa indignación ciudadana no sólo se expresase en las urnas y en el parlamento sino también en las calles ejerciendo un pacífico, legítimo y democrático derecho de manifestación. Pero, precisamente por ello, sigo sin sentir la menor identificación con esa no menos indignante panda del 15-M que, desde sus inicios, no ha hecho más que violar el Estado de Derecho con ilegales ocupaciones del espacio público y ocultar, con genéricas, disparatadas y contradictorias críticas al "sistema", que no es otro que el democrático, la responsabilidad del Gobierno socialista en el hoyo en el que nos encontramos.

Estos indignados son unos indignados de pacotilla. Para empezar, y tal y como se ha confirmado este domingo, son cuatro gatos comparados con los millones de ciudadanos indignados que el pasado 20 de mayo inflingieron pacíficamente al PSOE el mayor castigo electoral que haya recibido una formación política en el Gobierno en unas elecciones municipales y autonómicas. Estoy seguro, además, de que la mayoría de los partidarios del 15-M han sido y siguen siendo votantes de PSOE, por lo que serían tan supuestos cómplices y corresponsables de la crisis como supuestas víctimas de la misma. Además han denigrado el derecho de manifestación utilizándolo de amparo o de excusa para algo que nada tiene que ver con ese ejercicio democrático, como es el acoso a políticos y periodistas o la violencia en la que siempre se incurre cuando uno acampa, no en el campo, sino ilegalmente en medio de la ciudad.


Tras las manifestaciones del 15-M de este domingo, no han faltado, sin embargo, medios de comunicación que han vuelto a hablar del "tono pacífico" de las manifestaciones que demuestra que "la violencia no es consustancial a los indignados, y que criminalizarles en su conjunto resulta, además de un error, falso e injusto". Para empezar, supongo que lo de "pacífico" no lo dirán por los cafres que han insultado a Rita Barberá y han cercado su domicilio particular. Por otra parte, es obvio que atribuir responsabilidades colectivas, senso estricto, es siempre una injusticia y un error. Pero esto vale con los indignados del 15-M tanto como con "los políticos" contra los que, en su conjunto, por ahora y solo por ahora, va dirigida su inconcreta y despreciable indignación.

Aunque muchos ciudadanos pacíficos, tan indignados como despistados, todavía hayan secundado este movimiento que dirige la extrema izquierda con el beneplácito del PSOE, ello no borra el germen violento que el 15-M dejó en evidencia desde el primer momento con sus ilegales acampadas o violando la jornada electoral. Lejos de promover en la calle una protesta destinada a que tenga reflejo en las elecciones, la indignante farsa del 15-M está destinada en realidad a neutralizar en la calle la indignación, cívica y democrática que debe llevarse a las urnas.

Sólo en un punto estaría dispuesto a minimizar el grado de violencia que conlleva este, en realidad, indigno y antidemocrático movimiento del 15-M: y es si lo comparamos con el que van a desatar cuando el PP ocupe el Gobierno de la nación. Ahora sólo enseñan la patita, pero espérense a que los de Rajoy ganen las elecciones. Ya no irán contra el sistema, irán contra el Gobierno.


Libertad Digital - Opinión

Génova en Lampedusa. Por Martín Ferrand

Sáenz de Santamaría se ha convertido en una leona de Castilla y puede dejar al astuto cántabro como unos zorros.

MAÑANA, cuando María Dolores de Cospedal tome posesión como presidenta del Gobierno de Castilla-La Mancha, cambiarán automática y notablemente los flujos del poder en la cumbre del Partido Popular. Tal y como exigen los modos de Mariano Rajoy, el cambio deberá producirse sin apariencia de cambio alguno. No parece un método gallardo ni un alarde de finura; pero los resultados electorales, la corrida a pelo del poder socialista en las Autonomías y los Ayuntamientos, le dan la razón, y el funcionalismo relativista es lo que se lleva. La grávida Soraya Sáenz de Santamaría será, de hecho y no de derecho, la número dos del partido, especialmente en cuanto afecta a lo institucional, y en ella delegará Rajoy los inevitables y próximos enfrentamientos del PP con el candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba. Es lo peor que podría pasarle a Rubalcaba.

Sáenz de Santamaría cuando, hace tres años, sustituyó a Eduardo Zaplana en la portavocía del PP en el Congreso, era una mosquita muerta de Valladolid; pero, sólida en su formación jurídica, firme en sus convicciones políticas y capaz de aprender con la experiencia, se ha convertido en una leona de Castilla y, tras agotar a la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, ahora instalada en el balneario del Consejo de Estado junto al también acreditado jurista Juan Carlos Rodríguez Ibarra, puede dejar al astuto cántabro como unos zorros. Se suma a la muy crecida capacidad de la portavoz del PP el imposible fáctico de que quien, como vicepresidente, ha sido coautor de la calamidad generada por el Gobierno se quiera presentar como tenedor de la fórmula mágica para la redención del país.

