viernes, 22 de julio de 2011

Los «bomberos» de un euro en llamas. Por Juan Pedro Quiñonero

Merkel y Sarkozy están condenados a entenderse para que el bizantino edificio de la UE no se venga abajo.

Los intereses de Alemania y Francia son demasiado importantes para dejarlos al azar de la volatilidad del euro, cuya inestabilidad obliga a Berlín y París a negociar acuerdos que permitan salvar lo esencial, cediendo en terrenos no siempre periféricos.Ante las sucesivas crisis del euro Angela Merkel y Nicolas Sarkozy han oficiado sin cesar como «bomberos» que han conseguido apagar, provisionalmente, el rosario de incendios a repetición donde han ardido cantidades siempre crecientes de millones de euros, destinados a pagar facturas y deudas, a un precio siempre más alto y devastador para las economías más frágiles, España incluida.

El BCE y Alemania han impuesto un modelo germánico de salida de la crisis: gastar menos, trabajar más, intentar recortar deudas e hipotecas. Francia ha intentado federar las numerosas resistencias a ese modelo, favoreciendo la creación de fondos de ayuda, pagados de manera más o menos colectiva, incluso sugiriendo nuevas formas de «bancarrota parcial» o imposición fiscal, nacional o europea.


La nula credibilidad griega, el estado de postración de Portugal e Irlanda, la credibilidad empantanada de Berlusconi o Zapatero, han atizado llamas de nuevos incendios precipitados por una pregunta simple y brutal: ¿son capaces griegos, portugueses, italianos o españoles de restaurar sus economías con unos índices de productividad más o menos semejantes a los de Alemania?

La respuesta es «no». De ahí la iniciativa francoalemana: intentar salvar lo esencial (el euro, el mercado único), a cambio de ceder en puntos menos esenciales. La voladura del euro sería catastrófica, no solo para la construcción política de Europa: afectaría a los grandes bancos alemanes y franceses, crearía nuevos problemas para las exportaciones alemanas, afectaría de mala manera a los intereses mundiales de Berlín, entorpecería la crisis de la deuda de EE.UU., precipitando nuevos nubarrones contra toda Europa.

La complicidad intelectual entre Helmut Schmidt y Giscard d'Estaing hizo posible la creación del primer Sistema Monetario Europeo (antecedente de la zona euro). La pareja Kohl/Mitterrand permitió echar los fundamentos del mercado único. Chirac y Schroeder comenzaron por no entenderse, con resultado catastrófico para Alemania y Francia. Merkel y Sarkozy son diferentes y tienen visiones distintas de grandes cuestiones estratégicas (energía nuclear, Libia); pero se rindieron pronto a la evidencia: si Berlín y París se enfrentasen en la escena europea, el bizantino edificio de la UE se vendría abajo precipitadamente.

Disciplina germánica
De ahí lo laborioso de la gestión de la permanente crisis del euro. Sarkozy ha hecho un gesto teatral: reformar la Constitución para adoptar el modelo alemán, imponiendo a cualquier gobierno la disciplina presupuestaria. Del proyecto a la realidad, hay un largo trecho por recorrer. Pero la retórica es buena.

¿Alguien piensa que Zapatero o Berlusconi podrían «imponer» a España o Italia un proyecto de disciplina de ese tipo? No. De ahí la incertidumbre global. Alemania defiende en solitario una disciplina que nadie es capaz de seguir. La gesticulación francesa permite salvar los muebles. Sin resolver la incertidumbre de fondo, la complicidad Merkel/Sarkozy permite comprar tiempo, a un precio imprevisible.


ABC - Opinión

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