Así, lampedusianamente, sin novedades ni sobresaltos, sin ceses ni nombramientos, como complace al modus operandi del líder de la gaviota, el partido renovará las funciones de los integrantes de su cúpula sin tocar la cúpula. En ocasiones ese modelo de tiro puede salir por la culata, como en Asturias, donde Francisco Álvarez Cascos, el FAC, denuncia un posible entente entre el PP y el PSOE para protegerse mutuamente de la corrupción que infecta al Principado; pero, salvo casos concretos, favorece el sosiego y protege el sesteo. Esteban González Pons le tendrá que dar a su empleo de vicesecretario de Comunicación un mayor sentido; Ana Mato, como sargento de varas, mantendrá en cotas razonables la indisciplina instalada en la organización y Javier Arenas, a quien corresponde cerrar el ciclo de la erradicación autonómica del PSOE, tendrá que trabajar los domingos, el día óptimo para que la oposición salga en los telediarios de TVE.


ABC - Opinión

Una mirada a la #spanishrevolution con los ojos de la derecha. Por Federico Quevedo

Hace unos días, a Lourdes Hernández la cantante de Russian Red, una chica española que canta en inglés con una voz prodigiosa temas de contenido indie, se le ocurrió decir en una entrevista que conectaba con las ideas de la derecha. Como se pueden imaginar, desde muchos ámbitos del Pensamiento Único de la izquierda se arremetió contra ella, probablemente porque personajes sectarios como Nacho Vegas que creen que todos los de derechas son unos “cabrones” (sic) demostrando una intolerancia que raya en lo enfermizo, no pueden aceptar que haya deserciones dentro de lo que estos predicadores de la uniformidad progresista consideran sus filas. Pero las hay.

Cada vez que la sociedad se enfrenta a un proceso de cambio aparecen figuras de la cultura que toman la delantera, que se ponen al frente de la manifestación: “La conclusión que saco de todo esto es que existe una totalitarización de la opinión pública que poco se acerca a los ideales de una sociedad progresista”, ha dicho la propia Lourdes. La suya es la respuesta de quien huye precisamente de la uniformidad ideológica. Yo no la conozco, aunque conozco su música, pero seguro que Russian Red, Lourdes, piensa libremente y libremente discrepa de muchos de esos principios que habitualmente catalogamos como de derechas, y seguramente en muchos aspectos se sienta más progresista que en otros, en la medida que ser progresista no es ya un título que pueda aplicarse en exclusiva a unas siglas que incluyan la palabra ‘socialismo’.

Ayer, durante una reda de prensa celebrada en Madrid, al guitarrista Juan Aguirre del dúo Amaral, le preguntaron por aquella intervención de Rubalcaba en el Congreso en la que el candidato de los miles de dedazos le dijo a Ignacio Gil Lázaro que con él se sentía como en esa canción del grupo titulada Sin ti no soy nada. Aguirre contó que no fueron momentos agradables y dirigiéndose directamente al vicepresidente le dijo: “Amigo, no toques más los huevos, las canciones son de todos”.


No sé si Nacho Vegas pensará que también Aguirre y Amaral son unos “cabrones”, pero el caso es que, al igual que Russian Red, es interesante ver cómo desde ciertos ámbitos de la cultura empieza a despertar un fuerte inconformismo con la situación actual y, sobre todo, una imperiosa necesidad de situarse por encima de ideologías o de etiquetas previamente asignadas en función del papel de cada uno en ese mundo, en plan los cantantes de baladas son de derechas y los de rock de izquierdas, como más o menos se había venido significando hasta ahora. ¿A dónde quiero ir a parar? Simple: desde que el Movimiento 15M tomara las calles se ha empezado a producir un distanciamiento progresivo de distintos ámbitos sociales tanto del sectarismo de ciertos sectores de la izquierda como del inmovilismo de sectores de la derecha, irreductibles en ambos casos en su empeño de mantener el status quo, de no querer que nada cambie.
«Desde que el Movimiento 15M tomara las calles se ha empezado a producir un distanciamiento progresivo de distintos ámbitos sociales tanto del sectarismo de ciertos sectores de la izquierda como del inmovilismo de sectores de la derecha.»
No voy a ocultar que en la amalgama de lemas que copaban el domingo las manifestaciones del #19J hay muchos que cabría calificarlos de viejos reductos del socialismo utópico, eslóganes de la izquierda clásica que tienen poco sentido hoy en día. Pero, entre toda esa maraña intelectualmente de izquierdas pero que no quiere saber nada de siglas, hay un espacio muy interesante para recuperar el sentido mismo de lo que siempre debió ser una democracia liberal. Es verdad que las manifestaciones, que el propio Movimiento puede ser visualizado como de izquierdas por su estética organizativa y por la ética de algunos de sus principios -nacionalización de la banca, lucha contra el capital, más impuestos y más gasto…-, pero también lo es que una vez separado el grano de la paja, lo que queda de la reacción social que da pie al Movimiento 15M es una profunda necesidad de regeneración y la constatación del distanciamiento de la sociedad civil de la clase política, y que se traduce en ese espacio de libertad del que nacen las modernas democracias y que Tocqueville glosó en su Democracia en América: separación de poderes, listas abiertas, transparencia, propiedad privada, sociedad civil…

Desde hace días hay mucha gente que me pregunta, en este foro, en mi twitter, en los mensajes de la televisión, por mi posición respecto del Movimiento 15M, algunos de un modo muy insolente, otros sorprendidos, y muchos desconcertados. Verán, si me quedara en la anécdota tendría que convenir que el 15M es un movimiento protagonizado por la izquierda radical de la que me siento muy alejado, pero desde el primer momento he intentado mirar más allá. Es verdad que en la medida en que la izquierda es activista por naturaleza propia, su presencia es mayor en la visualización del movimiento. La derecha, sin embargo, aun compartiendo algunos postulados opta por no dejarse ver, pese a ser presa de la misma indignación que la izquierda. ¿Debe eso condicionar nuestra posición? En mi opinión, no, porque el hecho es que el movimiento en sí mismo tiene una naturaleza transversal sobre la que ya me explayé el pasado jueves, y debería hacernos comprender que no se trata de un proceso revolucionario al uso de la izquierda por más que la escenografía quintacolumnista nos lo recuerde, sino de la explosión de un sentimiento generalizado que por su propia naturaleza heterogénea se vuelve imposible de calificar.

Ni derechas, ni izquierdas. Hemos superado ese choque. ¿Se es de derechas por el hecho de no compartir postulados de la izquierda? ¿Y viceversa? Lo cierto es que el gran paso que estamos dando gracias a esta crisis político-social-económica es que no necesariamente ser liberal implica ser de derechas, ni ser progresista de izquierdas. Liberalismo y progresismo se unen en un objetivo común: una sociedad más justa, una democracia mejor, un capitalismo más humano. Tres objetivos perfectamente compatibles con esa necesidad de regeneración que la sociedad expresa indignada por la manera en que la política y la economía se han confabulado para escaparse de la crisis mientras ésta machaca, literalmente, a los ciudadanos que tienen que pagar las consecuencias de los errores de sus gobernantes y de los grupos de presión. Eso es una realidad, y no responde a un lenguaje revolucionario ni activista, sino a la constatación de los hechos vividos desde que la crisis se instalara en nuestras vidas. ¿Se puede cambiar esto? Si, sin duda. ¿Quién debe hacerlo? Al final, serán los propios partidos los que tengan que interiorizar las exigencias de la ciudadanía, y el que primero empiece a dar muestras de haber entendido ese mensaje reformista será el que tenga más opciones de liderar el cambio. Un cambio que, como he escrito ya muchas veces, se antoja absolutamente inevitable.


El Confidencial - Opinión

Polémica. Russian Red en el coche celular. Por Cristina Losada

El rebaño en el redil y si hay ovejas negras, que tengan la decencia de disimularlo. En sermo vulgaris, cuando alguien presenta la tara de ser de derechas, que no exhiba la deformidad y se calle.

Una de las excepciones españolas es que no hay gente de derechas. Se vota a la derecha e incluso gana las elecciones de calle, pero se trata de un malentendido. Es íntimo anhelo del partido de la derecha que no le identifiquen con la derecha y ha dedicado ímprobos esfuerzos a evitar esa marca infamante. De manera que ha tenido que ser una cantante pop, folk o indie, ya no estoy puesta en ese etiquetaje, quien diera la nota, como a su oficio corresponde. Así, con más agallas de las que ha tenido Rajoy en trances similares, Russian Red de nombre artístico, Lourdes Hernández en la vida civil, declaró que era de derechas cuando le instaron a elegir entre esa opción y su contraria. Se desató un pandemónium.

A la revista donde hizo la confesión, la misma que recogió sin despeinarse aquel alarde de rojez de Zapatero, le parece tan increíble que se arma de interrogantes: "Russian Red, ¿de derechas?". Cual si fuera un suceso inaudito, digno de la sección de Hechos Insólitos, corrió la nueva como la pólvora hasta la autoridad que ejerce el control del negocio ideológico. Desde Münzenberg, el genio propagandista del Kremlin y la Komintern, valga la redundancia, la cultura es de izquierdas por definición, y ahora que la cultura carece de definición, lo más granado de esa cáscara campa en las fincas del espectáculo. No se podía tolerar desviación tan flagrante. Quien rompe filas ha de recibir su merecido. De las entrañas de la Lubianka de papel surgió un aviso en forma de reportaje. Su literalidad importa poco; lo importante era convertir a R.R. en pasto de polémica y señalar con el dedo al bicho raro. Que nadie se desmande, mira lo que puede pasarte. Intimidación, creo que se llama.

El rebaño en el redil y si hay ovejas negras, que tengan la decencia de disimularlo. En sermo vulgaris, cuando alguien presenta la tara de ser de derechas, que no exhiba la deformidad y se calle. No hay más remedio que tolerar su existencia, por aquello de la democracia, pero ha de ser una existencia silente y vergonzante. Rajoy, por no ir más lejos, es el modelo: antes que confesarse de derechas, se proclama independiente y del Marca. La superioridad de la izquierda se fundamenta en tener siempre a punto el coche celular de la reacción para meter dentro a quien no la reconozca. Es tan precaria que no admite fisuras. Por eso la izquierda va blindada.


Libertad Digital - Opinión

Adiós a la mugre del miedo. Por Hermann Tertsch

Las cantantes se declaran de derechas y los comunistas deciden en Extremadura que están hartos de la secta.

RUSSIAN Red es en realidad, ahora lo sé, Lourdes Hernández, una cantante madrileña de tiernos 25 añitos a quien le debió de parecer muy mono el nombre artístico que eligió, pero que nada sabe, ni tiene por qué saber, de las mugres que nos evoca a algunos esas palabras combinadas. Quizás ahora se haga una idea. Porque esta inocente cantante ha visto cómo su desenfadada respuesta a una pregunta inocente la ha convertido en blanco de las diatribas de los guardianes de las esencias del espíritu nada «russian» pero muy «red» que tienen aún en nuestro país privilegiada reserva. La jovencita en pleno éxito debe de gozar mucho de las entrevistas. En una le preguntaron si era de derechas o de izquierdas, qué manía. Y ella, candorosa, reveló que se consideraba de derechas. ¡Amiga! ¡Hasta aquí hemos llegado! A partir de ahí se acabaron las bromas para Lourdes, a la que de tanto cantar al amor no le había dado tiempo a saber en qué país vive. «Fascista» la ha llamado un político socialista cuyo nombre me da pereza buscar. Y otro cantante, cuyo nombre me da igual, la ha llamado «cabrona y cretina». Me dirán ustedes que conociendo el parqué de majaderos y almas bolcheviques de este país no ha salido mal parada. Pero es que hay más. Un periódico, que fue intento muy logrado de hacer prensa de izquierda liberal en España y degeneró en gacetilla sectaria del izquierdismo cutre y panfleto de hostigamiento contra todo lo que no baile al son de la flauta socialista (y de la empresa), consideró que Russian Red había cometido una gravísima falta. Ni socialista, ni progresista, ni revolucionaria, ni siquiera de Bildu. De derechas. Exigía un escarmiento. Se decidió, con el celo de los reporteros de boletín de agrupación, indagar la impresión y opinión de otros cantantes ante tamaña barbaridad de aquella niña, hasta entonces bien tratada. La operación de castigo tuvo por supuesto el resultado apetecido.

Están de los nervios. Las cantantes tiernas se declaran de derechas y los comunistas deciden en Extremadura que están hartos de la secta. Cada vez han de incorporar más nombres a sus listados malditos de «fascistas» a los que intentar desprestigiar o causar daño de la forma que sea. La España proclamada por ellos sociológica e intrínsecamente de izquierdas se les ha llenado de «gilipollas», como dice el ex alcalde, o de «hijos de puta», como escribe alguna de sus musas más sensibles. Todas sus cortinas de humo, su virtuosismo en la manipulación y la mentira, han dejado de tener efecto, como un antibiótico agotado por el abuso. Por eso agitan ya el único recurso que les queda, siempre utilizado con ahínco, que es el miedo. Pero da la impresión de que esta vez han ido demasiado lejos con sus tropelías. Que el hartazgo y el asco han superado al miedo. Que con Zapatero han extremado tanto la dosis de mentira, basura intelectualizada, deshonestidad, soberbia e ineptitud, que esta vez no escaparán al desprecio y al oprobio social. Pueden haberse acabado definitivamente los tiempos en los que podía declararse hegemónica en este país esa mugre ideológica que nos lanza siempre al pasado, con su rencor, su prepotencia y su vocación intimidatoria. Y que acabará en reductos marginales en los que se encuentra en las sociedades más desarrolladas. Ahora buscan salvarse del naufragio manipulando la angustia de los ciudadanos ante la miseria por ellos creada. También ahí quieren imponer su discurso resentido. Pero da la impresión de que ya están camino al basurero de la historia. Si no asustan ya ni a Russian Red, no los salva ni Fouché.

ABC - Opinión

Pocos. Por Alfonso Ussía

Lo cierto es que en Madrid fueron pocos los manifestantes presumiblemente indignados. Uniformidad antisistema, estudiado desaliño marginal y espesura corporal acentuada por el calor. Treinta y cinco mil personas se reúnen en Madrid por cualquier motivo, y sin contar con tanta propaganda en los medios de comunicación afines a la izquierda. El cantante José Guardiola, en la década de los sesenta y con su canción estrella «Di Papá» interpretada al alimón con su hija, congregó en Madrid a veinticinco mil almas. La Capital de España es muy generosa en la aportación de masas para lo que sea. El salón de actos de la Lotería Nacional se llena en cada sorteo, por poner un ejemplo lacerante. ¿Ustedes conocen algo más aburrido que un sorteo de lotería? Madrid se abre a toda cachupinada.

Mientras pasaban por las cercanías de mi humilde casa me vino la pregunta. ¿Por qué han necesitado siete años y medio para indignarse?


Y supe responderme. Porque se avecina un período de poder político liberal y conservador. La izquierda –lo escribí días atrás–, no sabe perder en las urnas, y este movimiento no tiene otro objetivo que entorpecer la normalidad institucional y social cuando los socialistas, los hacedores del desastre, se vayan a casa. Ahora piden una huelga general. No tengan dudas al respecto. Se convocará pocas semanas después del cambio clamorosamente anunciado. La huelga general inmediata no entra en sus planes. Se enfadarían los que manejan, desde la sombra, el timón de sus rumbos.

Justo es reconocer que, al menos en Madrid, la manifestación fue pacífica, entendiendo como tal la ausencia de violencia. Pero han cambiado las simpatías. La constante ocupación de espacios públicos ha contribuido a la pérdida de muchos afectos ciudadanos. La ciudadanía comprensiva se ha formulado la misma pregunta. ¿Por qué siete años y medio para indignarse? ¿Por qué no se indignaron cuando se alcanzó la cifra de cuatro millones de parados, dos años atrás? Y vamos a Mourinho. ¿Por qué, por qué y por qué?

He hablado con muchos de los originales indignados. Casi todos ellos, jóvenes. Gente variopinta y por lo general, estupenda. Algunos quedan en el movimiento. Otros se han ido porque han detectado una obsesiva simpatía hacia el 15-M de la opinión y los medios controlados o influidos por el PSOE. No entienden que los culpables se conviertan en sus propagandistas y protectores. Y todos ellos, incluidos los que se mantienen, aseguran que la infiltración ideológica y partidista es la que manda en la actualidad, dentro del caos, en la tardía indignación. «Al principio olíamos a sudor. Pero ahora olemos a política, y eso ha desvirtuado nuestro esfuerzo».

Madrid es una ciudad, y vuelvo a ello, generosa y abierta. Reunió a más de un millón de personas cuando asesinaron a Miguel Ángel Blanco.

Y aunque muchos se molesten, a un millón y medio de españoles –vinieron desde todos los puntos de España–, en la última visita del Papa Juan Pablo II. Treinta y cinco mil personas no marcan ni el principio ni el final de una época. A Enrique Tierno Galván le acompañaron en su entierro un millón de madrileños, y dos años más tarde los socialistas perdieron las elecciones. Madrid es emotiva y acogedora, y sabe medir por experiencia.

Es la ciudad más manifestada de España. Los indignados con siete años y medio de retraso han convocado a quince mil personas más que José Guardiola cantando el «Di Papá». Pues no es mucho, la verdad.


La Razón - Opinión

Reforma laboral. Ni Zapatero ni Rajoy: Lampedusa. Por José García Domínguez

Unos sindicatos que se dicen de izquierdas, combatiendo con furia contra la igualdad jurídica, no en nombre de la revolución sino en el del más reaccionario de los corporativismos.

Parece que a los directivos de Comisiones y UGT les ocurre con la clase obrera lo mismo que a François Mitterrand con Alemania durante la Guerra Fría (le gustaba tanto –solía repetir– que daba gracias al cielo por que hubiese no una, sino dos). De ahí que nadie haya de sorprenderse ante la enésima negativa sindical a que se instaure un contrato único de trabajo con veinte días de indemnización por despido, propuesta que el Job de la CEOE ha vuelto a poner sobre la mesa de negociación estos días. Ocurre que lo inadmisible para la izquierda desde que Kaustky el renegado acuñara el concepto de "aristocracia obrera", escindir a los asalariados en dos castas enfrentadas entre sí, es justo lo que defienden como gato panza arriba nuestras gremiales.

Por un lado, lo que Marx bautizó "ejército industrial de reserva", el subproletariado marginal llamado a vegetar encadenando contratos basura; enfrente, blindados ante los vaivenes del mercado y la competencia por sus cláusulas de rescisión, los llamados indefinidos. La elite y los parias, la nobleza y el tercer estado, juntos y revueltos en oficinas, talleres y cadenas de montaje. Razón última, por cierto, del tan desconcertante carácter ciclotímico del mercado de trabajo español. Súbitos crecimientos exponenciales de la contratación en el intervalo alcista del ciclo; desplomes no menos fulminantes ante el menor cambio de la tendencia. Más que una extravagancia estadística, la cara y la cruz de la misma moneda... trucada.

Pues es el desempleo crónico de la carne de contrato temporal, los jóvenes, quien asegura la estabilidad de la clientela de Toxo y Méndez durante las crisis. Así, la aparente paradoja que no es tal: unos sindicatos que se dicen de izquierdas, combatiendo con furia contra la igualdad jurídica, no en nombre de la revolución sino en el del más reaccionario de los corporativismos. Aunque lo peor es que esos apparatchiki sindicales, a fin de cuentas simples funcionarios en nómina del Estado que los mantiene, no resultan ser los que en verdad bloquean toda tentativa de cambio. Ni ellos ni tampoco sus patronos, los políticos. La España profunda al completo, indignados miopes incluidos, es quien se empecina, medrosa como suele, en que nada sustancial mute. Ni Zapatero ni Rajoy: Lampedusa.


Libertad Digital - Opinión

Altermundismo. Por Ignacio Camacho

En torno al 15-M se está fraguando una alternativa a la desmovilización sindical en forma de frente de rechazo.

SE van perfilando. A medida que la revuelta de los indignados comienza a emitir un cierto discurso ideológico se decanta el cariz altermundista —«otro mundo es posible»— de su núcleo motor. Estamos ante un movimiento antiglobalizador, anticapitalista, antiliberal, impregnado del argumentario y la retórica del Foro Social Mundial y sus derivados, y reforzado por el malestar del ajuste internacional ante la crisis económico-financiera. Los postulados de la plataforma ATTAC han empezado a emerger como núcleo de la protesta. No estamos ante un trasunto del París del 68 sino más bien del Porto Alegre de 2001. Sus gurús no son Sartre y Marcuse sino Chomsky y Hessel: la izquierda alternativa, extramuros de la socialdemocracia. Como se trata de un conglomerado invertebrado, heterogéneo y sin liderazgos nominales, conviven diversas tendencias que van desde el cristianismo comprometido al radicalismo antisistema. Hay anarcos, pacifistas, perroflautas, okupas, activistas del software libre, ecologistas, hackersy una amplia porción de simples descontentos por el rápido retroceso del Estado del Bienestar. Es una amalgama crítica, un frente de rechazo. Al elegir el Pacto del Euro como objetivo inmediato se inclinan por la impugnación global de las recetas políticas convencionales; consideran que el déficit, el equilibrio presupuestario o la contención del gasto público son añagazas del sistema y les importan una higa. Lo quieren todo y lo quieren ya.

Lo que se está fraguando en torno al 15-M es una alternativa a la desmovilización sindical. Los sindicatos, mermados de representatividad y anquilosados en sus estructuras burocráticas, fracasaron en la huelga general, pero esta gente dispone de una capacidad de movilización inédita a través de las redes sociales y tiene un ímpetu juvenil de estreno. Los políticos siguen perplejos. La derecha ya sabe que se los va a encontrar de frente cuando llegue al poder, constituidos en oposición sin caras, y la izquierda socialdemócrata estudia el modo de meterse en la manifestación sin que la saquen a empujones. De momento el Gobierno les hace guiños de complicidad como la querella contra Botín, epítome de la Banca comeniños y explotapobres. Mientras sea el PSOE el que esté al frente y tenga, siquiera por decoro, que sumarse a las medidas de ajuste, la protesta será genérica y antipolítica, antirrepresentativa, pero en el momento en que el PP esté al mando se va a formar una coalición de resistencia. El trazo izquierdista del movimiento crecerá tanto más cuanto más intensos sean los recortes.

Las marchas del domingo muestran que hay indignados para rato. Tienen logística, músculo y voluntad, y se han venido arriba con su amplia repercusión mediática. Se sienten protagonistas en el centro de la escena, y no les hace falta representatividad democrática porque saben cómo hacerse dueños de la calle.


ABC - Opinión

Cospedal señala el camino

Austeridad y sensatez en la gestión de los recursos públicos. Sobre estas bases se asienta el proyecto de María Dolores de Cospedal como presidenta electa de Castilla-La Mancha. Ayer, en su discurso de investidura anunció una reducción tajante del gasto público que, lejos de ser una operación cosmética, es una medida de gran calado, ya que va a suprimir el 60 por ciento de los altos cargos de la comunidad autónoma. En concreto, suprimirá el 50 por ciento de los puestos de libre designación, reducirá las Direcciones Generales de 52 a 30 y disminuirá de 35 a 5 los delegados provinciales. Además, eliminará la figura en Castilla-La Mancha del Defensor del Pueblo, así como la Comisión Regional de la Competencia, el Consejo Económico y Social, y analizará la viabilidad de la Sindicatura de Cuentas con el fin de comprobar si es necesario mantener esta entidad o si, por el contrario, es prescindible. También establecerá un techo de gasto y de endeudamiento. Como bien dijo De Cospedal, uno de los principios del Estado de las Autonomías es la descentralización, pero ésta nunca se debe interpretar como multiplicar por 17 toda la estructura del Estado. No cabe tampoco ignorar que esta reducción responde a la precaria situación económica de Castilla-La Mancha. En los primeros meses de este año, la comunidad arrastra un déficit que supone un 1,7% de su Producto Interior Bruto (PIB), con lo que se supera ampliamente el objetivo de déficit final del año, fijado en un 1,3%. En cuanto a la deuda regional, al cierre de 2010 ascendía a 7.054 millones de euros, el 19,5% de su PIB. Ante esta situación, De Cospedal no quiere demorar ni un segundo la sangría económica que sufre la comunidad que va a presidir. Las medidas de ahorro que detalló ayer la dirigente del PP son el camino a seguir y deben ser el mensaje que su partido traslade a todas las comunidades autónomas en las que gobierna o en las que empezará a gobernar. Algunos pensarán que el anuncio que hizo ayer De Cospedal es audaz, y es cierto por cuanto que los socialistas –en el caso de Castilla-La Mancha y en el de otras comunidades como Extremadura–, durante sus largos decenios de mandato, nunca han mostrado verdadero empeño por adelgazar la administración autonómica y atajar el clientelismo político, sino todo lo contrario. Pero, a pesar de ser audaz, el proyecto de la nueva presidenta es sensato, posible y, sobre todo, necesario. Tras los excelentes resultados electorales que permitirán al PP gobernar en sus tradicionales feudos, además de en Aragón, Cantabria, Baleares y Extremadura, llega el momento de la verdad y de poner en práctica unas recetas económicas marcadas por el ahorro, la contención del gasto público, el saneamiento de las cuentas y la austeridad. De lo que se trata es de ser más eficiente y diligente en la solución de los problemas, evitando las duplicidades entre las distintas administraciones con un aumento desaforado de cargos y una maraña burocrática de la que sólo se benefician unos pocos y que sirve únicamente para comprar voluntades políticas. A medida que se van conociendo las propuestas de los candidatos electos del PP, se comprueba que van en la buena dirección para beneficiar a todos los españoles.

La Razón - Editorial

Parálisis europea

La crisis griega debe resolverse antes de julio para salvaguardar las reformas de los países periféricos.

El respiro que proporcionó el viernes el acuerdo franco-alemán para garantizar que la reestructuración de la deuda griega será voluntaria se convirtió en una nueva decepción durante la madrugada del lunes. Los ministros de Finanzas de la UE, reunidos en Luxemburgo, fueron incapaces de articular un acuerdo para desbloquear el tramo de ayuda (12.000 millones de euros) que Grecia necesita para sobrevivir. Con una calma inapropiada en estas circunstancias, Europa ha dejado el caso griego para una cumbre extraordinaria del 3 de julio en la que quizá se aprueben las ayudas si el Gobierno de Papandreu, asfixiado por una crisis política que casi le tiene paralizado, supera la moción de censura y aprueba los recortes presupuestarios adicionales que exige Europa.

Esta carrera de obstáculos que debe superar Atenas sería agobiante incluso en épocas de calma política; en un periodo de agitación social (causada por los recortes en servicios y prestaciones), la tarea es heroica. El Gobierno griego tiene que ofrendar a los ministros europeos y al Fondo Monetario Internacional (FMI) más reducciones de gasto y ventas de activos públicos por 50.000 millones de euros. Y eso para recibir los 12.000 millones ya aprobados en 2010 y optar, en septiembre, a un nuevo rescate de 120.000 millones (el primero ha fracasado). Grecia no tiene opciones (es ajuste o default) y Europa tampoco, porque es salvar Grecia o hundir el euro.


A esta situación se ha llegado por la incapacidad de las instituciones para poner en marcha planes de rescate creíbles, que no ahoguen a los países que presuntamente se rescatan con exigencias de estabilidad fiscal imposibles de cumplir. Pero es que ni siquiera en una crisis extrema, con un país al borde del colapso y los mercados estallando por las costuras, los ministros de Finanzas son capaces de ponerse de acuerdo para salvar a Grecia del desastre inmediato. El FMI ha tenido que advertir del riesgo de contagio de la crisis griega a los países con planes de ajuste en curso.

La imagen que da Europa es mala. La semana pasada, las Bolsas europeas se desplomaron y los diferenciales de deuda de los países periféricos se dispararon precisamente como respuesta a la incapacidad para responder a la crisis griega. Hoy se incurre en el mismo error; las Bolsas vuelven a caer y los diferenciales de deuda saltan a la estratosfera a pesar de las lecciones recientes. Las instituciones que deben velar por la estabilidad del euro no caen en la cuenta de que están empujando a Grecia hacia un crash. Demorar la entrega de los 12.000 millones equivale a exacerbar la crisis política griega, y esta, a su vez, impide la definición de nuevos ajustes.

El daño que produce la desvertebración europea a la deuda española, a la cotización de las acciones bancarias y a las salidas a Bolsa que necesita la reforma financiera española es incalculable. Ni Grecia ni los países más afectados por la vorágine se merecen que la solución al problema se retrase (en el mejor de los casos) hasta el 3 de julio. La decisión debería ser inmediata.


El País - Editorial

11-M, seguimos queriendo saber

Más allá de las derivaciones políticas e históricas que los atentados han tenido para toda la nación, es una cuestión de justicia elemental aclarar todo lo posible los hechos acaecidos en Madrid durante aquella fatídica jornada.

Como todos los cadáveres sin enterrar, el 11-M sigue siendo asunto de máxima actualidad a pesar de los años que han pasado desde aquel día de infamia. Esto es así porque lo único que podemos dar por cierto a estas alturas es que sabemos bien poco de los atentados. Desconocemos, por ejemplo, lo fundamental, es decir, quién ordenó la masacre y por qué razón lo hizo.

Puede parecer éste un detalle sin importancia (porque así lo ha querido el Gobierno y todos sus satélites mediáticos), pero no lo es en absoluto. Los mismos que querían saber horas después del atentado han pasado dos legislaturas sin interesarse lo más mínimo en investigar el cómo, el por qué y el quién de una tragedia nacional que precedió su ascenso al poder.


El hecho es que este obstruccionismo deliberado por parte del aparato gubernamental –incluido en él el partido que sustenta al Ejecutivo– no ha servido para frenar la investigación. Las dudas sobre la autoría de los atentados siguen flotando en el ambiente y nuevas revelaciones saltan a la prensa con regularidad. La última relativa a la labor de los Tedax comandados por Sánchez Manzano durante las primeras pesquisas policiales que siguieron a las deflagraciones.

Una sombra más, la de la inexplicable actitud de este alto cargo de la Policía Nacional, que se suma a otras muchas sobre las que nadie en el Gobierno quiere arrojar luz. Al menos mientras gobierne Zapatero y, por extensión, el PSOE. Cabe la esperanza, tal y como ha dejado ver González Pons, de que en un futuro cercano eso cambie.

Si el PP quiere que sus promesas sean creíbles, debería desclasificar todo lo relativo al 11-M en cuanto llegue al poder. Porque, más allá de las derivaciones políticas e históricas que los atentados han tenido para toda la nación, es una cuestión de justicia elemental aclarar todo lo posible los hechos acaecidos en Madrid durante aquella fatídica jornada.


Libertad Digital - Editorial

Lo que nos jugamos todos con el euro

Con el rescate de Grecia, la supervivencia y la credibilidad de más de medio siglo de construcción europea están en juego.

EL euro no es una moneda cualquiera. Para los europeos es el símbolo de una voluntad de afrontar juntos los desafíos de un mundo globalizado y es el instrumento en el que se basa la economía y el bienestar de casi quinientos millones de personas. Decir que hemos llegado a un punto en el que estamos jugando con fuego y que cualquier cosa puede suceder no es en modo alguno una exageración. Grecia ha entrado en una situación en la que ya no es posible ser optimista y dependiendo de lo que pase en Grecia, la existencia misma del euro puede estar en peligro.

La moneda ha sido, junto a las fronteras y el ejército, uno de los atributos esenciales de un Estado y puesto que la Unión Europea no ha conseguido elevarse lo bastante sobre la soberanía de sus países miembros, a la primera crisis seria el euro se encuentra prisionero de los intereses particulares. Los líderes que deberían velar por la supervivencia de las instituciones comunes están más pendientes de las reacciones en sus parlamentos nacionales, que en muchos casos han sido infectados ya por el virus del populismo nacionalista. No es de extrañar que junto a la crisis del euro se hayan visto también amenazas contra la abolición de las fronteras internas. Y frente a esta inquietante situación hay que reconocer que las instituciones comunitarias que deberían haber salido reforzadas por el Tratado de Lisboa, se han mostrado más ineficaces que nunca. El presidente de la Comisión, José Manuel Barroso, sigue actuando como si todo pudiera resolverse con mayores dosis de propaganda, mientras los miles de funcionarios que dependen de él languidecen en sus oficinas esperando un impulso político que nadie encuentra en Bruselas.

El tiempo apremia y por duras que puedan parecer las reformas y los recortes del gasto público, cualquier alternativa sería infinitamente peor, y la más perniciosa de todas, la desaparición del euro. El primer ministro griego, Papandreu, ha dicho que puede lograr que el plan de ajuste se apruebe en Atenas, pero ha pedido que los demás dirigentes europeos hagan prueba de unidad para ayudarle a convencer a sus ciudadanos. Unos y otros tienen motivos sobrados para cumplir con su obligación, porque la supervivencia y la credibilidad de más de medio siglo de construcción europea están en juego.


ABC - Editorial